José Guerra
13 Noviembre, 2013
Zimbabue, la antigua Rodesia, sufrió una de las mayores hiperinflaciones de las que se han conocido. Tal vez solamente superada por la que padeció Hungría en julio de 1946 con 42.000 billones por ciento, lo que equivale a decir que los precios se duplicaban dos veces al día. Venezuela no va a tener la inflación que tuvo Zimbabue pero está aplicando las mismas políticas que implementó ese país africano. Para que se tenga una idea de lo que fue el alza de precios en aquella nación, en 2008, la tasa de inflación anual alcanzo a 89.700 trillones por ciento, número este que no cabe en nuestra codificación mental y para ello es mejor expresarlo de esta forma: los precios se duplicaban de un día para otro, a una escala geométrica. Ello equivalente a decir que si alguien compraba un pan un lunes en Bs 2,0, el próximo lunes ese mismo pan pasaría a costar Bs. 356,0.
El libreto de la hiperinflación se tradujo al público cuando el presidente Mugabe comenzó a culpar a los extranjeros y a los comerciantes por la escalada de los precios a quienes acusaba de montar una conspiración para derrocarlo. En un acto de desesperación el Banco Central de Zimbabue declaró ilegal la inflación y congeló los precios de los bienes de primera necesidad por tres meses, entre marzo y junio de 2007. Esta medida se tradujo escasez, lo que agravó todavía más la inflación. En un paso más adelante, en agosto de 2007, las autoridades policiales arrestaron a ejecutivos de varias empresas acusándolos de haber aumentado los precios.
En Venezuela, se reformó la Ley del BCV en junio de 2005, modificación esta conocida como la reforma León-Cabezas por haber sido Armando León, director del BCV y Rodrigo Cabezas, entonces ministro de Finanzas sus impulsores. Esa reforma dinamitó las bases de la estabilidad monetaria de Venezuela al permitir que el BCV traspase al gobierno sus reservas internacionales para que éste las gastes. Ello obviamente debilitó al bolívar y propició una elevación de los precios. Con base en esa reforma, en 2009 y 2010 se produjeron dos nuevos cambios a la Ley del BCV para permitir ya de manera abierta que el BCV emitiera dinero para financiar los déficits fiscales. En esta ocasión los artífices de esas reformas fueron Nelson Merentes y Armando León.
Como era de esperarse, la liquidez monetaria comenzó a aumentar rápidamente y entre 2012 y 2005, fecha de inicio del frenesí monetario que provocó la reforma Leon-Cabezas, ese indicador reflejó un aumento acumulado de 892,0%, es decir un crecimiento interanual superior al 120,0%. No hay economía que resista tal inyección de dinero sin que ello se traduzca en una espiral inflacionaria, como efectivamente ha sucedido en Venezuela, a pesar de los controles de cambio y de precios, conforme se aprecia en el gráfico adjunto.
Pero antes de 2005, el gobierno lanzo una ofensiva expropiatoria sobre haciendas, hatos y finas productivas que pasaron a manos del gobierno. No había que ser un versado en temas agro alimentarios para predecir el resultado de tal acción. Efectivamente, la producción cayó verticalmente y ahora Venezuela tiene un déficit alimentario superior a US$ 7.000 millones. Hoy que la inflación se ha domiciliado al interior de la economía, el gobierno recurre al estribillo de culpar a los empresarios por el aumento de los precios y al igual que Mugabe, Maduro ha ordenado una rebaja de los precios de ciertos bienes y el encarcelamiento a algunos directivos de empresas a quienes acusa de usureros, un delito del medioevo. Zimbabue y Venezuela han aplicado políticas parecidas, con la notable diferencia que Venezuela tiene petróleo y los ingresos provenientes de ese mineral le han dado una capacidad para importar algo que no disfruto Zimbabue.
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