OSWALDO PÁEZ-PUMAR| EL UNIVERSAL
domingo 13 de julio de 2014 12:00 AM
Salir de este gobierno es la prioridad número uno. Ordenar la economía es la número dos. Perdón, me equivoco, salir de este gobierno es la segunda, ordenar la economía la tercera; y no confundir el orden que corresponde a esas dos, es la primera.
Ordenar la economía para este gobierno no es una prioridad sino una estrategia para conservar el poder, tomar un segundo aire y aprovecharlo para la destrucción de la economía, no por ella en sí misma, sino porque mientras no la destruya habrá venezolanos que puedan sostenerse al margen del gobierno y en consecuencia oponérsele. El objetivo es claro. Todo debe depender del gobierno para que todo le esté sometido. Eso es el totalitarismo que no debe ser confundido con la dictadura.
La apariencia de democracia incluida la realización de elecciones se mantendrá. Esto no significa que exista una democracia, ni mucho menos que exista la posibilidad de un cambio de gobierno por esa vía. Solo en una hipótesis, poco probable, de una derrota electoral aplastante que sobrepase toda capacidad de fraude que la imaginación pueda concebir y con una población concientizada para salir a defender en la calle su triunfo, puede esperarse un cambio de gobierno por la vía electoral, lo cual además confirma que no será el resultado electoral en sí mismo el que producirá el cambio de gobierno, sino la voluntad de salir a defender en la calle el triunfo.
Esto explica el miedo que el gobierno le tiene a la manifestación ciudadana en la defensa de sus derechos, la brutalidad que acompaña la represión de toda protesta, el enorme gasto publicitario para sostener que la gran mayoría del país y sobre todo la gran mayoría de los sectores de menos recursos lo respaldan y, paradójicamente, hasta los ocasionales resultados electorales adversos al gobierno, que refuerza en densos sectores de la oposición la tesis de que la oposición es minoría, que no se ha hecho el trabajo que se requiere para convencer a la mayoría de la necesidad de un cambio; y sobre todo que no se ha hecho el trabajo en las capas más empobrecidas de la población, que hoy se sabe que han aumentado y que la destrucción de la economía seguirá aumentando hasta el colapso, como ocurrió en la Unión Soviética y después de más de medio siglo no ha ocurrido en Cuba.
Ordenar la economía para este gobierno no es una prioridad sino una estrategia para conservar el poder, tomar un segundo aire y aprovecharlo para la destrucción de la economía, no por ella en sí misma, sino porque mientras no la destruya habrá venezolanos que puedan sostenerse al margen del gobierno y en consecuencia oponérsele. El objetivo es claro. Todo debe depender del gobierno para que todo le esté sometido. Eso es el totalitarismo que no debe ser confundido con la dictadura.
La apariencia de democracia incluida la realización de elecciones se mantendrá. Esto no significa que exista una democracia, ni mucho menos que exista la posibilidad de un cambio de gobierno por esa vía. Solo en una hipótesis, poco probable, de una derrota electoral aplastante que sobrepase toda capacidad de fraude que la imaginación pueda concebir y con una población concientizada para salir a defender en la calle su triunfo, puede esperarse un cambio de gobierno por la vía electoral, lo cual además confirma que no será el resultado electoral en sí mismo el que producirá el cambio de gobierno, sino la voluntad de salir a defender en la calle el triunfo.
Esto explica el miedo que el gobierno le tiene a la manifestación ciudadana en la defensa de sus derechos, la brutalidad que acompaña la represión de toda protesta, el enorme gasto publicitario para sostener que la gran mayoría del país y sobre todo la gran mayoría de los sectores de menos recursos lo respaldan y, paradójicamente, hasta los ocasionales resultados electorales adversos al gobierno, que refuerza en densos sectores de la oposición la tesis de que la oposición es minoría, que no se ha hecho el trabajo que se requiere para convencer a la mayoría de la necesidad de un cambio; y sobre todo que no se ha hecho el trabajo en las capas más empobrecidas de la población, que hoy se sabe que han aumentado y que la destrucción de la economía seguirá aumentando hasta el colapso, como ocurrió en la Unión Soviética y después de más de medio siglo no ha ocurrido en Cuba.
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