Oscar Valles
EL UNIVERSAL
viernes 23 de mayo de 2014 11:49 AM
Hay que reconocerlo. La dialéctica gobierno-oposición ha quedado finalmente desbordada por la crisis política de estos días. La especial manera de entender las relaciones entre quienes ejercen el poder y quienes le adversan, típico del ideario democrático, nunca estuvo en la mente de Hugo Chávez y por lo visto tampoco en la de sus herederos. Chávez y sus correligionarios siempre concibieron a la Revolución Socialista como una forma política que hacía unitaria la tríada partido-gobierno-fuerza armada, bajo la cooptación de las demás instituciones del Estado. Aún están frescos lo recuerdos de ese tenebroso ensamblaje. Una Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia con todos sus magistrados y directiva vitoreando que son revolucionarios y socialistas. Una defensora del pueblo que deja el despacho para ser vocera del régimen en la Asamblea Nacional, como hizo el presidente del Consejo Nacional Electoral cuando pasó directo a la vicepresidencia de la República y a la diestra del mismo Comandante Supremo. Paradas militares en desfiles y días festivos donde las Fuerzas Armadas gritan desde hace tiempo "patria socialista o muerte, venceremos".
Ante esa inmensa estructura de hegemonía y dominación, seguir pensando la lucha política en Venezuela bajo términos gobierno-oposición es quedarse con la venda en los ojos. Hemos sido testigos de la represión abierta, pública, frontal e impune de las fuerzas policiales, militares y políticas del gobierno, con el apoyo judicial de la fiscalía y tribunales, y con el respaldo de quienes ocupan las directivas de los demás poderes públicos. Todo el Estado muestra su cara opresiva, generando la natural reacción de una ciudadanía que se niega a renunciar a sus derechos humanos indispensables para mantener y mejorar sus propias vidas. Lo que comenzó con una protesta estudiantil por la inseguridad en nuestras casas de estudio superior, ha desembocado en un conflicto de amplio espectro protagonizado por gente de diversas edades, formas de vida y profesiones, bajo el denominador común de negarse a vivir "rodilla en tierra" como aspira el Estado Socialista.
La dimensión de la crisis política obliga abandonar los términos conceptuales de la relación gobierno-oposición, inepta para entender la revolución bolivariana y las actuales circunstancias de la crisis, para abordar la comprensión de nuestro tablero político bajo la concepción más realista y dialéctica de Estado - Sociedad Civil. No estamos ante una "crisis de gobernabilidad", como si en Venezuela todo funcionara más o menos bien excepto el gobierno. La crisis política es tan profunda que ha llegado hasta los corazones de los ciudadanos que quieren dejar bien claro ante todos, chavistas o no, y también ante el mundo, que el Estado que los oprime sólo podrá avanzar en su propósito con represión, sin más fuente de legitimidad que la mera fuerza. Si el Estado Socialista quiere poseer el país que lo haga, pero sin el consentimiento político, público e histórico de quienes lo adversan.
Dado que no estamos ante una mera crisis de gobernabilidad, el conflicto debe estimular a las fuerzas sociales y políticas democráticas a redefinir roles y estrategias, para consolidar una genuina y poderosa articulación de ancha base de la Sociedad Civil. A la MUD le correspondería ser articulador de esas fuerzas sociales y facilitador de una nueva organización y vocería, acorde con sus recursos y apropiada para enfrentar la amenaza de dominación que tiene ante sí. Las autonomías e independencias relativas entre las fuerzas sociales potenciarían sus capacidades y oportunidades para bajar el ritmo del desarrollo hegemónico del Estado. Eso implica la puesta en escena de todo el caudal de experiencia en negociación que tienen los partidos para fraguar acuerdos, entre autonomías relativas de gremios, sindicatos, magisterios y asociaciones en corto tiempo. La iniciativa de articulación daría a la MUD preeminencia en el liderazgo del conflicto, por su especialización y dedicación casi exclusiva a la política, pero bajo nuevos parámetros y limitaciones. Además, esa iniciativa no excluye canales de comunicación con el Estado, en su debido momento y en mejores condiciones que la actual y obsoleta cohabitación.
