J.F. IRIBARREN| EL UNIVERSAL
viernes 18 de julio de 2014 12:00 AM
Quien tiene el poder, tiene en buena medida el camino trazado. Más, si tiene la necesaria versatilidad de cambiar, propia del leninismo, en un momento de crisis. Y es allí, en esa posible versatilidad, donde debemos poner la vista. Sin embargo, antes se hace forzoso ahondar en quién está realmente trazando ese camino. Cuando se habla en Venezuela de una reestructuración del Estado, teniendo al frente a un octogenario navegado desde el Caribe fantástico, podemos reafirmar lo ya sabido: el camino lo traza, desde hace años, un alma impenitente que aún mora allende los mares de Venezuela.
Pero ¿cuál es el camino? Muy sencillo: el que resuelva, si bien a medias, el desastre económico con las leyes lógicas del Capital, para decirlo en marxismo ortodoxo, y el que cierre el círculo político a toda posibilidad de la alternativa democrática. ¿Cómo se entiende eso? La respuesta es también muy sencilla: se entiende como el modelo chino. Si toman otro camino, el de la implantación limpia del socialismo del siglo XXI, vale decir, del comunismo, en palabras de Castro, la hecatombe podría ser inminente. Ni los chavistas, ni la oposición, ni el 95% del pueblo venezolano, desea el camino cubano del socialismo. Venezuela hoy no es el país de los años 50 del siglo pasado, como lo era obviamente Cuba a la arribada del Che y Cienfuegos a La Habana. A estas alturas, si han de tomar el camino duro, la dureza tendrá que multiplicarse varias veces por la cubana. ¿Es eso sostenible a mediano o largo plazo? Creemos, de manera sincera, que no.
Lo político como tema
El problema, entonces, es sustancialmente político, aunque la clave sea económica. Todo lo pregonado por los expertos democráticos en economía sobre la debacle del régimen en esta materia, es absolutamente cierto, tan cierto es que van a tomar, según parece, algunos de sus lineamientos fundamentales para salir del difícil trance. Es así como la economía del Capital les servirá la mesa para su propósito político. Con la aparición de la China Popular capitalista, ya no es incompatible, al menos por un tiempo, la institucionalidad cerrada del régimen comunista, con la más salvaje economía de mercado. De allí que, para Venezuela, el problema no sea económico, sino político.
Pero, ¿en qué términos es político? Las recientes manifestaciones de calle evidenciaron la catadura del régimen. Por primera vez se puso a prueba lo que el gobierno isleño de segundo piso preveía desde hace más de una década. Llegaría el momento en que el desbordamiento social sería inevitable ante el quiebre económico del sistema. La respuesta serían las organizaciones parapoliciales y la represión en gran escala. Y así ocurrió. De lo contrario, hubiese sido funesta para el Gobierno la avalancha popular desde febrero hasta acá. ¿Qué eso fue movido por inmadurez o agendas personales de algunos líderes de oposición? Puede ser. Lo importante ahora es que se abrió una fase final. Ya la inmensa oposición, coordinada o descoordinada, y el Gobierno, dividido o no, pasaron una etapa crítica de la lucha, en la cual, de seguir el régimen la misma trayectoria comunista de hambre y miseria del pueblo, no podrán contener la respuesta social con fuerza alguna. Y es allí donde aparece la solución política con la clave Sol del capitalismo.
La ruta del régimen
El camino del Gobierno es la fallida reforma constitucional del 2007. Seguirá cerrando paso a paso el círculo del socialismo duro. Las restricciones a la libertad de expresión continuarán su raudo sendero. Los derechos sociales de los trabajadores se deslizarán hasta hacer nugatorias las disposiciones laborales, como se ha visto en el ámbito público. La judicialización de la protesta se mantendrá institucionalizándose. El cerco a la dirigencia política y a los partidos avanzará. ¡Y cuidado con el sistema electoral de segundo grado, harto conocido! En todo esto, el imperator antillano de Venecuba es, sin temor a equívocos, experto consumado. La asfixia a la alternativa democrática podría ser proporcional al éxito relativo del paquete económico del Capital. ¿El enemigo? La ignorancia, sin duda alguna. He allí el escenario donde deberá moverse la alternativa democrática.
Transición o consolidación
La nomenclatura anciana de La Habana no aflojará fácilmente la ubre que le proporciona la Venezuela complaciente. Consolidar la posición, significa para ellos un futuro abierto a su precaria e insostenible condición social y económica, típica del comunismo. Ya dan señales de una nueva vía para la isla, sin sacrificar a la nomenclatura. Salvo una regia oposición en Venezuela, no habrá transición de la que tanto se habla, sino consolidación del sistema chino, única vía de salvación de los que hundieron a Cuba para colarse ahora en el formidable desarrollo del Mercosur y de la Alianza del Pacífico. ¡Qué mejor entrada que la de Venezuela aunque sea tambaleante! A eso vino el procónsul Borrego del mágico emperador de La Habana.
