RAFAEL MARTÍNEZ NESTARES| EL UNIVERSAL
sábado 21 de junio de 2014 12:00 AM
Son tiempos de cambio. Los acontecimientos nacionales e internacionales, desde los aparentemente más irrelevantes hasta los más conmovedores, nos hablan de un "tiempo de revolución". Pero no en el sentido que estamos viendo dentro de nuestra agobiada Venezuela, por darle una "humanización" a nuestra patria, a fin de hacerla más cercana a todos, sino en un sentido más profundo y cercano a cada uno de nuestros compatriotas.
Desde la derrota futbolística del campeón mundial, pasando por el fin de la era "posfranquista", hasta el pase a retiro de Jorge Giordani y su carta de "abdicación al régimen" haciéndose a un lado, marcando distancia en su "supuesta" carta, tras su sustitución de la directiva del Banco Central de Venezuela, de Pdvsa y del Ministerio de Planificación que hiciera el presidente Maduro.
También le conocimos en sus clases de planificación y desarrollo, en la UCV en la década de los 90. Respetamos sus posturas teóricas y su búsqueda por modelos de desarrollo que, conceptualmente, acercarán al país a indicadores sociales y económicos que nos hicieran una nación moderna y autosuficiente, para así llegar a ser "la potencia" latinoamericana que habían soñado nuestros libertadores.
No queremos hacer referencia al filósofo germano-coreano Byung-Chul Han, quien se acerca a explicarnos, en otro orden de ideas, qué está ocurriendo en nuestras sociedades capitalistas en el inicio del siglo XXI, donde padecimientos como la depresión, el síndrome de fatiga crónica, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno de atención con hiperactividad o el síndrome de desgaste ocupacional, entre otros, precisarían una nueva perspectiva patológica determinada por una concepción neuronal en la cual las neuronas se hallan en violencia dialéctica frente a una nueva sociedad del rendimiento que se caracteriza por una resolución a la capacidad sin límites. Más que "violencia dialéctica", hemos vivido en estos tiempos de violación permanente de DDHH y libertad de expresión.
Tampoco pretendemos responder al exministro Giordani. Sino tratar de puntualizar lo que está ocurriendo en nuestra nación. Quizá el párrafo anterior recoja en parte este cometido. Vivimos en una sociedad agotada de promesas y de personalismos mesiánicos, pero inmersa en un modelo construido bajo la mayor concentración de poder conocida en la historia patria.
Retrotraer al país al modelo caudillesco y de división del siglo XIX venezolano es el "mayor éxito" de este "experimento" teórico conceptual iniciado en las conversaciones Giordani-Chávez de finales del siglo XX, según reseña en su carta despedida, o tras su despido.
La boliburguesía Castro-chavista, no es el resultado de los meses de gobierno del presidente Maduro. Son la consecuencia del conjunto de decisiones, desacertadas todas, que tomó el finado comandante supremo, de las cuales sufriremos todos los venezolanos. Este fracasado régimen aniquiló las posibilidades de nuestra patria. Así como se escucha, tan duramente como lo expreso. El manejo de las divisas de Pdvsa, el cambio de legislación no obligándola a entregarlas al BCV, constriñeron la economía y movieron a esa "empresa nuestra" (léase de ustedes, los directivos y dueños del "proceso") a hacerla casi más poderosa que el propio Gobierno Central.
Concentración de poder, acumulación de riqueza, división entre compatriotas, violencia... son entre otras el resultado de una "gesta gubernamental" de quince años de "autogoles", para usar la jerga del momento. El único sentido de la existencia del finado comandante supremo fue el poder. Por ello, lo concentró en sí mismo. Esto lo agotó y comprometió su salud como indica el citado exministro. Pero no por el amor al pueblo de Venezuela, sino por el poder mismo.
