ANGEL OROPEZA| EL UNIVERSAL
miércoles 20 de noviembre de 2013 12:00 AM
Todo comenzó con la creación de un cuento: los problemas económicos del país no obedecían a la consecuencia lógica de un modelo fracasado y que ha producido los mismos síntomas de inflación y escasez en todas partes donde se ha implantado, sino a una "guerra económica" llevada a cabo por políticos y emprendedores del sector no oficial de la economía. Luego se creó un "Comando Superior Cívico-Militar de la Economía", integrado por la Fuerza Armada, el partido de gobierno, los órganos de inteligencia del Estado, y dirigido por el presidente de la República. Y finalmente se procedió a promulgar la llamada "Operación Reducción de Precios", una orden presidencial que obligaba a que todos los precios de los productos que circulaban y se consumían en el país fueran reducidos a la mitad, y en algunos casos más, y a llevar ante los tribunales a comerciantes, empresarios y todo aquel que se resistiera a acatar la orden del Ejecutivo. La población se volcó sobre las tiendas haciendo inmensas colas frente a algunas, y procediendo a saquear otras. Los observadores y analistas advirtieron que tales medidas eran "pan para hoy y hambre para mañana" y que provocarían un mayor desabastecimiento e inflación. El presidente de la República los acusó de "traidores a la patria" y los amenazó también con encarcelarlos. El año: 2007. El país: Zimbawe. El presidente: Robert Mugabe.
El resultado de aquella locura fue que, al año siguiente, la tasa de desempleo se disparara hasta cerca del 80%, la escasez llevara a la gente a matarse por un artículo de primera necesidad, y la inflación se elevara a un increíble ritmo de 10.000% anual, hasta que Mugabe la prohibió por decreto. Si, usted leyó bien: Mugabe decretó que la inflación no existía y que quien hablara de ella recibiría la cárcel en castigo. Ya en el año 2010, Zimbawe ocupaba el último lugar en el Índice de Desarrollo Humano. Hoy es uno de los países más atrasados y pobres del planeta. El mundo pensaba que tan desastrosa experiencia jamás sería repetida, pero se equivocaron. Maduro nos acaba de poner en el mismo camino.
¿Sabe Maduro realmente lo que está haciendo? No lo sabemos. Pero, conociendo al personaje, la "Misión Mugabe" -seguramente diseñada y ordenada desde La Habana- persigue, por ahora, 3 objetivos inmediatos:
1) Con su grito "que no quede nada en los anaqueles", Maduro ha iniciado un juego peligrosísimo, y es el de -por razones de cálculo electoral- estimular saqueos como un intento de "apropiarse" de la indignación popular y asociarse con ella. En otras palabras, fomenta válvulas "controladas" y sectoriales de escapes a la presión popular y las "orienta" hacia terceros, para así evitar que ocurran en contra del gobierno.
2) Diluir la responsabilidad percibida de la crisis. Las últimas encuestas coinciden en señalar a Maduro como el principal responsable de la escasez y el alto costo de la vida. Era de esperarse que, tarde o temprano, y más en la antesala de unas elecciones que necesita ganar para obtener la legitimación que no logró el 14 de abril, el gobierno enfilara sus baterías hacia otros (sector privado, comerciantes, emprendedores), en un intento por desviar la señalización de responsabilidad que la mayoría le ha venido otorgando sobre las penurias económicas. Con esta jugada, el gobierno crea "nuevos" responsables a quienes acusar, y empuja a la opinión pública a caer en la trampa de dirigir el foco hacia estos supuestos culpables.
3) Generar una conveniente ilusión de consumo preelectoral.
Lo malo para Maduro es que la gente no le cree. ¿Usted se ha preguntado por qué la gente hace unas colas interminables estos días persiguiendo los artículos rebajados "a juro"? Simplemente porque sabe como es este gobierno, sabe que esto es porque hay elecciones ahorita, y está aprovechando -mientras puede- una jugada que busca sólo beneficiar a los que gobiernan. El pueblo sabe que el año que viene no va a conseguir nada o lo va a conseguir carísimo. Si creyera el cuento que esto inicia una etapa de mayor productividad, más productos en los anaqueles y precios más baratos, no hicieran cola hoy. Las colas son la mejor demostración que la gente no cree ni confía en el gobierno.
