MIGUEL BAHACHILLE M.| EL UNIVERSAL
lunes 2 de septiembre de 2013 12:00 AM
Quien nada tiene que ocultar respecto a la corrupción, no requiere de coartadas como un estatuto habilitante para combatirla. El que carece de toda culpa no debe insistir en el encasillamiento de la pesquisa y las penalidades a que diera lugar cualquier despropósito confiriendo "poderes especiales" a una sola persona, por demás inadecuada e inexperta. Se alarmará el deshonesto; aquel que persiste en cubrir sus desaguisados amparándose en auspicios torcidos como la pretendida ley especial. ¿No encaja este vago mazacote jurídico a la medida de corruptos evasores de los controles institucionales?
El gobierno ha desestimado durante 14 años toda indagación sobre cualquier ilícito administrativo dentro de sus ringleras sin importar que el vecino común padezca las secuelas de esos actos que lo vejan. La corrupción que se percibe hasta en el aire trastoca el orden moral de la familia y el ámbito laboral de una mayoría esforzada por subsistir dentro de esta crisis. Ahora "el nuevo jefe", ungido por una divina conciencia responsable, pretende conferirse el rol de Mesías para señalar a los pecadores y exonerar a los cristalinos como Diosdado y Carreño. Ya ha habido experiencias similares en otros ámbitos como la ley antiterrorismo aplicada sólo para limitar la libertad de prensa.
El pueblo preferiría que "el elegido" empleara sus dotes divinos para batallar (término preferido por el actual militarismo) contra los abusos impuestos por la alta coyuntura bajo su patrocinio. También para echar una miradita a los auténticos conflictos como la crisis monetaria, subida de los precios, depreciación del bolívar, caos del tráfico, alto índice de criminalidad, mal funcionamiento del sistema educativo, ruina hospitalaria, entre otro montón de apremios que afectan por igual a toda la sociedad.
La presidencia de Nicolás, conferida velozmente por un árbitro que negó la revisión legítima solicitada por la MUD, hace que por debilidad de su proclamación y ejercicio germinen fuerzas ocultas con intereses particulares que impiden cualquier pesquisa seria contra la corrupción. ¿Sancionarán los actos ilícitos a que dieren lugar contra personas de su entorno que, por ahora, lo acompañan? Cualquier amago de castigar a los corruptos pierde valor ético y práctico si se realiza a destajo sólo hacia el adversario político y bajo subterfugios forzaditos, como ocurrió con Mardo.
Por otra parte los medios están sometidos, oculta o abiertamente, a todo tipo de presiones cuando corren la cortina para mostrar algún acto de corrupción. El régimen no se aprovecha de la denuncia para sacarla en limpio, aplicar la ley y sancionar. Por el contrario, arremete contra el denunciante como ocurrió con Globovisión. La emisora fue sometida a fuertes presiones hasta que se reventó la cuerda que la sostenía y ahora cayó en manos dóciles que no sienten ni ven cómo el contexto social y económico del país se deteriora aceleradamente a nivel nacional e internacional.
Así pues, el camuflaje oficial para ocultar la corrupción arrinconando a los medios que la denuncian, lejos de minimizarla, la potencian. La congelación noticiosa de Globovisión no fue un éxito del gobierno sino una tragedia para la libertad de expresión y un adorno para los laureles de "los picadores" desbocados. Por otra parte, con la muerte de esa planta se desata el sainete gubernativo y se curten más coartadas para justificar los reveses: "caso Amuay".
¿Cuánto más podrá resistir el país la práctica falseada de una administración inepta que sobrevalúa su propio grupo motivado por eufemismos y prejuicios desfigurados? La ofuscación simulada por La Patria tiene el único propósito de esconder el conjunto de trances amargos que debe soportar el país. El shock de un futuro fructífero prometido por Chávez, se ha convertido velozmente en shock de un presente cruel encarnado por escasez, muerte, anarquía, corrupción, impericia y represión. Así pues, habilitar qué y para qué.
El gobierno ha desestimado durante 14 años toda indagación sobre cualquier ilícito administrativo dentro de sus ringleras sin importar que el vecino común padezca las secuelas de esos actos que lo vejan. La corrupción que se percibe hasta en el aire trastoca el orden moral de la familia y el ámbito laboral de una mayoría esforzada por subsistir dentro de esta crisis. Ahora "el nuevo jefe", ungido por una divina conciencia responsable, pretende conferirse el rol de Mesías para señalar a los pecadores y exonerar a los cristalinos como Diosdado y Carreño. Ya ha habido experiencias similares en otros ámbitos como la ley antiterrorismo aplicada sólo para limitar la libertad de prensa.
El pueblo preferiría que "el elegido" empleara sus dotes divinos para batallar (término preferido por el actual militarismo) contra los abusos impuestos por la alta coyuntura bajo su patrocinio. También para echar una miradita a los auténticos conflictos como la crisis monetaria, subida de los precios, depreciación del bolívar, caos del tráfico, alto índice de criminalidad, mal funcionamiento del sistema educativo, ruina hospitalaria, entre otro montón de apremios que afectan por igual a toda la sociedad.
La presidencia de Nicolás, conferida velozmente por un árbitro que negó la revisión legítima solicitada por la MUD, hace que por debilidad de su proclamación y ejercicio germinen fuerzas ocultas con intereses particulares que impiden cualquier pesquisa seria contra la corrupción. ¿Sancionarán los actos ilícitos a que dieren lugar contra personas de su entorno que, por ahora, lo acompañan? Cualquier amago de castigar a los corruptos pierde valor ético y práctico si se realiza a destajo sólo hacia el adversario político y bajo subterfugios forzaditos, como ocurrió con Mardo.
Por otra parte los medios están sometidos, oculta o abiertamente, a todo tipo de presiones cuando corren la cortina para mostrar algún acto de corrupción. El régimen no se aprovecha de la denuncia para sacarla en limpio, aplicar la ley y sancionar. Por el contrario, arremete contra el denunciante como ocurrió con Globovisión. La emisora fue sometida a fuertes presiones hasta que se reventó la cuerda que la sostenía y ahora cayó en manos dóciles que no sienten ni ven cómo el contexto social y económico del país se deteriora aceleradamente a nivel nacional e internacional.
Así pues, el camuflaje oficial para ocultar la corrupción arrinconando a los medios que la denuncian, lejos de minimizarla, la potencian. La congelación noticiosa de Globovisión no fue un éxito del gobierno sino una tragedia para la libertad de expresión y un adorno para los laureles de "los picadores" desbocados. Por otra parte, con la muerte de esa planta se desata el sainete gubernativo y se curten más coartadas para justificar los reveses: "caso Amuay".
¿Cuánto más podrá resistir el país la práctica falseada de una administración inepta que sobrevalúa su propio grupo motivado por eufemismos y prejuicios desfigurados? La ofuscación simulada por La Patria tiene el único propósito de esconder el conjunto de trances amargos que debe soportar el país. El shock de un futuro fructífero prometido por Chávez, se ha convertido velozmente en shock de un presente cruel encarnado por escasez, muerte, anarquía, corrupción, impericia y represión. Así pues, habilitar qué y para qué.
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