TRINO MÁRQUEZ| EL UNIVERSAL
lunes 16 de junio de 2014 12:00 AM
Iván Simonovis y Leopoldo López, dos presos emblemáticos del régimen, se encuentran confinados por razones distintas, aunque en el fondo sea por los mismos factores: el olímpico desprecio que los comunistas sienten por la democracia, el Estado de Derecho, la independencia del Poder Judicial, la libertad de opinar y disentir, la pluralidad de pensamientos y acción política.
Simonovis es un hombre enfermo, que se mantiene en pie gracias a su inmenso coraje e integridad. No representa ningún peligro real para el Gobierno. No es el jefe de una organización política nacional. No podría ser candidato presidencial, ni líder de un movimiento social de gran escala. En el plano internacional tampoco constituye una amenaza inminente. Entonces, ¿por qué el régimen se ensaña contra él? Una razón reside en la enorme debilidad de Nicolás Maduro para imponerse en ese nido de alacranes que lo rodea. Maduro sabía que el diálogo con la MUD no prosperaría mientras persistiese la crueldad contra el antiguo comisario, acusado de delitos que no cometió. Sin embargo, carece de fuerza para liberarlo del cautiverio, decisión lógica y necesaria para romper el hielo con la oposición. Se impuso el criterio de quienes piensan dentro del Gobierno que cualquier apertura hacia la MUD significa un signo de debilidad inaceptable. A los aliados, todo; a los adversarios, todo el peso de la ley, entendida ésta como una camisa de fuerza diseñada para contener y aplastar a los opuestos. Ya lo decía Lenin: en el diccionario de los revolucionarios no existe la palabra piedad. Fidel Castro también ha sido elocuente: a los inocentes y, en apariencia, inofensivos, hay que darles duro; sirve para atemorizar e inhibir a los potencialmente peligrosos. Este siniestro diseño se les aplicó a Teodoro Petkoff, a quien Diosdado Cabello le impuso un humillante régimen de presentación semanal a un Tribunal, y a los estudiantes, a quienes se les inventó un prontuario para encarcelarlos.
Emblemáticos
El caso de López es diferente. Representa uno de los líderes jóvenes más emblemáticos del país. Cuando apenas contaba con algo más de treinta años de edad, el mismísimo Comandante se sintió asediado por su vertiginoso ascenso. Las encuestas nacionales lo mostraban a la par del difunto caudillo. La plataforma de lanzamiento y consolidación de su liderazgo sería la Alcaldía Metropolitana, cargo al que aspiraría en 2008 y para el cual iba desprendido en todos los sondeos de opinión. La Contraloría fue el ariete del que se valdría el Teniente Coronel para relegar y postergar las aspiraciones del exalcalde de Chacao. El Contralor de la época inhabilitó a Leopoldo en nombre de unos hechos de "corrupción" que jamás existieron. La operación fue artera, pero eficaz. Al joven emergente le truncaron provisionalmente su meteórica carrera. La historia posterior es conocida. Funda Voluntad Popular, recorre cada centímetro del país varias veces, construye una organización desde las bases y, venciendo todos los obstáculos, se mantiene como una referencia opositora de primer orden. Su alianza con Henrique Capriles en las primarias de la oposición y en la campaña presidencial de 2012, lo fortalece aún más.
"La salida"
Desde el 12 de febrero, fecha que inicia una nueva etapa en la larga resistencia para evitar que el régimen rojo imponga su hegemonía total, el papel desempeñado por Leopoldo López resulta fundamental. No voy a entrar a considerar si "La Salida" que plantea es adecuada o no. Lo esencial reside en que los métodos que propone son democráticos, basados en la Constitución Nacional y la participación popular, y se convierte en víctima de un régimen incompetente, corrompido y macabro, que, dentro de la más pura ortodoxia comunista, ha sometido todos los poderes del Estado para imponer su hegemonía, anulando las conquistas democráticas relacionadas con la libertad de opinión y organización. Como en el caso de Simonovis, para arrollar a López el régimen recurre a la infamia y al uso de infelices juezas que obedecen como vasallas las órdenes de la cúpula roja asentada en Caracas y La Habana.
Contra Simonovis y Leopoldo el régimen ha actuado no solo con descaro, sino también con obscenidad y soberbia. No ha respetado ni siquiera las formas mínimas que se mantenían, incluso, en algunos de los antiguos satélites de la Unión Soviética (URSS). Las próximas víctimas de esta ofensiva autoritaria podrían ser María Corina Machado, Antonio Ledezma y los más connotados representantes de la Mesa de la Unidad Democrática, del movimiento estudiantil y de cuanto gremio o sindicato se destaque en la lucha por mantener vivos los restos que quedan de democracia. Resistir y actuar es lo que nos corresponde.
