ARGELIA RÍOS| EL UNIVERSAL
viernes 18 de julio de 2014 12:00 AM
El Gobierno se muerde la cola al postergar la adopción de las medidas económicas. Maduro no las ha tomado porque su liderazgo es frágil y teme que los efectos acentua- rán todavía más su debilidad. Pero, en realidad, ha quedado atrapado en un círculo vicioso: mientras más tiempo se tome en iniciar los correctivos, peores serán sus circunstancias personales. El mundo de las percepciones es una dictadura en la que no mandan las realidades: cada semana que transcurre sin anuncios, la responsabilidad del fundador de la revolución se diluye ante los ojos del pueblo bolivariano y se eleva el grado de culpabilidad de su heredero. Al día de hoy, Maduro es culpable de que las cosas hayan llegado al punto de erosión en que estamos.
Con la postergación del ajuste, las calamidades que padecen los ciudadanos se van vinculando más a la gestión sucesoral que a la del comandante, aunque fue éste quien dilapidó miles y miles de millones de dólares cuyo destino hoy se desconoce. El cuadro es tremendamente perverso. De tanto analizar los daños colaterales del ajuste, para morigerar sus consecuencias sobre "el heredero", más perjuicios se le suman y peor parado sale de las comparaciones habituales que se hacen entre él y el "santo padre" del proyecto revolucionario.
La debilidad de Maduro -que ha sido clave en las dilaciones- también se ha vuelto un problema crónico: al no encarar con celeridad la tragedia económica, han quedado expuestas otras fallas personales que profundizan el pesimismo alrededor de sus limitaciones. Los titubeos que emanan de su actuación nada colaboran con la convicción que ahora mismo se requieren de él: no solo para que sus auditorios comprendan el tenor de la encrucijada actual, sino incluso para hacerle frente a la ortodoxia radical, que se ha salido con la suya al horadarle su capacidad de maniobra y al provocar todas estas inconvenientes demoras.
Maduro, sin embargo, debe tener otro tipo de inquietudes: si el paquete económico posee -como se colige de todo el teatro revolucionario- un decidido respaldo militar, y si la FANB es garante de que su evolución ocurra sin contratiempos sociales incontrolables, no habría motivos de gran peso para que persistan todos estos retrasos que minan la confianza que el ajuste necesita generar. Al fin y al cabo, serán las bayonetas las que asegurarán la viabilidad forzada de las medidas. Colocadas las cosas en una balanza, las diferencias ideológicas resultan una razón inferior para explicar tanta irresolución. Si Maduro teme a algo distinto de lo que es visible, su indecisión y sus vacilaciones solo sirven para reforzar las causas de sus aprensiones. Hasta los pragmáticos del "proceso" están comenzando a alarmarse.
Con la postergación del ajuste, las calamidades que padecen los ciudadanos se van vinculando más a la gestión sucesoral que a la del comandante, aunque fue éste quien dilapidó miles y miles de millones de dólares cuyo destino hoy se desconoce. El cuadro es tremendamente perverso. De tanto analizar los daños colaterales del ajuste, para morigerar sus consecuencias sobre "el heredero", más perjuicios se le suman y peor parado sale de las comparaciones habituales que se hacen entre él y el "santo padre" del proyecto revolucionario.
La debilidad de Maduro -que ha sido clave en las dilaciones- también se ha vuelto un problema crónico: al no encarar con celeridad la tragedia económica, han quedado expuestas otras fallas personales que profundizan el pesimismo alrededor de sus limitaciones. Los titubeos que emanan de su actuación nada colaboran con la convicción que ahora mismo se requieren de él: no solo para que sus auditorios comprendan el tenor de la encrucijada actual, sino incluso para hacerle frente a la ortodoxia radical, que se ha salido con la suya al horadarle su capacidad de maniobra y al provocar todas estas inconvenientes demoras.
Maduro, sin embargo, debe tener otro tipo de inquietudes: si el paquete económico posee -como se colige de todo el teatro revolucionario- un decidido respaldo militar, y si la FANB es garante de que su evolución ocurra sin contratiempos sociales incontrolables, no habría motivos de gran peso para que persistan todos estos retrasos que minan la confianza que el ajuste necesita generar. Al fin y al cabo, serán las bayonetas las que asegurarán la viabilidad forzada de las medidas. Colocadas las cosas en una balanza, las diferencias ideológicas resultan una razón inferior para explicar tanta irresolución. Si Maduro teme a algo distinto de lo que es visible, su indecisión y sus vacilaciones solo sirven para reforzar las causas de sus aprensiones. Hasta los pragmáticos del "proceso" están comenzando a alarmarse.
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