ALEXANDER CAMBERO | EL UNIVERSAL
miércoles 7 de noviembre de 2012 12:00 AM
El régimen desata sus más bajos instintos. Ahora comienza a darle forma a una de las expresiones de mayor reciedumbre en la organización del sistema totalitario: las comunas. Estas son la reedición de los denominados soviets, que se organizaron durante la revolución de 1905 y que sirvió como catapulta para la gran victoria de 1917 contra el zarismo. Fueron perfeccionando su mecanismo hasta lograr una amplia red social que ayudó a aplastar cualquier disidencia popular. Al menor ruido de inconformidad aquellos valientes demócratas eran asesinados o proscritos a morir bajo el terrible frío de los campos en Siberia. Los chinos lo afinaron llamándolos comités populares, millones de estos sufrieron en carne propia los mecanismos perversos de estos órganos de terror. Cuenta el célebre escritor británico y premio Nobel de Literatura Bertrand Russell, que las mujeres abandonaban a sus maridos ya que se querían librar de los maltratos y vejámenes propios de una sociedad que consideraba a las damas en un rango inferior. Los comités populares no solo las arrancaron de sus casas, sino que le quitaron hasta el derecho de educar a sus hijos. Pasaron de ser humilladas en sus domicilios a tener que ser esclavas del Partido Comunista. Eso mismo ocurría en todo el ámbito del Pacto de Varsovia. Sociedades moribundas que se fueron marchitando mientras el control ahogaba cualquier esperanza de libertad.
El gobierno de Hugo Chávez pretende reeditar esas malévolas experiencias, y lo quiere hacer liquidando las gobernaciones para después introducirnos en este tipo de organización prehistórica y retrógrada. Como es un enemigo jurado del pensamiento libre se plantea convertir a Venezuela en una gigantesca aldea en donde todos dependamos de sus caprichos. Que hasta para lo más mínimo tengamos que arrodillarnos hasta el Rey. Que le rindamos pleitesía como si se tratase de alguna deidad mitológica.
Las gobernaciones son por principio un obstáculo para sus propósitos, sobre todo aquellas que son dirigidas por hombres de convicción democrática, acabar con ellas significa lanzar a millones de venezolanos a la calle, será el desconocimiento de las contrataciones colectivas así como de los sindicatos como instrumento de redención de los trabajadores. La supresión de las corporaciones regionales le dará a Hugo Chávez la posibilidad de acabar con varios frentes con un solo tiro. Liquidar este espacio del Estado que no le gusta ya que le resta protagonismo, al igual que coloca en el foso todo aquello que tenga que ver con reivindicaciones de los trabajadores. Para esto necesita apoderarse de las gobernaciones, cuenta con su stop de candidatos títeres que mueve con los hilos malolientes de la impudicia, asimismo ocurre con sus organizaciones sindicales, verdaderos holgazanes que medran en la gigantesca ubre oficial. Eso mismo pudiera ocurrir con las alcaldías y concejos municipales, todos bajo la bota del militar correlón de Sabaneta. Allí está el precedente de las juntas parroquiales, olvidadas entre el promontorio de escombros jurídicos y políticos que deja regado el régimen.
Seguramente disfrazarán a las comunas para presentarlas como una verdadera expresión del pueblo desde su raíz. Como fábula no deja de tener su encanto: las comunidades teniendo el poder de decisión, escribiendo su propio destino y haciendo de esta acción un camino para la igualdad y el progreso para todos. El señuelo tiene un enganche natural que cautiva a los incautos. Sin embargo, la realidad nos indicará que detrás de esta supuesta igualdad social, están los intereses totalitarios. La comuna es entregarle el destino de millones a Hugo Chávez, para que haga lo que le dé la gana. El craso error de los ingenuos que fueron y sufragaron por su opción el pasado 7 de octubre. Las comunas fracasaron en todas partes del mundo, traerlas al escenario venezolano es una inequívoca señal de vivir en el primitivismo.
El gobierno de Hugo Chávez pretende reeditar esas malévolas experiencias, y lo quiere hacer liquidando las gobernaciones para después introducirnos en este tipo de organización prehistórica y retrógrada. Como es un enemigo jurado del pensamiento libre se plantea convertir a Venezuela en una gigantesca aldea en donde todos dependamos de sus caprichos. Que hasta para lo más mínimo tengamos que arrodillarnos hasta el Rey. Que le rindamos pleitesía como si se tratase de alguna deidad mitológica.
Las gobernaciones son por principio un obstáculo para sus propósitos, sobre todo aquellas que son dirigidas por hombres de convicción democrática, acabar con ellas significa lanzar a millones de venezolanos a la calle, será el desconocimiento de las contrataciones colectivas así como de los sindicatos como instrumento de redención de los trabajadores. La supresión de las corporaciones regionales le dará a Hugo Chávez la posibilidad de acabar con varios frentes con un solo tiro. Liquidar este espacio del Estado que no le gusta ya que le resta protagonismo, al igual que coloca en el foso todo aquello que tenga que ver con reivindicaciones de los trabajadores. Para esto necesita apoderarse de las gobernaciones, cuenta con su stop de candidatos títeres que mueve con los hilos malolientes de la impudicia, asimismo ocurre con sus organizaciones sindicales, verdaderos holgazanes que medran en la gigantesca ubre oficial. Eso mismo pudiera ocurrir con las alcaldías y concejos municipales, todos bajo la bota del militar correlón de Sabaneta. Allí está el precedente de las juntas parroquiales, olvidadas entre el promontorio de escombros jurídicos y políticos que deja regado el régimen.
Seguramente disfrazarán a las comunas para presentarlas como una verdadera expresión del pueblo desde su raíz. Como fábula no deja de tener su encanto: las comunidades teniendo el poder de decisión, escribiendo su propio destino y haciendo de esta acción un camino para la igualdad y el progreso para todos. El señuelo tiene un enganche natural que cautiva a los incautos. Sin embargo, la realidad nos indicará que detrás de esta supuesta igualdad social, están los intereses totalitarios. La comuna es entregarle el destino de millones a Hugo Chávez, para que haga lo que le dé la gana. El craso error de los ingenuos que fueron y sufragaron por su opción el pasado 7 de octubre. Las comunas fracasaron en todas partes del mundo, traerlas al escenario venezolano es una inequívoca señal de vivir en el primitivismo.
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