En: Recibido por email
Alberto Barrera Tyszka
Cambio una revolución por una licuadora. Por fin el paraíso ha llegado
a nosotros. Ahora resulta que consumir nos devuelve la autoestima, que
comprar barato o comprar sin pagar nos da seguridad en nosotros
mismos, nos afirma como pueblo. El socialismo del siglo XXI es el
antiguo consumismo del siglo XX. Devuélvanse. La utopía queda atrás.
Los hijos de Bolívar son capaces de hacer 30 horas de cola para
obtener un televisor rebajado. Y algunos miembros de la Fuerza Armada,
revolucionaria y antimperialista, son capaces de organizar las filas y
cobrar algún dinero por los cupos. Y, del otro lado de la vitrina, los
comerciantes son capaces de esconder la mercancía o de ponerse a
re-remarcar los precios a una velocidad insospechada. Y el gobierno,
mientras tanto, es capaz de declararse víctima de todo este sistema
que él mismo promueve, ordena y controla. Si este proceso tenía algo
de socialista y de izquierda, Nicolás Maduro lo enterró
definitivamente esta semana. En muy pocos días, han convertido la
autoproclamada revolución en un gran festival de homenaje al
capitalismo. Ahora, la Venezuela saudita es su bandera.
Es evidente que no se trata de un plan sino de un desespero. Ven venir
el colapso total de todos sus gobiernos y quieren salvarse. No saben
cómo hacer para que ese 50% de inflación no los manche. Basta con
realizar un seguimiento de las declaraciones oficiales para darse
cuenta de que solo tienen un hipo discursivo. El presidente llama un
día a ahorrar, al día siguiente nos insta a consumir de cualquier
manera, hasta dejar limpios los anaqueles; luego amenaza a
comerciantes y empresarios, después los invita a que inviertan en el
país; más tarde nos pide que denunciemos a los saqueadores… Maduro
practica un extraño aerobics retórico que cambia radicalmente de
rutina cada dos segundos. Sus colaboradores lo siguen con entusiasmo.
El vicepresidente declara que el dólar paralelo es una “ficción”. El
ministro de Comercio afirma que la inflación es “el resultado de una
estrategia de la oposición”. Nadie entiende nada. Necesitamos
urgentemente un nuevo Órgano Superior de Traducción Simultánea.
Creo que todos estamos de acuerdo: los especuladores deberían ser
perseguidos y castigados. Pero no dejemos fuera al gobierno, que lleva
años viviendo y beneficiándose de la especulación. Que con un barril a
más de 100 dólares diseña su presupuesto a 60 y jamás nos rinde
cuentas claras sobre lo que hace o no hace con los otros 40 Bolívares
. Que nunca ha sido transparente y nos ha comunicado la lista de
empresas a la que les otorga millones de dólares. Peor aún: que ha
despedido a aquel funcionario que se ha atrevido a denunciar las
empresas fantasmas a las que se les dieron más de 20.000 millones de
dólares. Ese es nuestro gran especulador. El gobierno que recibe y
distribuye las divisas. Que cambia y juega a su antojo con el dinero.
El gobierno que tiene y ha tenido todo el poder para consolidar un
nuevo sistema de privilegios cuyas distorsiones ahora empezamos a
sufrir. El mercado negro es rojo. El dólar negro es rojo. La
especulación es, también, roja rojita.
¿Alguien recuerda, ahora, cómo se llenaban la boca hablando de los dos
modelos, convocando al país a un profundo debate ideológico? Puro
descaro. Pura sinvergüenzura vestida de Alí Primera. La revolución
bolivariana terminará siendo solo un gran negocio. El socialismo del
siglo XXI se está descascarando. Cada vez tiene menos maquillajes.
Necesita secuestrar y encarcelar a periodistas. Como lo hizo en estos
días con Jim Wyss, reportero del Miami Herald. Necesita la vulgar
complicidad del CNE, que sigue sin pronunciarse sobre el decreto
oficial del 8D como “Día de la lealtad a Chávez”. Necesita sobornar o
extorsionar a diputados, realizar maniobras oscuras, para desconocer
cada vez más la voluntad del pueblo. ¿Acaso eso no es usura? ¿Acaso no
nos están robando, día a día, el Estado y la democracia?
No comments:
Post a Comment