FERNANDO OCHOA ANTICH| EL UNIVERSAL
domingo 17 de noviembre de 2013 12:00 AM
Las relaciones de la Fuerza Armada con el poder político son siempre difíciles y complicadas, más aún si el anterior Presidente de la República pertenecía a esa organización, tenía cierto carisma y conocía la idiosincrasia militar. Resolver ese dilema es el primer gran problema que enfrenta Nicolás Maduro. El segundo, es aún más grave. Los oficiales que se insurreccionaron el 4 de febrero lo ven como un advenedizo. Ese sentimiento fue en cierta forma dominado por el liderazgo que Hugo Chávez tenía sobre esos oficiales, incrementado por la cercanía de su muerte. Eso condujo a que la selección de Maduro como heredero fuese aceptada disciplinadamente, pero de inmediato surgió un gran desafío: ganar la elección presidencial. El pírrico triunfo, si es que no fue una derrota, hizo aún mucho más difícil su relación con los militares.
Crear un liderazgo para comandar a la Fuerza Armada es quizás el reto más delicado que enfrenta Nicolás Maduro. Ha establecido una estrategia para tratar de lograrlo que la ha resumido en una frase: la unión cívico-militar. Eso ha significado, no sólo una atención especial hacia la Fuerza Armada, sino el empleo masivo de oficiales activos y retirados en altas funciones de gobierno. Además, se ha empezado a emplear a los distintos componentes en funciones no militares. En verdad, eso siempre ocurrió y nunca, durante la democracia, se comprometió el prestigio de la Fuerza Armada, la cual siempre mantuvo en nuestra sociedad una elevada aceptación. Recuerden que figurábamos en todas las encuestas en el primer o segundo lugar, compitiendo en buena lid con la Iglesia Católica.
Ese esfuerzo de Maduro se dificulta por un conjunto de factores que están a la vista. El primero, es su falta de carisma y su poca capacidad para interpretar cabalmente la idiosincrasia militar. Imaginarse que utilizar una gorra militar, como lo hizo en estos días en un ejercicio táctico, impacta el sentimiento de los cuadros militares, es sencillamente no conocer la manera de ser de nuestros soldados. Tampoco es verdad, que lo va a lograr con alabar y elogiar a Hugo Chávez. Mucho menos con aumentar el sueldo o adquirir equipos militares sofisticados. El prestigio sólo se logra siendo auténtico consigo mismo y dando demostraciones claras a los cuadros militares de que realmente existe un compromiso de compañerismo y hermandad con la Fuerza Armada. Realmente, Maduro no lo ha alcanzado y por el camino que va difícilmente lo logrará.
Estas realidades no son fáciles de resolver, pero para hacer más complicada la situación, han surgido ciertos rumores que se repiten en la opinión pública dificultando aún más su situación interna. Uno de esos rumores es su presunta nacionalidad colombiana. Eso no se resuelve diciendo que nació en Caracas y contando anécdotas de su niñez, sino mostrando la correspondiente documentación suficientemente legalizada. Otro asunto que le hace mucho daño es el convencimiento de los cuadros militares de que fue impuesto por los Castro al tener una importante afinidad con sus ideas comunistas y defender tajantemente los intereses cubanos en la región. Un tercer asunto, es su falta de firmeza en la defensa de nuestra soberanía territorial: el reclamo sobre el Esequibo, la defensa de la fachada Atlántica y del Golfo de Venezuela.
Hay un aspecto que a mi criterio debe estar creando un profundo descontento en los cuadros militares: el interés de Maduro de comprometer a la Fuerza Armada en su gestión de gobierno. Lamentablemente, algunos miembros del Alto Mando, por ambiciones personales, lo han permitido. La Fuerza Armada está al servicio de la Nación y del Estado. Esa norma está claramente establecida en el artículo 328 de la Constitución Nacional y tiene una importancia fundamental para que la Fuerza Armada pueda cumplir cabalmente su función de "garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico mediante la defensa militar...". En esto hay que ser claro: si algún miembro de la Fuerza Armada cumple funciones en el gobierno es a motu personal y no a nombre de la Fuerza Armada.
Crear un liderazgo para comandar a la Fuerza Armada es quizás el reto más delicado que enfrenta Nicolás Maduro. Ha establecido una estrategia para tratar de lograrlo que la ha resumido en una frase: la unión cívico-militar. Eso ha significado, no sólo una atención especial hacia la Fuerza Armada, sino el empleo masivo de oficiales activos y retirados en altas funciones de gobierno. Además, se ha empezado a emplear a los distintos componentes en funciones no militares. En verdad, eso siempre ocurrió y nunca, durante la democracia, se comprometió el prestigio de la Fuerza Armada, la cual siempre mantuvo en nuestra sociedad una elevada aceptación. Recuerden que figurábamos en todas las encuestas en el primer o segundo lugar, compitiendo en buena lid con la Iglesia Católica.
Ese esfuerzo de Maduro se dificulta por un conjunto de factores que están a la vista. El primero, es su falta de carisma y su poca capacidad para interpretar cabalmente la idiosincrasia militar. Imaginarse que utilizar una gorra militar, como lo hizo en estos días en un ejercicio táctico, impacta el sentimiento de los cuadros militares, es sencillamente no conocer la manera de ser de nuestros soldados. Tampoco es verdad, que lo va a lograr con alabar y elogiar a Hugo Chávez. Mucho menos con aumentar el sueldo o adquirir equipos militares sofisticados. El prestigio sólo se logra siendo auténtico consigo mismo y dando demostraciones claras a los cuadros militares de que realmente existe un compromiso de compañerismo y hermandad con la Fuerza Armada. Realmente, Maduro no lo ha alcanzado y por el camino que va difícilmente lo logrará.
Estas realidades no son fáciles de resolver, pero para hacer más complicada la situación, han surgido ciertos rumores que se repiten en la opinión pública dificultando aún más su situación interna. Uno de esos rumores es su presunta nacionalidad colombiana. Eso no se resuelve diciendo que nació en Caracas y contando anécdotas de su niñez, sino mostrando la correspondiente documentación suficientemente legalizada. Otro asunto que le hace mucho daño es el convencimiento de los cuadros militares de que fue impuesto por los Castro al tener una importante afinidad con sus ideas comunistas y defender tajantemente los intereses cubanos en la región. Un tercer asunto, es su falta de firmeza en la defensa de nuestra soberanía territorial: el reclamo sobre el Esequibo, la defensa de la fachada Atlántica y del Golfo de Venezuela.
Hay un aspecto que a mi criterio debe estar creando un profundo descontento en los cuadros militares: el interés de Maduro de comprometer a la Fuerza Armada en su gestión de gobierno. Lamentablemente, algunos miembros del Alto Mando, por ambiciones personales, lo han permitido. La Fuerza Armada está al servicio de la Nación y del Estado. Esa norma está claramente establecida en el artículo 328 de la Constitución Nacional y tiene una importancia fundamental para que la Fuerza Armada pueda cumplir cabalmente su función de "garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico mediante la defensa militar...". En esto hay que ser claro: si algún miembro de la Fuerza Armada cumple funciones en el gobierno es a motu personal y no a nombre de la Fuerza Armada.
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