Por eso, el lema que se está imponiendo poco a poco es: agarre su plasma, agarre su lavadora o su batería, y luego cóbrele al gobierno no sólo una pésima gestión hasta ahora, sino además el insulto de que crean que usted tiene precio, que a usted lo pueden comprar con una lavadora o un televisor.
Pero lo más importante: no deje de votar. Eso sí sería un suicidio. Lo que está pasando luce claramente como la fase terminal de un modelo agotado. Pero el final no es ni automático, ni seguro, ni irreversible. Lo que puede darle oxígeno a un gobierno que está boqueando, es que usted no vote. No permita que la sombría experiencia de Zimbawe se repita en Venezuela.
El resultado de aquella locura fue que, al año siguiente, la tasa de desempleo se disparara hasta cerca del 80%, la escasez llevara a la gente a matarse por un artículo de primera necesidad, y la inflación se elevara a un increíble ritmo de 10.000% anual, hasta que Mugabe la prohibió por decreto. Si, usted leyó bien: Mugabe decretó que la inflación no existía y que quien hablara de ella recibiría la cárcel en castigo. Ya en el año 2010, Zimbawe ocupaba el último lugar en el Índice de Desarrollo Humano. Hoy es uno de los países más atrasados y pobres del planeta. El mundo pensaba que tan desastrosa experiencia jamás sería repetida, pero se equivocaron. Maduro nos acaba de poner en el mismo camino.
¿Sabe Maduro realmente lo que está haciendo? No lo sabemos. Pero, conociendo al personaje, la "Misión Mugabe" -seguramente diseñada y ordenada desde La Habana- persigue, por ahora, 3 objetivos inmediatos:
1) Con su grito "que no quede nada en los anaqueles", Maduro ha iniciado un juego peligrosísimo, y es el de -por razones de cálculo electoral- estimular saqueos como un intento de "apropiarse" de la indignación popular y asociarse con ella. En otras palabras, fomenta válvulas "controladas" y sectoriales de escapes a la presión popular y las "orienta" hacia terceros, para así evitar que ocurran en contra del gobierno.
2) Diluir la responsabilidad percibida de la crisis. Las últimas encuestas coinciden en señalar a Maduro como el principal responsable de la escasez y el alto costo de la vida. Era de esperarse que, tarde o temprano, y más en la antesala de unas elecciones que necesita ganar para obtener la legitimación que no logró el 14 de abril, el gobierno enfilara sus baterías hacia otros (sector privado, comerciantes, emprendedores), en un intento por desviar la señalización de responsabilidad que la mayoría le ha venido otorgando sobre las penurias económicas. Con esta jugada, el gobierno crea "nuevos" responsables a quienes acusar, y empuja a la opinión pública a caer en la trampa de dirigir el foco hacia estos supuestos culpables.
3) Generar una conveniente ilusión de consumo preelectoral.
Lo malo para Maduro es que la gente no le cree. ¿Usted se ha preguntado por qué la gente hace unas colas interminables estos días persiguiendo los artículos rebajados "a juro"? Simplemente porque sabe como es este gobierno, sabe que esto es porque hay elecciones ahorita, y está aprovechando -mientras puede- una jugada que busca sólo beneficiar a los que gobiernan. El pueblo sabe que el año que viene no va a conseguir nada o lo va a conseguir carísimo. Si creyera el cuento que esto inicia una etapa de mayor productividad, más productos en los anaqueles y precios más baratos, no hicieran cola hoy. Las colas son la mejor demostración que la gente no cree ni confía en el gobierno.
Por eso, el lema que se está imponiendo poco a poco es: agarre su plasma, agarre su lavadora o su batería, y luego cóbrele al gobierno no sólo una pésima gestión hasta ahora, sino además el insulto de que crean que usted tiene precio, que a usted lo pueden comprar con una lavadora o un televisor.
Pero lo más importante: no deje de votar. Eso sí sería un suicidio. Lo que está pasando luce claramente como la fase terminal de un modelo agotado. Pero el final no es ni automático, ni seguro, ni irreversible. Lo que puede darle oxígeno a un gobierno que está boqueando, es que usted no vote. No permita que la sombría experiencia de Zimbawe se repita en Venezuela.
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