27 Noviembre, 2013
“Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno por el cual votaron”. Alberto Moravia, pseudónimo de Alberto Pincherle (1907- 1990), escritor y periodista italiano.
Los venezolanos estamos metidos en lo que los españoles llamarían “un follón”. Es decir, lo que en criollo es “un tremendo p.o”.
Cuando el barco nacional se va a pique, como tiene que ser cuando los comandantes no solo ignoran matemáticas elementales sino que patean a quienes intentan enseñársela, entonces evaden su responsabilidad y culpan a quienes durante 15 años han anunciado el naufragio.
El problema es que el poder es tan adictivo que quienes lo detentan luchan por quedarse allí para siempre. Ellos o sus herederos. El que tenemos ahora recibió el mandato testamentario de su comandante supremo de mantener “la revolución” (que no es más que un desgobierno inepto) al costo que fuese. Y él, tan obediente -por eso justamente lo nombraron heredero- está haciendo hasta lo impensable por conservar el trono.
Que nadie se engañe: esta destrucción masiva de la confianza de los inversionistas, del derecho de propiedad, del libre comercio y hasta de la legalidad constitucional es la medida estratégica adoptada para que un pueblo que está sufriendo una inflación del 52% y ve como sus bolívares se le vuelven aire, crea que ellos ( que por cierto son los que provocaron el problemón) están luchando contra unos corruptos y usureros para defender cual Robin Hood, “el libre acceso a los bienes que tiene el pueblo soberano”. Hay por supuesto, gente más ignorante que ellos que creen en esta defensa popular. Pero lamento decepcionarlos, porque la triste historia es que, al igual que todos los políticos, están comprando el voto con esta demagogia de peligrosísimas consecuencias sobre la productividad y el abastecimiento nacional.
La práctica no es inédita: los adecos repartían planchas de zinc y bloques. Los copeyanos bolsas de comida y promesas de casitas. Pero a lo que nunca se atrevieron fue a tomar lo ajeno, destruir décadas de trabajo, sembrar anarquía y garantizar impunidad. Esto ha hecho el gobierno para con la demagogia electorera de la lucha anticorrupción ganar votos. Después de cada destrucción de una gran firma comercial, consultan las encuestas a ver cuántos puntos subieron.
Lo terrible de estas acciones es que no se reversan. Sus consecuencias están advertidas por quienes sí son economistas, políticos, abogados o periodistas profesionales. El desabastecimiento y un imparable proceso inflacionario que trataran de frenar con una nueva devaluación, están a la vuelta de la esquina, porque el sistema económico y financiero venezolano esta herido de muerte, desprovisto de respaldo monetario, despojado de la indispensable confianza de los inversionistas.
Cierran puertas y ventanas y lanzan pedazos de carne para que las fieras los devoren, sin saber que puede ser su último alimento. Todo por ganar las elecciones del 8 de diciembre, todo por mantener el control a costa de lo que sea.
El vocabulario de tirano bananero (en este caso, petrolero), la supina ignorancia que adorna el discurso oficial, el desprecio por el conocimiento, por la educación, por los modales, por los valores, hablan del fango que se sacó a flote para arropar las bondades de este país y de su gente.
La Venezuela decente lucha por liberarse de esta ignominiosa patota que medra en el poder intentando eternizarse a través de su fraudulenta revolución. La oposición, siendo mayoría, tiene minoría de diputados en la Asamblea Nacional gracias a triquiñuelas propias de los malvados, a quienes poco importa la voluntad popular y no muestran ningún respeto por venezolanos que le llevan una morena en conocimientos, honestidad y algo que tal vez no entiendan: nivel.
Esgrimen un corazón como símbolo patriota y son más vengativos que los arawacos, más implacables que el Tirano Aguirre y más sordos que una estatua. El país se desangró en una huelga que no fue petrolera como tratan de etiquetarla, fue la huelga del país trabajador, demócrata, desarrollista, que veía venir la debacle que ahora nos castiga. Y sin embargo, no prosperó un diálogo, no se enmendó el camino de la infamia de prostituir a Pdvsa para financiar esa revolución de pacotilla guiada por el castrismo.
No hubo ni un gesto de piedad hacia los muertos de la Plaza Altamira, entre los que estaban una joven de 17 años y un querido profesor universitario. Se castigo con cárcel y destierro a militares que llegaron a esa situación por negarse a dar un golpe militar (como sí hizo el finado y la democracia cometió el grave error de perdonarlo) y tratar la vía de la renuncia como alternativa pacífica. Ni una palabra de condolencia para los deudos de opositores asesinados por hordas de chavistas fanáticos que defienden su impunidad a costa de sangre inocente. Tampoco hubo corazón ni compasión hacia Franklin Brito, cuya única petición era que le devolvieran un pedacito de tierra de su propiedad, mientras el régimen expropiaba y daba a sus seguidores grandes fincas y entregaba a China y Bielorrusia las mejores tierras del país.
Y qué podemos decir de los casos de la Juez María Afiuni, a quien a pesar de no habérsele comprobado ningún delito, tiene 4 años sometida a un juicio por orden del finado. O el caso del comisario Simonovis, que gracias a un juicio amañado y sin pruebas de culpabilidad, cumple una pena de 30 años que lo está llevando a la muerte.
