Paul Krugman
La
última “lista de los ricos” de Institutional Investor, una recopilación
de los 25 gestores de fondos de cobertura mejor pagados, se ha
publicado en la revista Alpha; y resulta que estos tipos ganan un montón
de dinero. ¡Sorpresa!
Pero
antes de desdeñar el estudio por no aportar nada nuevo, pensemos en lo
que significa que estos 25 hombres (sí, todos son hombres) ganasen un
total de 21.000 millones de dólares en 2013. En concreto, pensemos en el
modo en que su buena fortuna echa por tierra varios mitos populares
sobre la desigualdad de rentas en Estados Unidos.
En primer lugar, la desigualdad actual no tiene que ver con los
licenciados. Tiene que ver con los oligarcas. Quienes hacen apología de
la creciente desigualdad casi siempre intentan disfrazar los enormes
ingresos de los verdaderamente ricos mezclando a estos con los meramente
acomodados. En vez de hablar del 1% o el 0,1% con más dinero, hablan
del aumento de los ingresos de los titulados universitarios, o tal vez
del 5% con ingresos más elevados. El objetivo de esta tergiversación es
suavizar la imagen, para que parezca que estamos hablando de
profesionales altamente cualificados que salen adelante gracias a la
formación y al trabajo duro.
Pero
muchos estadounidenses tienen una buena formación y trabajan mucho. Por
ejemplo, los profesores. Sin embargo, no ganan un dineral. El año
pasado, esos 25 gestores de fondos de cobertura ganaron más del doble
que todos los maestros de educación infantil de Estados Unidos juntos. Y
no, no siempre ha sido así: la enorme distancia que ahora separa a la
clase media-alta de los verdaderamente ricos no apareció hasta la época
de Reagan.
En
segundo lugar, no hagan caso de la retórica sobre los “creadores de
empleo” y todo eso. Los conservadores quieren hacerles creer que las
grandes remuneraciones del Estados Unidos moderno van a parar a los
innovadores y a los emprendedores, personas que crean empresas y hacen
que avance la tecnología. Pero eso no es lo que hacen los gestores de
los fondos de cobertura para ganarse la vida; su negocio es el de la
especulación financiera, que John Maynard Keynes definía como “prever lo
que la opinión media espera que será la opinión media”. O, puesto que
gran parte de sus ingresos proviene de los honorarios, en realidad su
negocio consiste en convencer a otros de que pueden prever la opinión
media sobre la opinión media.
Hubo
una época en la que uno habría podido alegar, sin reírse, que todos
estos tejemanejes eran productivos, que de hecho la élite financiera
ofrecía a la sociedad un servicio acorde con la remuneración que
recibía. Pero, a estas alturas, las pruebas indican que los fondos de
cobertura son un mal negocio para cualquiera excepto sus
administradores; no ofrecen un rendimiento lo bastante elevado para
justificar esos enormes honorarios y son una fuente importante de
inestabilidad económica.
En
líneas más generales, seguimos viviendo a la sombra de una crisis
propiciada por un sector financiero sin control. Se evitó la catástrofe
total rescatando a los bancos a costa de los contribuyentes, pero
seguimos estando muy lejos de haber recuperado los millones de puestos
de trabajo perdidos y los miles de millones de pérdidas económicas. Con
esos antecedentes, ¿de verdad están dispuestos a afirmar que los que más
dinero ganan en Estados Unidos —que son básicamente directores
financieros o ejecutivos de grandes corporaciones— son héroes
económicos?
Para
acabar, un análisis pormenorizado de la lista de los ricos respalda la
tesis que ha hecho famosa Thomas Piketty en su libro Le capital au XXIe siécle [El
capital en el siglo XXI], es decir, que nos encaminamos hacia una
sociedad dominada por la riqueza, mucha de ella heredada, más que por el
trabajo.
A
primera vista, puede que esto no resulte tan evidente. Al fin y al
cabo, los que integran la lista de los ricos son hombres hechos a sí
mismos. Pero en su inmensa mayoría se hicieron a sí mismos hace mucho
tiempo. Como señala Matt Levine, de Bloomberg View, en la
actualidad, muchos de los ingresos de los principales directores
financieros no proceden de invertir el dinero de otros, sino de las
rentas obtenidas del dinero que ellos mismos han acumulado (es decir, la
razón por la que ganan tanto es que ya son muy ricos).
Y
esto es, si se paran a pensarlo, una consecuencia inevitable. Con el
tiempo, la desigualdad de rentas extrema conduce a una desigualdad de
riqueza extrema; de hecho, el porcentaje de riqueza del 0,1% con más
ingresos de Estados Unidos ha vuelto a los niveles de la edad dorada de
finales del siglo XIX. Esto, a su vez, significa que las rentas altas
provienen cada vez más de las rentas de las inversiones, no de los
salarios. Y es solo cuestión de tiempo que las herencias se conviertan
en la mayor fuente de gran riqueza.
Pero ¿por qué es importante todo esto? Esencialmente, por los impuestos.
Estados Unidos tiene una larga tradición de imponer impuestos altos a
las rentas elevadas y a las grandes fortunas, con la idea de limitar la
concentración del poder económico y, además, recaudar dinero. Hoy día,
sin embargo, la mera insinuación de que se recupere esa tradición se
topa con afirmaciones airadas de que gravar a los ricos es destructivo e
inmoral (destructivo porque disuade a los creadores de empleo de que se
dediquen a lo suyo e inmoral porque la gente tiene derecho a quedarse
con lo que gana).
Pero
esas afirmaciones se apoyan básicamente en mitos relacionados con
quiénes son en realidad los ricos y cómo han amasado sus fortunas. La
próxima vez que oigan a alguien dar un discurso sobre lo cruel que es
perseguir a los ricos, piensen en los tipos de los fondos de cobertura y
pregúntense si de verdad sería tan terrible que pagasen más impuestos.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008
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