La historiadora de Oxford publica «1914. De la paz a la guerra» (Turner), que abre el centenario de la Primera Guerra Mundial
Quiso escribir un libro centrado solo en el verano de 1914, cuando el asesinato en Sarajevo del archiduque austriaco Francisco Fernando desencadenó una guerra que nadie pensó que estallaría. Pero aquellas semanas estivales llevaron a Margaret MacMillan, decana del St. Antony’s College de la universidad de Oxford, a arrancar su investigación en 1900 para explicar en «1914. De la paz a la guerra» (Turner) la mecánica endiablada que arrasó para siempre con la Europa de los imperios.
Conocida por una influyente obra sobre la conferencia de paz de París
de 1919, esta historiadora canadiense, biznieta del primer ministro
liberal británico, David Lloyd George, está ahora en el punto de mira de
los ultranacionalistas serbios por calificar de terrorista a Gavrilo Princip, el magnicida anarquista de Sarajevo. «La historia nos ayuda siempre a pensar en el presente», reflexiona en una entrevista con ABC en su despacho.
-¿Cómo influyó en los acontecimientos que la mayoría de los líderes estuvieran de vacaciones?
-El factor tiempo jugó su papel, por el hecho de
que en esas semanas tenían otra cosa entre sus preocupaciones. El
ministro de Exteriores británico, Edward Grey, estaba observando
pájaros, el presidente francés de vacaciones en el Báltico. Los
británicos aquel verano estaban preocupados sobre todo por la cuestión
irlandesa. Me pareció muy llamativa la poca atención que prestaba «The
Times», por ejemplo, a los acontecimientos en Europa. Como mucho
hablaban del derrocamiento del rey en Albania. Y la opinión pública
francesa estaba centrada en el «affaire Caillaux», la mujer del ministro
de Finanzas que asesinó al director de «Le Figaro».
-¿No se esperaban una guerra?
-No, la sensación dominante era que asistían a una
crisis balcánica más, como las que ya había habido en los años
anteriores, y daban por hecho que se superaría. La secuencia de los
hechos es clave. Aunque las alianzas habían sido reforzadas -Alemania
con Austria-Hungría e Italia por un lado, y Francia, Rusia y Gran
Bretaña por otro-, y aunque todos ellos habían elaborado detallados
planes de guerra, los europeos creían que esta era impensable.
-Los
estados mayores tenían detallados planes de transporte de tropas por
tren a varios frentes. ¿La burocracia bélica hizo el conflicto
inevitable?
-No me atrevo a emplear el término inevitable,
pero sin duda fue uno de los factores que empujaron hacia la guerra. En
1914 todos los países tenían planes ofensivos. Hasta los franceses, que
contaban con fortalezas defensivas notables. Había un culto a la guerra
ofensiva que cuadraba bien con el darwinismo social de la época, según
el cual el conflicto y la competencia entre naciones formaba parte del
orden natural de las cosas. Los minuciosos planes bélicos introducían la
presión de poner la maquinaria en marcha, cualquier día perdido suponía
una desventaja. Y eran inflexibles. Cuando el káiser Guillermo preguntó
a su jefe del Estado Mayor, Helmut von Moltke, si era posible atacar
solo a Rusia, y no a Francia, la respuesta fue negativa. Al zar Nicolás
II le pasó lo mismo cuando sugirió atacar solo Austria-Hungría y no
Alemania.
-Las
personalidades jugaron un papel clave, según su libro. La más obvia es
la del propio archiduque Francisco Fernando, asesinado el 28 de junio de
1914. ¿Mataron al hombre de paz que pudo haber evitado la Gran Guerra?
-Es una gran ironía. No sabemos lo que habría
ocurrido, pero en el pasado el archiduque había defendido que era una
locura atacar a Serbia y provocar así a Rusia, su protectora. Era un
autoritario de la vieja escuela y no me gustan muchas de las cosas que
hizo, pero habría sido una voz de la razón. Alrededor del emperador
Francisco José había muy poca gente razonable. Tenía 84 años, había
estado muy enfermo en primavera, su mujer [la emperatriz Isabel, Sissi]
había sido asesinada, y se quedó solo frente al jefe del Ejército
austriaco, Conrad von Hötzendorf, que había sido siempre un halcón
defensor de la guerra. Las cosas podrían haber sido diferentes también
si hubiera vivido el padre del káiser Guillermo II, Federico III
(1831-1888). El padre de este, Guillermo I, vivió 91 años (1797-1888).
Si Federico III hubiera alcanzado esa edad, la Alemania de 1914 habría
sido muy diferente, porque tenía ideas mucho más liberales que las del
autoritario káiser Wilhelm.