Un gobierno democrático que tenga presos políticos, exilados y una oposición duramente perseguida y castigada, no es tal. Un gobierno democrático cuyo presidente ordena cárcel y a cada paso amenaza con poner preso a quien no le obedezca, no es tal. Un gobierno que se permite usar a la Fuerza Armada para gobernar militarmente y detiene ciudadanos sin juicio, sin razones y luego los suelta sin explicaciones, es un régimen que imita las más arcaicas dictaduras que ha sufrido el planeta.
Jamás ha tenido el régimen un gesto de amor y de protección, como es su constitucional obligación, hacia venezolanos que no compartan su ideología. Ni siquiera la muerte de su líder los asusta, mientras que la oposición sí siente temor hacia el carácter maléfico que se transparenta en miradas, palabras, amenazas y acciones carentes de humanidad.
Es la eterna lucha del bien contra el mal, que aunque luzca muy novelesco, es tal cual lo que ha venido pasando en la historia de las naciones: grupos que no se han detenido ni siquiera en el genocidio para lograr apoderarse de un país.
Ningún gobierno que obligue a más de un millón de sus ciudadanos al exilio, por razones políticas, de seguridad o de oportunidades (en cualquiera de esos casos el gobierno no cumplió con sus obligaciones hacia ellos); ningún gobierno que arruine su aparato productivo; ningún gobierno que exponga al país a los más bajos índices de desarrollo social, educacional, de salud, de seguridad, puede ser un buen gobierno ni convenirle a ninguna nación.
Y este es el follón: están enquistados, manejando todos los poderes y los recursos, amañando las leyes y con la “tendencia irreversible” a favor. Quienes creemos en la Venezuela buena pensamos que estos no pueden ser mayoría, pero hay que demostrarlo.
La Venezuela buena tiene un proceso de despojo, de cansancio, de escepticismo, que es justamente lo que los enquistados quieren que predomine, para lograr su finalidad inmediata que es triunfar avasallantemente en las elecciones municipales.
Siempre he dicho que no hay peor diligencia que la que no se hace: hay que votar masivamente, hay que ocupar los espacios, no hay que cejar en dar la batalla por lo que creemos y deseamos. Cuando siento que las fuerzas se esfuman ante tanta maldad copando la escena, pienso en mis padres que han trabajado tanto para hacerme una mujer de bien, en mis ancestros, que se arraigaron en este suelo sembrando una familia y unos valores. Y pienso en aquel caraqueño que recorrió cientos de miles de kilómetros a lomo de caballo, atravesó los Andes, dio la pelea en batallas, en congresos, invadió, escribió, arengó y dejó la vida luchando por su sueño. Eso es ser venezolano de verdad y es la hora de ejercer como tales.
Charitorojas2010@hotmail.com
Twitter: @charitorojas
Aquí entre nos
* Muchos dudaron del regreso de Miguel Cocchiola, pese a que Enzo Scarano, jefe de la MUD en Carabobo, Alcalde de San Diego y amigo personal del diputado aspirante a la Alcaldía de Valencia, asegurara el retorno. Las ofensivas palabras de Maduro, Cabello, Carreño y otros personeros, que ofrecen cárcel para el empresario, acusándolo de usura y amenazando con allanarle su inmunidad parlamentaria, provocaron que peligrosos fanáticos, utilizando todas las vías de comunicación formal y virtual, amenazaran atentar contra la vida de Cocchiola y su familia.
*El regreso se vio conmocionado por sucesos violentos. Sobre las 2 la tarde, grupos de choque del Psuv, presuntamente comandados por Gilberto Ceballos, director regional del Intt Carabobo, llegaron a los puntos de encuentro donde el pueblo esperaba ver pasar la caravana. En la esquina de la Espiga de Oro de la Isabelica, unos 100 motorizados armados con cabillas, cuchillos y armas de fuego, gritaban todo tipo de improperios e hirieron a 11 personas. Dicen los testigos que los agresores estaban custodiados por 3 patrullas de la Policía de Carabobo que no intervinieron para detener la violencia. Hasta ahora las autoridades no tienen ningún agresor detenido. Están demasiado ocupados en poner presos a comerciantes.
*Félix Seijas, Presidente de la encuestadora Ivad desmintió a Francisco Ameliach, negando que encuesta alguna de ellos diera a el candidato del gobernador, Miguel Flores, como ganador de la Alcaldía de Valencia. Lo cierto es que Cocchiola aparece punteando en las encuestas. Pero no hay que confiarse: fortalecer la unidad, dejar de pescuecear y llevar a todo el mundo a votar serán las claves del triunfo.
*El CNP está alerta ante la oleada de represión que ha desatado el gobierno contra periodistas y medios. En la última semana el director de El Mundo fue despedido, dicen que por no seguir la línea política de los nuevos dueños; los directivos del Bloque De Armas y la directora de 2001 fueron citados en el caso del juicio que sigue el gobierno contra el periódico por titular que la gasolina escasea. El Ministro Rodríguez Torres ordenó una investigación contra El Universal porque a él le parece que una foto de portada tiene malas intenciones, o sea, un claro juicio condenatorio contra el trabajo editorial de un medio. Y ahora Jorge Rodríguez denuncia a Tal Cual por una caricatura suya. Esta mala semana para la libertad de información es la arbitraria detención del periodista de DAT TV Luis Guillermo Carvajal, por parte de guardias nacionales que lo agredieron física y verbalmente, tratando de impedir su cobertura de la llegada de Cocchiola. Verdaderamente intolerable. Tal vez el gobierno tenga asuntos más importantes qué hacer, como solucionar la crisis eléctrica o perseguir delincuentes, en lugar de perseguir periodistas.
Hasta el próximo miércoles.
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