Juan Francisco Misle
El juicio que se está haciendo a través
de los medios de comunicación a lo expresado por Jorge Giordani en su ya
celebérrima carta al país tiene visos de injusticia en lo que se
refiere a la responsabilidad atribuida al monje en el naufragio que
experimenta hoy Venezuela. Es evidente que el hombre tiene pocos
dolientes al interior del PSUV y sus aliados que sean lo suficientemente
valientes para atreverse públicamente a defenderlo. El responsable del
estado actual de putrefacción del país en todos sus ámbitos no es otro
que el difunto teniente coronel y a lo sumo a Giordani solo se le puede
atribuir autoría ideológica por su innegable contribución a la ruina
económica e institucional de la nación.
Ha sido dicho por otros opinadores y me
sumo al señalamiento: lo más reprochable de lo dicho por Giordani en su
extensa misiva es la escandalosa ausencia de autocrítica por su gestión
macroeconómica, y la cobardía de no haber denunciado todos esos
pestilentes chanchullos políticos y administrativos antes de ser
despedido por Maduro.
Giordani no aporta ningún testimonio ni
asume responsabilidad alguna ante la historia por la catástrofe
económica, financiera e institucional que nos deja como herencia de su
gestión. A él hay que atribuirle, por ejemplo, que la deuda externa de
Venezuela haya pasado de $39 mil millones en 1999 a $102.000 millones
mientras fue ministro de Planificación y Finanzas. Ese irresponsable
endeudamiento externo ocurrió a pesar de que PDVSA se benefició del
mayor ingreso petrolero de su historia causado gracias un incremento
sostenido en el precio del barril que se situaba $11 al final de 1998 a
$100 (o más) en los últimos 5 años. Súmele a eso lo correspondiente a
deuda interna que a finales del 2013 alcanzaba a la inimaginable cifra
de Bs. 216.000.000.000.000. El férreo control de cambios que impuso
Giordani no impidió las constantes devaluaciones del bolívar, ni la fuga
de capitales que ha experimentado la república. Giordani, que aún
reivindica como un logro la pulverización de la autonomía del BCV, es
responsable como nadie que la inflación haya pasado de 20% anual en 1999
a 70% proyectada para 2014. Él, junto a Merentes y Rafael Ramírez,
tiene que dar cuenta al país del gigantesco déficit fiscal que solo en
2012 llegó al 15% del PIB a consecuencia del exhorbitante gasto público
gestionado para garantizar la elección del difunto presidente.
No hay que olvidar tampoco que el monje
fue responsable principal del injusto encarcelamiento de los directivos
de Econoinvest. En su rol de planificador, Giordani fue el ideólogo de
la estatización de la CANTV, la Electricidad de Caracas, SIDOR,
Cementos, Agroisleña, Banco Venezuela, y más de 73 empresas privadas que
antes de ser arrebatadas al sector privado producían ganancias al
fisco, y que desde entonces solo contribuyen al déficit financiero del
Estado gracias al saqueo por parte de sus gerentes y a la
improductividad consecuencia del abultamiento de sus nóminas con
actvistas políticos sin preparación técnica ni escrúpulos morales. Según
lo reportan las cifras de exportaciones del BCV en el primer sexenio de
Chávez, 83,4% de los ingresos en divisas obtenidos por exportaciones
provenía de las ventas de crudo y combustibles de Petróleos de
Venezuela. Esa cantidad se elevó a un promedio de 93,85% para el período
2007-2013.
Entre tanto, la destrucción del sector
privado que promovió Giordani a lo largo de estos 15 años ha
inhabilitado a los productores nacionales de capacidad para abastecer el
mercado interno y los incrementos en el consumo han debido ser
respondidos con importaciones, siendo el estado el principal importador
del país. Pero la nefasta influencia de Giordani no se agota en los
límites de la actividad económica sino que se extiende también al área
institucional. Giordani fue el enterrador del proceso de
descentralización económica, política y administrativa que con tanto
éxito se había iniciado a mediados de los años 90 en Venezuela. La
sistemática subestimación del precio del petróleo en los presupuestos
nacionales fue un timo creado por este hombre para ahogar
financieramente de recursos a las regiones que elegían como gobernadores
y alcaldes a líderes de la oposición.
Es evidente que en Venezuela no hay un
“golpe lento” como los creativos publicitarios del régimen han tratado
de mercadear nacional e internacionalmente. Tampoco hay ninguna guerra
económica. Lo que si hay es una implosión lenta del poder y la salida de
Giordani es una estación importante en esa via crucis por la
que recorre el gobierno de Maduro. A Giordani no lo derrotó el corrupto
Ramirez, sino su ceguera ideológica. Irá a parar al basurero de la
historia.
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