SANTIAGO QUINTERO| EL UNIVERSAL
lunes 21 de julio de 2014 12:00 AM
Era un compendio de realidades y circunstancias, de acciones y palabras. Un inventario de anécdotas listas a imprimirse en su verbo de corrector de pruebas. Siempre presto con su paleta de semblanzas en mano, a pintar un cuadro en tiempo real de esa Venezuela del pasado próximo, de todo eso que ocurrió antes del 58 y de lo cual, siempre identificó su firma en los eventos que le sucedieron. Uno tenía la impresión al conocerlo, que había sido el nieto preferido de sus abuelos, aquél que sentaban en su regazo para alimentarlo con toda esa sabiduría gráfica para plasmar en imágenes la transición venezolana del siglo XIX al XX. Le decíamos en juego que era el miembro oculto de la invasión andina del 99, aquella que encabezó Cipriano Castro y que contó entre sus hombres a un párvulo de 16 años llamado Eleazar López Contreras. Por supuesto, jugando a lo opuesto, porque con él vino el procerato civil de demócratas tachirenses que dieron piso a la transición institucional venezolana, entre cuyas figuras estaba él, albacea de esas historias de juventudes andinas con sueños heroicos vislumbrados con horizontes de grandeza.
Tachirense de pura cepa, su pluma vino a ilustrar a sus contemporáneos centrales sobre cómo era el audaz espíritu de aquellos hombres que hacían historia a punta de coraje y valentía. Se decantaban con fluidez en su relato, los hechos de Antonio Paredes y Juan José Peñaloza, los escritos de Blanco Fombona y Pocaterra. Era el cronista ideal del Liberalismo Amarillo. Si algo se reconocía en él, era la lealtad como virtud y la organización como talento. En muchos sentidos, su vida fue encrucijada donde el país se reconocía: compañero de viaje de Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevalli, contertulio de Jóvito Villalba , Andrés Eloy Blanco y Rómulo Gallegos , Secretario de Diógenes Escalante, Secretario de la Presidencia de la difícil gestión de Betancourt, Ministro de Comunicaciones del Gobierno Social Cristiano de Caldera, al "hombre país" le tocó presidir la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre), en la cual se desarrolló el más importante intento de organización y relanzamiento de un Estado venezolano moderno y dinámico, en la más amplia convocatoria de investigación, de indagación y encuentro de la academia venezolana de un proyecto integrador de Estado Nación, que contempló el aporte de todas las regiones y a la cual nos convocó el Dr. Velásquez como el anfitrión de las mejores voluntades para diseñar el Estado Moderno requerido. Lamentablemente, las conclusiones y recomendaciones de aquél ciclópeo trabajo intelectual que emprendimos fueron desoídas y más temprano que tarde sobrevino todo el deslave institucional que se pretendía evitar.
No obstante el despropósito, el Dr. Velásquez asumió con gallardía aquél interinato de emergencia que sobrevino a la destitución de Pérez, con el cual ningún partido e institución quiso involucrarse en su administración, porque se trataba de una transición sin trascendencia de poder. Después nos preguntamos por qué ocurrieron las cosas que pasaron. La Historia, saber al que dedicó lo mejor de su producción intelectual, se encargará con el tiempo de dictaminar sus responsabilidades. En medio de la anomia de todos, el Dr. Velásquez cumplió con su responsabilidad. Ojalá sus enseñanzas y ejemplo catedrático, dejen fructífera huella en las generaciones por venir.
Tachirense de pura cepa, su pluma vino a ilustrar a sus contemporáneos centrales sobre cómo era el audaz espíritu de aquellos hombres que hacían historia a punta de coraje y valentía. Se decantaban con fluidez en su relato, los hechos de Antonio Paredes y Juan José Peñaloza, los escritos de Blanco Fombona y Pocaterra. Era el cronista ideal del Liberalismo Amarillo. Si algo se reconocía en él, era la lealtad como virtud y la organización como talento. En muchos sentidos, su vida fue encrucijada donde el país se reconocía: compañero de viaje de Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevalli, contertulio de Jóvito Villalba , Andrés Eloy Blanco y Rómulo Gallegos , Secretario de Diógenes Escalante, Secretario de la Presidencia de la difícil gestión de Betancourt, Ministro de Comunicaciones del Gobierno Social Cristiano de Caldera, al "hombre país" le tocó presidir la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre), en la cual se desarrolló el más importante intento de organización y relanzamiento de un Estado venezolano moderno y dinámico, en la más amplia convocatoria de investigación, de indagación y encuentro de la academia venezolana de un proyecto integrador de Estado Nación, que contempló el aporte de todas las regiones y a la cual nos convocó el Dr. Velásquez como el anfitrión de las mejores voluntades para diseñar el Estado Moderno requerido. Lamentablemente, las conclusiones y recomendaciones de aquél ciclópeo trabajo intelectual que emprendimos fueron desoídas y más temprano que tarde sobrevino todo el deslave institucional que se pretendía evitar.
No obstante el despropósito, el Dr. Velásquez asumió con gallardía aquél interinato de emergencia que sobrevino a la destitución de Pérez, con el cual ningún partido e institución quiso involucrarse en su administración, porque se trataba de una transición sin trascendencia de poder. Después nos preguntamos por qué ocurrieron las cosas que pasaron. La Historia, saber al que dedicó lo mejor de su producción intelectual, se encargará con el tiempo de dictaminar sus responsabilidades. En medio de la anomia de todos, el Dr. Velásquez cumplió con su responsabilidad. Ojalá sus enseñanzas y ejemplo catedrático, dejen fructífera huella en las generaciones por venir.
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