En: http://www.lapatilla.com/site/2014/07/21/pablo-aure-nos-hundimos-lentamente/
Pablo Aure
Nada sencillo lo que padecemos. Venezuela como nunca se ha sumergido en una espesa arena movediza. Mientras el régimen hace movimientos desesperados, se observa cómo se hunde más.
La situación económica es insostenible. Nada bueno podemos predecir, porque quienes tienen en sus manos las finanzas de la nación, son ignaros e improvisados. Un país que hace 16 años tenía una deuda externa alta pero manejable (llegaba a finales de 1998 a una cantidad cercana a los 28 mil millones de dólares) ahora, en tiempos de revolución, a pesar de haber recibido las arcas del Estado por concepto de ingresos petroleros cantidades que exceden a la suma de todos los gobiernos anteriores, nuestra deuda hoy es superior a los 200 mil millones de dólares. Dijera Luis Herrera “tenemos un país hipotecado”. La respuesta salta a la luz de todos. Sabemos cómo se repartía -y se sigue regalando- nuestro dinero para “ayudar” a otros países, o para expandir los ideales de quien se creía el mesías que salvaría al mundo de las tentaciones capitalistas o neoliberales; y vaya contrariedad o equivocación: pensar que el querer controlar todo por las bondades del petróleo le daría estabilidad de ser sustentable en el tiempo. Pero ya vemos los resultados: antes se satanizaba al Fondo Monetario Internacional y ahora parece que inevitablemente vamos a caer en sus garras (para utilizar un término de ellos mismos)
Pero es que no solamente estamos en la bancarrota por los regalos hacia el extranjero: también hemos caído en desgracia por los megaguisos elaborados con el tesoro de la república y hasta desde las mismísimas oficinas ministeriales. Las exorbitantes fortunas hechas por personeros, familiares y allegados de los capitostes del régimen dan fe de lo que decimos o escribimos ¿O es que acaso ustedes no han visto que muchos limpios de solemnidad de hace 15 años, ahora son los amos (no del valle) sino de Venezuela? La corrupción, la mala administración producto de la improvisación y la irresponsabilidad en el manejo de los recursos han sido la causa del deterioro de nuestra economía y el consiguiente abandono de los servicios públicos.
Las “pocas” obras son de la “Cuarta”
Nadie puede entender cómo es posible que casi la totalidad de los hospitales existentes en Venezuela hayan sido construidos durante los anteriores gobiernos, con mucho menos recursos. Por ejemplo, con un barril de petróleo a un precio que oscilaba entre 1,60 $ hasta 15,6 y 19 $. En cambio, desde hace 15 años el petróleo ha superado la barrera de los 100$. Pues bien, con barriles a precio de decenas de porcentajes menores, no solo se construyeron los hospitales que sobreviven en Venezuela, sino que también se hicieron los miles de kilómetros de carreteras y autopistas existentes que fueron el producto de la visión de futuro de gobiernos adecos y copeyanos. Nuestras centrales termo e hidroeléctricas fueron también obras terminadas en el puntofijismo. Repito, con muchísimo menos población, se pensaba en grande. Y por eso se construyeron grandes obras: la central “hidroeléctrica de Guri” es una de ellas, que ahora de acuerdo a un decreto en el 2006 del presidente muerto, le cambiaron el nombre por “Central hidroeléctrica Simón Bolívar”, en una suerte de querer hacer creer que fue construida en la “revolución”. En eso si son unos campeones los rojos rojitos: en cambiarle el nombre a las obras construidas por otros para meter el embuste de que las construyeron ellos. Por cierto, gracias al Guri tenemos de vez en cuando electricidad. Porque si fuera por Maduro y su antecesor ya estaríamos en total penumbra, porque ni velas se consiguen.
Hacen alarde de la misión viviendas, pero no han podido superar -ni lo podrán, por haber quebrado al país- el número de unidades habitacionales construidas en democracia. En lo que va de régimen castro-chavista-madurista no se han construido ni siquiera 600 mil viviendas, mientras que los gobiernos anteriores se construyeron más de millón y medio.
