JUAN MARTIN ECHEVERRÍA| EL UNIVERSAL
domingo 2 de junio de 2013 12:00 AM
Cuánto tiempo puede China mantener el libreto de un modelo económico tremendamente capitalista y un modelo político comunista? En ese mismo orden de ideas el régimen venezolano es involutivo, desconoce las minorías y cabalga sobre una capa de hielo cada vez más delgada, dándose el lujo de ignorar a los sindicatos, estudiantes y a la clase media, pero se acuerda con los empresarios cuando se le cae el techo encima y el barco comienza a hacer aguas. En ese escenario el pesimista afirma que pronto se acomodarán las cosas y volveremos al indefinible socialismo del siglo XXI, mientras el optimista sostiene que el viraje gubernamental, aunque no es ideológico, es un producto irreversible de la situación económica y social. Es mucho el enfermo que en terapia intensiva se ha salvado, e igual número se ha ido al más allá.
Basta revisar las encuestas para saber que la gran mayoría no quiere ser gobernada por Cuba y la famosa historia del espionaje no le hace bien a nadie, ni siquiera a quien haya utilizado la grabación para marcar diferencia interna: lo que se revela es traición a la patria en todas sus letras y de conformidad con todas las legislaciones del mundo. Por ello esa presunta rendición de cuentas es torpe y rodeada de un conjunto de circunstancias que dejan mal a la nación y a los actores de esta tragedia aberrante: es cuestionable tanto desde el punto de vista moral como social, cosechar miles de millones de dólares y regalarlos, mientras en paralelo se pierden millares de puestos permanentes de trabajo, que se hacen realidad en otros países.
Es que es casi imposible para un socialismo que le gustan los reales y la improvisación, convivir con la mística en el trabajo y la planificación, todo eso implica que los cambios económicos van a repercutir en lo político, también en la pauta de las reformas sociales y no será fácil poner el freno de la represión, después que la brújula oscile un poco y apunte hacia el norte del progreso, los derechos humanos, la creación de empleos, la seguridad personal y la eficiencia en la acción de gobierno, presionada por los acontecimientos y el espejo del sector privado que facilita la sobrevivencia del náufrago en medio de la tempestad. Me he preguntado muchas veces por qué el régimen fracasa y tengo a mano dos respuestas, la primera porque hacen lo que les da la gana y pisotean la Constitución, en vez de limitarse a hacer lo que se necesita hacer; y la segunda, porque se requiere humildad y buena comunicación para entender los mensajes que envía la población. La democracia es enemiga del monólogo y acérrima defensora de las minorías y la pluralidad.
Tiene razón Fernando Mires, cuando nos dice que en cierta forma el régimen ha ido preparando el crecimiento personal, la ruta y la progresión de Henrique Capriles: esta es la oportunidad de lograr la reconciliación de la nación y la transformación de las masas en ciudadanos incorporados a la democracia política. Crecen los espacios de la oposición, su preparación, motivación y capacidad de posicionarse en beneficio de todos.
Basta revisar las encuestas para saber que la gran mayoría no quiere ser gobernada por Cuba y la famosa historia del espionaje no le hace bien a nadie, ni siquiera a quien haya utilizado la grabación para marcar diferencia interna: lo que se revela es traición a la patria en todas sus letras y de conformidad con todas las legislaciones del mundo. Por ello esa presunta rendición de cuentas es torpe y rodeada de un conjunto de circunstancias que dejan mal a la nación y a los actores de esta tragedia aberrante: es cuestionable tanto desde el punto de vista moral como social, cosechar miles de millones de dólares y regalarlos, mientras en paralelo se pierden millares de puestos permanentes de trabajo, que se hacen realidad en otros países.
Es que es casi imposible para un socialismo que le gustan los reales y la improvisación, convivir con la mística en el trabajo y la planificación, todo eso implica que los cambios económicos van a repercutir en lo político, también en la pauta de las reformas sociales y no será fácil poner el freno de la represión, después que la brújula oscile un poco y apunte hacia el norte del progreso, los derechos humanos, la creación de empleos, la seguridad personal y la eficiencia en la acción de gobierno, presionada por los acontecimientos y el espejo del sector privado que facilita la sobrevivencia del náufrago en medio de la tempestad. Me he preguntado muchas veces por qué el régimen fracasa y tengo a mano dos respuestas, la primera porque hacen lo que les da la gana y pisotean la Constitución, en vez de limitarse a hacer lo que se necesita hacer; y la segunda, porque se requiere humildad y buena comunicación para entender los mensajes que envía la población. La democracia es enemiga del monólogo y acérrima defensora de las minorías y la pluralidad.
Tiene razón Fernando Mires, cuando nos dice que en cierta forma el régimen ha ido preparando el crecimiento personal, la ruta y la progresión de Henrique Capriles: esta es la oportunidad de lograr la reconciliación de la nación y la transformación de las masas en ciudadanos incorporados a la democracia política. Crecen los espacios de la oposición, su preparación, motivación y capacidad de posicionarse en beneficio de todos.
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