Pero ¿cuál es el camino? Muy sencillo: el que resuelva, si bien a medias, el desastre económico con las leyes lógicas del Capital, para decirlo en marxismo ortodoxo, y el que cierre el círculo político a toda posibilidad de la alternativa democrática. ¿Cómo se entiende eso? La respuesta es también muy sencilla: se entiende como el modelo chino. Si toman otro camino, el de la implantación limpia del socialismo del siglo XXI, vale decir, del comunismo, en palabras de Castro, la hecatombe podría ser inminente. Ni los chavistas, ni la oposición, ni el 95% del pueblo venezolano, desea el camino cubano del socialismo. Venezuela hoy no es el país de los años 50 del siglo pasado, como lo era obviamente Cuba a la arribada del Che y Cienfuegos a La Habana. A estas alturas, si han de tomar el camino duro, la dureza tendrá que multiplicarse varias veces por la cubana. ¿Es eso sostenible a mediano o largo plazo? Creemos, de manera sincera, que no.
Lo político como tema
El problema, entonces, es sustancialmente político, aunque la clave sea económica. Todo lo pregonado por los expertos democráticos en economía sobre la debacle del régimen en esta materia, es absolutamente cierto, tan cierto es que van a tomar, según parece, algunos de sus lineamientos fundamentales para salir del difícil trance. Es así como la economía del Capital les servirá la mesa para su propósito político. Con la aparición de la China Popular capitalista, ya no es incompatible, al menos por un tiempo, la institucionalidad cerrada del régimen comunista, con la más salvaje economía de mercado. De allí que, para Venezuela, el problema no sea económico, sino político.
Pero, ¿en qué términos es político? Las recientes manifestaciones de calle evidenciaron la catadura del régimen. Por primera vez se puso a prueba lo que el gobierno isleño de segundo piso preveía desde hace más de una década. Llegaría el momento en que el desbordamiento social sería inevitable ante el quiebre económico del sistema. La respuesta serían las organizaciones parapoliciales y la represión en gran escala. Y así ocurrió. De lo contrario, hubiese sido funesta para el Gobierno la avalancha popular desde febrero hasta acá. ¿Qué eso fue movido por inmadurez o agendas personales de algunos líderes de oposición? Puede ser. Lo importante ahora es que se abrió una fase final. Ya la inmensa oposición, coordinada o descoordinada, y el Gobierno, dividido o no, pasaron una etapa crítica de la lucha, en la cual, de seguir el régimen la misma trayectoria comunista de hambre y miseria del pueblo, no podrán contener la respuesta social con fuerza alguna. Y es allí donde aparece la solución política con la clave Sol del capitalismo.
La ruta del régimen
El camino del Gobierno es la fallida reforma constitucional del 2007. Seguirá cerrando paso a paso el círculo del socialismo duro. Las restricciones a la libertad de expresión continuarán su raudo sendero. Los derechos sociales de los trabajadores se deslizarán hasta hacer nugatorias las disposiciones laborales, como se ha visto en el ámbito público. La judicialización de la protesta se mantendrá institucionalizándose. El cerco a la dirigencia política y a los partidos avanzará. ¡Y cuidado con el sistema electoral de segundo grado, harto conocido! En todo esto, el imperator antillano de Venecuba es, sin temor a equívocos, experto consumado. La asfixia a la alternativa democrática podría ser proporcional al éxito relativo del paquete económico del Capital. ¿El enemigo? La ignorancia, sin duda alguna. He allí el escenario donde deberá moverse la alternativa democrática.
Transición o consolidación
La nomenclatura anciana de La Habana no aflojará fácilmente la ubre que le proporciona la Venezuela complaciente. Consolidar la posición, significa para ellos un futuro abierto a su precaria e insostenible condición social y económica, típica del comunismo. Ya dan señales de una nueva vía para la isla, sin sacrificar a la nomenclatura. Salvo una regia oposición en Venezuela, no habrá transición de la que tanto se habla, sino consolidación del sistema chino, única vía de salvación de los que hundieron a Cuba para colarse ahora en el formidable desarrollo del Mercosur y de la Alianza del Pacífico. ¡Qué mejor entrada que la de Venezuela aunque sea tambaleante! A eso vino el procónsul Borrego del mágico emperador de La Habana.
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