MARCOS CARRILLO| EL UNIVERSAL
viernes 9 de mayo de 2014 12:00 AM
El carácter totalitario del gobierno nacional es incuestionable, no sólo porque la forma en que actúa así lo corrobora, sino porque todo lo que han escrito y dicho lo sustenta. El plan de la patria creado e impuesto desde Cuba es, como se sabe, la verdadera constitución a la que el castro-chavismo se debe. Su carácter de norma suprema fue alegado siempre por Chávez y lo sigue haciendo el gobierno de ocupación cubano por boca de Nicolás Maduro y otros necios. El plan impone una "nueva hegemonía ética, moral y espiritual que permita superar los vicios del viejo modelo capitalista".
La universidad es el centro por excelencia del pluralismo, la tolerancia y la creatividad. Por ello, es la primera enemiga de cualquier tipo de hegemonía que quiera imponerse (más aún si se trata de una de carácter ético o moral). Las ideas de libertad y democracia tienen su más amplio arraigo y mejor justificación en la universidad, por eso los estudiantes han luchado aguerrida e incansablemente contra el totalitarismo, y lo seguirán haciendo. De allí que el ataque a todas ellas haya sido sistemático, despiadado y por varios frentes. Han arremetido contra la libertad de cátedra y la estructura organizacional de las universidades nacionales; han eliminado subsidios a la UCAB que eran utilizados para becar estudiantes de escasos recursos; han pretendido imponer una nueva legislación que abole la autonomía; han subordinado a las universidades experimentales y, peor aún, han focalizado buena parte de la estrategia de odio de clases sobre la que basan su gobierno en el ataque a profesores y estudiantes.
Los atentados violentos contra la comunidad y las instalaciones universitarias no deben sorprender a nadie. No puede olvidarse que hace muy poco activistas del chavismo pretendieron quemar el Aula Magna de la UCV (patrimonio de la humanidad) y el irresponsable de Chávez puso como ejemplo a seguir a uno de los cabecillas de ese atentado, un pobre diablo sin méritos personales, mucho menos académicos, que sigue siendo modelo de hombre nuevo.
La defensa de la universidad y de los estudiantes es tarea fundamental de la sociedad entera y de la dirigencia política, por eso llama la atención que al momento de escribir estas líneas, luego de los gravísimos atentados a estudiantes e instalaciones de la UCAB y de la Universidad Fermín Toro, no haya habido una declaración contundente e inequívoca de la MUD rechazando esos actos y convocando a acciones para la defensa de las casas de estudio. Una cosa es tolerancia y otra es la resignada pasividad ante los abusos del totalitarismo. Ni la sociedad ni mucho menos los estudiantes aguardarán indiferentes que continúe imponiéndose la hegemonía moral comunista, tampoco puede hacerlo la dirigencia política.
La universidad es el centro por excelencia del pluralismo, la tolerancia y la creatividad. Por ello, es la primera enemiga de cualquier tipo de hegemonía que quiera imponerse (más aún si se trata de una de carácter ético o moral). Las ideas de libertad y democracia tienen su más amplio arraigo y mejor justificación en la universidad, por eso los estudiantes han luchado aguerrida e incansablemente contra el totalitarismo, y lo seguirán haciendo. De allí que el ataque a todas ellas haya sido sistemático, despiadado y por varios frentes. Han arremetido contra la libertad de cátedra y la estructura organizacional de las universidades nacionales; han eliminado subsidios a la UCAB que eran utilizados para becar estudiantes de escasos recursos; han pretendido imponer una nueva legislación que abole la autonomía; han subordinado a las universidades experimentales y, peor aún, han focalizado buena parte de la estrategia de odio de clases sobre la que basan su gobierno en el ataque a profesores y estudiantes.
Los atentados violentos contra la comunidad y las instalaciones universitarias no deben sorprender a nadie. No puede olvidarse que hace muy poco activistas del chavismo pretendieron quemar el Aula Magna de la UCV (patrimonio de la humanidad) y el irresponsable de Chávez puso como ejemplo a seguir a uno de los cabecillas de ese atentado, un pobre diablo sin méritos personales, mucho menos académicos, que sigue siendo modelo de hombre nuevo.
La defensa de la universidad y de los estudiantes es tarea fundamental de la sociedad entera y de la dirigencia política, por eso llama la atención que al momento de escribir estas líneas, luego de los gravísimos atentados a estudiantes e instalaciones de la UCAB y de la Universidad Fermín Toro, no haya habido una declaración contundente e inequívoca de la MUD rechazando esos actos y convocando a acciones para la defensa de las casas de estudio. Una cosa es tolerancia y otra es la resignada pasividad ante los abusos del totalitarismo. Ni la sociedad ni mucho menos los estudiantes aguardarán indiferentes que continúe imponiéndose la hegemonía moral comunista, tampoco puede hacerlo la dirigencia política.
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