Simonovis es un hombre enfermo, que se mantiene en pie gracias a su inmenso coraje e integridad. No representa ningún peligro real para el Gobierno. No es el jefe de una organización política nacional. No podría ser candidato presidencial, ni líder de un movimiento social de gran escala. En el plano internacional tampoco constituye una amenaza inminente. Entonces, ¿por qué el régimen se ensaña contra él? Una razón reside en la enorme debilidad de Nicolás Maduro para imponerse en ese nido de alacranes que lo rodea. Maduro sabía que el diálogo con la MUD no prosperaría mientras persistiese la crueldad contra el antiguo comisario, acusado de delitos que no cometió. Sin embargo, carece de fuerza para liberarlo del cautiverio, decisión lógica y necesaria para romper el hielo con la oposición. Se impuso el criterio de quienes piensan dentro del Gobierno que cualquier apertura hacia la MUD significa un signo de debilidad inaceptable. A los aliados, todo; a los adversarios, todo el peso de la ley, entendida ésta como una camisa de fuerza diseñada para contener y aplastar a los opuestos. Ya lo decía Lenin: en el diccionario de los revolucionarios no existe la palabra piedad. Fidel Castro también ha sido elocuente: a los inocentes y, en apariencia, inofensivos, hay que darles duro; sirve para atemorizar e inhibir a los potencialmente peligrosos. Este siniestro diseño se les aplicó a Teodoro Petkoff, a quien Diosdado Cabello le impuso un humillante régimen de presentación semanal a un Tribunal, y a los estudiantes, a quienes se les inventó un prontuario para encarcelarlos.
Emblemáticos
El caso de López es diferente. Representa uno de los líderes jóvenes más emblemáticos del país. Cuando apenas contaba con algo más de treinta años de edad, el mismísimo Comandante se sintió asediado por su vertiginoso ascenso. Las encuestas nacionales lo mostraban a la par del difunto caudillo. La plataforma de lanzamiento y consolidación de su liderazgo sería la Alcaldía Metropolitana, cargo al que aspiraría en 2008 y para el cual iba desprendido en todos los sondeos de opinión. La Contraloría fue el ariete del que se valdría el Teniente Coronel para relegar y postergar las aspiraciones del exalcalde de Chacao. El Contralor de la época inhabilitó a Leopoldo en nombre de unos hechos de "corrupción" que jamás existieron. La operación fue artera, pero eficaz. Al joven emergente le truncaron provisionalmente su meteórica carrera. La historia posterior es conocida. Funda Voluntad Popular, recorre cada centímetro del país varias veces, construye una organización desde las bases y, venciendo todos los obstáculos, se mantiene como una referencia opositora de primer orden. Su alianza con Henrique Capriles en las primarias de la oposición y en la campaña presidencial de 2012, lo fortalece aún más.
"La salida"
Desde el 12 de febrero, fecha que inicia una nueva etapa en la larga resistencia para evitar que el régimen rojo imponga su hegemonía total, el papel desempeñado por Leopoldo López resulta fundamental. No voy a entrar a considerar si "La Salida" que plantea es adecuada o no. Lo esencial reside en que los métodos que propone son democráticos, basados en la Constitución Nacional y la participación popular, y se convierte en víctima de un régimen incompetente, corrompido y macabro, que, dentro de la más pura ortodoxia comunista, ha sometido todos los poderes del Estado para imponer su hegemonía, anulando las conquistas democráticas relacionadas con la libertad de opinión y organización. Como en el caso de Simonovis, para arrollar a López el régimen recurre a la infamia y al uso de infelices juezas que obedecen como vasallas las órdenes de la cúpula roja asentada en Caracas y La Habana.
Contra Simonovis y Leopoldo el régimen ha actuado no solo con descaro, sino también con obscenidad y soberbia. No ha respetado ni siquiera las formas mínimas que se mantenían, incluso, en algunos de los antiguos satélites de la Unión Soviética (URSS). Las próximas víctimas de esta ofensiva autoritaria podrían ser María Corina Machado, Antonio Ledezma y los más connotados representantes de la Mesa de la Unidad Democrática, del movimiento estudiantil y de cuanto gremio o sindicato se destaque en la lucha por mantener vivos los restos que quedan de democracia. Resistir y actuar es lo que nos corresponde.
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