-¿No es irónico que los reyes y emperadores empujaran al continente hacia una guerra que enterró su mundo?
-Veían la guerra como una salida. En muchas partes
de Europa la aristocracia estaba perdiendo posiciones, poder, y muchas
tierras. Los precios agrícolas en esa época comenzaron a bajar muchísimo
por la llegada de productos del nuevo mundo, como Australia y Nueva
Zelanda. Sentían que su modo de vida estaba amenazado, y creían que la
guerra era la forma de restablecer los valores adecuados. La
aristocracia todavía tenía muchos vínculos con el campo, y no se fiaban
de que las clases urbanas estuvieran dispuestas a sacrificarse por su
país. Los militares franceses, por ejemplo, estimaban que un 20% de los
llamados a filas no se presentarían. No fue así. Al final, solo falló el
1%.
-Las elites estaban preparadas para la guerra, ¿lo estaban las masas?
-Mucho más de lo que se pensaba. La ideología del
nacionalismo había permeado las sociedades alemana, británica y francesa
de forma profunda. Cuando estalló la guerra, las opiniones públicas de
cada país estaban convencidas de que estaban siendo atacadas, y que iban
a la guerra por razones legítimas. La nueva opinión pública, los
«lobbies» coloniales, o de la Armada y el Ejército, ejercieron presión
sobre los gobiernos. Lord Salisbury [primer ministro británico
1895-1902] decía que era como tener un asilo de lunáticos acechándote.
-El
gatillo del conflicto fue apretado en Sarajevo por un anarquista. Su
lista de magnicidios es sorprendente: el presidente francés Carnot, el
rey Umberto de Italia, el presidente William McKinley de EE.UU., Cánovas
y Canalejas en España. ¿Qué papel jugaron?
-Agravaron la inestabilidad en Europa. Hubo
momentos de auténtico pánico, épocas en que los restaurantes del centro
de París estaban vacíos por miedo a los atentados, aunque no eran
indiscriminados como los del yihadismo. Se influenciaban unos a otros.
Joven Bosnia [la organización terrorista de Princip] estaba muy
influenciada por el anarquismo italiano. Estoy recibiendo muchos emails
rabiosos de serbios por calificar de terrorista a Princip. Dicen que es
un luchador por la libertad.
-¿Qué les contesta?
-Que es un terrorista porque podía haber utilizado
métodos diferentes, aunque a la mayoría no les contesto porque son muy
ofensivos, te llaman mentirosa, desgraciada… En ciertos círculos
nacionalistas serbios, Princip sigue siendo un héroe nacional.
-¿Fue justo culpar a Alemania?
-La cláusula del Tratado de Versailles de 1919 no
habla de culpa sino de responsabilidad, como la base para las
reparaciones de guerra. Inicialmente los dos principales beneficiarios
debían ser Francia y Bélgica y, siendo justos, en esos dos casos
Alemania fue responsable de atacarles. Nuevas investigaciones históricas
han ido demostrando que, a medida que los alemanes avanzaban y vaciaban
Bélgica de ganado, comida y oro, forzaron a muchos belgas a realizar
trabajos forzados en Alemania.
-Pero, ¿empezó Alemania la guerra?
-Alemania y Austria-Hungría tuvieron una gran
contribución, entre las dos, a que Europa diera el último paso hacia el
precipicio. Más que las otras naciones, porque estaban más preparadas a
arriesgarse a una guerra. Cuando Austria-Hungría lanzó el ultimátum a
Serbia eran muy conscientes del riesgo de que Rusia acudiera en ayuda de
Belgrado. Y, cuando Alemania le dio un cheque en blanco a
Austria-Hungría, sabían muy bien que podía ocurrir. Sin embargo, creo
que Rusia también es responsable porque no tenía por qué movilizarse en
todos los frentes. Algunos defienden que Francia también tiene su parte
de responsabilidad por empujar a la guerra a su aliada Rusia, pero creo
que no tenemos datos suficientes sobre las conversaciones aquel verano
entre el presidente francés, Raymond Poincaré, y el zar.
-¿Sigue vigente la cuestión alemana?
-Está viva desde la unificación del país en 1870.
Su geografía es enorme, su capital humano es enorme, sus
infraestructuras, la ética del trabajo, todo eso hace que Alemania sea
muy poderosa. Pero la Alemania de hoy es muy diferente. Hugo Stinnes, un
gran industrial alemán de antes de la Gran Guerra, se quejaba de la
locura de los militares que hablaban todo el rato del dominio de Europa.
Si esperamos, terminaremos por dominar el continente de todas formas,
decía. Y es lo que ha ocurrido, solo que tras un rodeo de dos guerras
mundiales.
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