Inflación con escasez
Se habla de la inflación, pero también la escasez nos mata. Este régimen no se ha conformado con no construir obras, y destruir las existentes, sino que nos ha afectado directamente nuestros bolsillos, y consecuencialmente nuestra economía individual. Los sueldos no alcanzan para comprar ni siquiera la canasta alimentaria que todos los días se dispara en su valor y escasean los productos que la componen. Los empleados públicos han sido los más golpeados sobre todo en el sector salud y en el educativo. Los sueldos de las enfermeras o de los médicos son de hambre, el de un maestro imposible que pueda subsistir sin dedicarse a otra actividad.
El sector universitario merece un comentario especial. Durante los gobiernos de la mal llamada IV república era un privilegio ser profesor universitario, empleado u obrero y, desde luego, también estudiante de las universidades públicas. Sueldos acordes con su preparación y exigencias. Buenas becas, buenos planes para estudiar postgrados en el exterior, inigualables servicios de transporte y comedor, una red de residencias estudiantiles extraordinario. El sueldo de un profesor comenzando su carrera como docente superaba los mil dólares mensuales. En cambio hoy, un profesor, con todos los ascensos y a dedicación exclusiva, con los años de servicio para jubilarse, si acaso excede los 200 $. Esa es la realidad de la Venezuela actual. Somos pobres y si continuamos con el mismo sistema seremos cada día más pobres. La pobreza no tiene fondo, como las piscinas, que puedes tocar fondo y rebotar. Nada de eso, no hay límites en el precipicio cuando los gobiernos equivocan sus políticas económicas.
La escasez es más peligrosa que la inflación. Evidentemente ambas, cuando se unen, son un coctel explosivo; esa mezcla la estamos soportando desde hace varios meses y cada día se acentúa más. No podemos ver la falta de un producto alimenticio, de limpieza o higiene de manera aislada; eso de por sí representa un peligro, pues, es un indicador de cómo están nuestras industrias, y siendo esto así, nos anuncia que poco a poco habrá más desempleados, ya que industria que no produzca está condenada al cierre. Viene ocurriendo en el sector automotriz. Me comenta un ejecutivo de la Ford que acá en Valencia la cantidad de carros que antes se producían en un día ahora lo ensamblan en un mes; me decía este fin de semana que Ford en Valencia cuenta con dos mil 500 empleados, y que sobran 500, que llegará el momento de reducirlos, pues la planta se mantiene con los ahorros en Venezuela, porque del exterior no están mandando recursos. No quisiera alarmarlos, pero lo que ocurre con las medicinas y materiales médico quirúrgicos no tiene precedente. Ya veremos explotar las clínicas, porque en los inventarios ya casi ni queda lo elemental como son las suturas y desde hace algún tiempo en Venezuela no tenemos ni marcapasos, ni stents; es decir, veremos aumentar las muertes por problemas del corazón. Y lo peor es que los más afectados son las clases con menos recursos, esos por quienes el régimen dice gobernar.
Burocracia patriótica
Ni hablar de ministros o funcionarios públicos. Cuando el finado presidente llegó al poder criticó el número de ministros que encontró: pues bien, ahora no solo tenemos ministros que duplican a los que existían sino que se ha creado un conjunto de vicepresidentes con rango ministeriales (me imagino que estamos en un número cercano a los 50, entre ministros y vicepresidentes). En el año 1998 había 900 mil funcionarios públicos, ahora superamos a los dos millones 500 mil “trabajadores” adscritos a la administración pública, con menos industrias y con mayor ineficiencia de los servicios públicos. Es decir, el número se ha incrementado, quizá para costear la burocracia partidista y tener nóminas para fines proselitistas y quién sabe si de defensa revolucionaria: léase colectivos.
Señores, nos estamos hundiendo lentamente, pero hay quienes siguen apostando a la convivencia con el sistema asegurando su presente o futuro personalísimo, sin importarles o mejor dicho consintiendo en la destrucción del país.
Mientras el país se derrumba hay quienes hacen planes para cohabitar con los destructores. ¡Qué mal los veo, porque ellos tampoco se salvarán! Mejor dicho: que mal nos vemos como pueblo….
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