El resultado del retorno al caudillismo, al personalismo, al "modelo mesiánico", reformuló un Estado que debía resolver a toda costa todo, sin dar espacio a la iniciativa particular sustituida por una "mofa" de "iniciativa colectiva": las montoneras del siglo XIX en pleno siglo XXI.
Vivimos en una sociedad cansada, sin respuesta alguna de futuro... ¿tiempos de cambio?
Desde la derrota futbolística del campeón mundial, pasando por el fin de la era "posfranquista", hasta el pase a retiro de Jorge Giordani y su carta de "abdicación al régimen" haciéndose a un lado, marcando distancia en su "supuesta" carta, tras su sustitución de la directiva del Banco Central de Venezuela, de Pdvsa y del Ministerio de Planificación que hiciera el presidente Maduro.
También le conocimos en sus clases de planificación y desarrollo, en la UCV en la década de los 90. Respetamos sus posturas teóricas y su búsqueda por modelos de desarrollo que, conceptualmente, acercarán al país a indicadores sociales y económicos que nos hicieran una nación moderna y autosuficiente, para así llegar a ser "la potencia" latinoamericana que habían soñado nuestros libertadores.
No queremos hacer referencia al filósofo germano-coreano Byung-Chul Han, quien se acerca a explicarnos, en otro orden de ideas, qué está ocurriendo en nuestras sociedades capitalistas en el inicio del siglo XXI, donde padecimientos como la depresión, el síndrome de fatiga crónica, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno de atención con hiperactividad o el síndrome de desgaste ocupacional, entre otros, precisarían una nueva perspectiva patológica determinada por una concepción neuronal en la cual las neuronas se hallan en violencia dialéctica frente a una nueva sociedad del rendimiento que se caracteriza por una resolución a la capacidad sin límites. Más que "violencia dialéctica", hemos vivido en estos tiempos de violación permanente de DDHH y libertad de expresión.
Tampoco pretendemos responder al exministro Giordani. Sino tratar de puntualizar lo que está ocurriendo en nuestra nación. Quizá el párrafo anterior recoja en parte este cometido. Vivimos en una sociedad agotada de promesas y de personalismos mesiánicos, pero inmersa en un modelo construido bajo la mayor concentración de poder conocida en la historia patria.
Retrotraer al país al modelo caudillesco y de división del siglo XIX venezolano es el "mayor éxito" de este "experimento" teórico conceptual iniciado en las conversaciones Giordani-Chávez de finales del siglo XX, según reseña en su carta despedida, o tras su despido.
La boliburguesía Castro-chavista, no es el resultado de los meses de gobierno del presidente Maduro. Son la consecuencia del conjunto de decisiones, desacertadas todas, que tomó el finado comandante supremo, de las cuales sufriremos todos los venezolanos. Este fracasado régimen aniquiló las posibilidades de nuestra patria. Así como se escucha, tan duramente como lo expreso. El manejo de las divisas de Pdvsa, el cambio de legislación no obligándola a entregarlas al BCV, constriñeron la economía y movieron a esa "empresa nuestra" (léase de ustedes, los directivos y dueños del "proceso") a hacerla casi más poderosa que el propio Gobierno Central.
Concentración de poder, acumulación de riqueza, división entre compatriotas, violencia... son entre otras el resultado de una "gesta gubernamental" de quince años de "autogoles", para usar la jerga del momento. El único sentido de la existencia del finado comandante supremo fue el poder. Por ello, lo concentró en sí mismo. Esto lo agotó y comprometió su salud como indica el citado exministro. Pero no por el amor al pueblo de Venezuela, sino por el poder mismo.
El resultado del retorno al caudillismo, al personalismo, al "modelo mesiánico", reformuló un Estado que debía resolver a toda costa todo, sin dar espacio a la iniciativa particular sustituida por una "mofa" de "iniciativa colectiva": las montoneras del siglo XIX en pleno siglo XXI.
Vivimos en una sociedad cansada, sin respuesta alguna de futuro... ¿tiempos de cambio?
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