Consolidar una genuina Sociedad Civil es vital para la esperanza de quienes adversan al Estado Socialista. Una recomposición de fuerzas sociales y políticas de ancha base, con asociaciones intermedias bien estructuradas en relaciones de respeto mutuo, donde cada quien tenga la vocería en temas que realmente le corresponden a su naturaleza y competencias, consolidaría un tablero nacional donde el Estado se vería ante la disyuntiva de no avanzar en su hegemonía, e incluso retroceder ante el rechazo popular, u oprimir abiertamente con un desgaste que podría hacerlo tiránico. Lograr ese propósito histórico requiere que la MUD inicie un diálogo sistemático y estructurado con las organizaciones sociales. El genuino y verdadero diálogo que espera y necesita el país.
Ante esa inmensa estructura de hegemonía y dominación, seguir pensando la lucha política en Venezuela bajo términos gobierno-oposición es quedarse con la venda en los ojos. Hemos sido testigos de la represión abierta, pública, frontal e impune de las fuerzas policiales, militares y políticas del gobierno, con el apoyo judicial de la fiscalía y tribunales, y con el respaldo de quienes ocupan las directivas de los demás poderes públicos. Todo el Estado muestra su cara opresiva, generando la natural reacción de una ciudadanía que se niega a renunciar a sus derechos humanos indispensables para mantener y mejorar sus propias vidas. Lo que comenzó con una protesta estudiantil por la inseguridad en nuestras casas de estudio superior, ha desembocado en un conflicto de amplio espectro protagonizado por gente de diversas edades, formas de vida y profesiones, bajo el denominador común de negarse a vivir "rodilla en tierra" como aspira el Estado Socialista.
La dimensión de la crisis política obliga abandonar los términos conceptuales de la relación gobierno-oposición, inepta para entender la revolución bolivariana y las actuales circunstancias de la crisis, para abordar la comprensión de nuestro tablero político bajo la concepción más realista y dialéctica de Estado - Sociedad Civil. No estamos ante una "crisis de gobernabilidad", como si en Venezuela todo funcionara más o menos bien excepto el gobierno. La crisis política es tan profunda que ha llegado hasta los corazones de los ciudadanos que quieren dejar bien claro ante todos, chavistas o no, y también ante el mundo, que el Estado que los oprime sólo podrá avanzar en su propósito con represión, sin más fuente de legitimidad que la mera fuerza. Si el Estado Socialista quiere poseer el país que lo haga, pero sin el consentimiento político, público e histórico de quienes lo adversan.
Dado que no estamos ante una mera crisis de gobernabilidad, el conflicto debe estimular a las fuerzas sociales y políticas democráticas a redefinir roles y estrategias, para consolidar una genuina y poderosa articulación de ancha base de la Sociedad Civil. A la MUD le correspondería ser articulador de esas fuerzas sociales y facilitador de una nueva organización y vocería, acorde con sus recursos y apropiada para enfrentar la amenaza de dominación que tiene ante sí. Las autonomías e independencias relativas entre las fuerzas sociales potenciarían sus capacidades y oportunidades para bajar el ritmo del desarrollo hegemónico del Estado. Eso implica la puesta en escena de todo el caudal de experiencia en negociación que tienen los partidos para fraguar acuerdos, entre autonomías relativas de gremios, sindicatos, magisterios y asociaciones en corto tiempo. La iniciativa de articulación daría a la MUD preeminencia en el liderazgo del conflicto, por su especialización y dedicación casi exclusiva a la política, pero bajo nuevos parámetros y limitaciones. Además, esa iniciativa no excluye canales de comunicación con el Estado, en su debido momento y en mejores condiciones que la actual y obsoleta cohabitación.
Consolidar una genuina Sociedad Civil es vital para la esperanza de quienes adversan al Estado Socialista. Una recomposición de fuerzas sociales y políticas de ancha base, con asociaciones intermedias bien estructuradas en relaciones de respeto mutuo, donde cada quien tenga la vocería en temas que realmente le corresponden a su naturaleza y competencias, consolidaría un tablero nacional donde el Estado se vería ante la disyuntiva de no avanzar en su hegemonía, e incluso retroceder ante el rechazo popular, u oprimir abiertamente con un desgaste que podría hacerlo tiránico. Lograr ese propósito histórico requiere que la MUD inicie un diálogo sistemático y estructurado con las organizaciones sociales. El genuino y verdadero diálogo que espera y necesita el país.
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