Jaime Daremblum - 10 de julio de 2014
Un
aspecto importante de la Primera Guerra Mundial fue la relación
familiar y amistosa de los monarcas de las principales naciones
involucradas en ese trágico capítulo. Este período dejó enseñanzas no
solo militares, sino, sobre todo, políticas. Fueron aquellos, tiempos
que dejaron impresas huellas profundas en las relaciones mundiales del
siglo XX y hasta la actualidad.
El
káiser Guillermo II del Imperio de Prusia y Alemania, el rey Jorge V de
Gran Bretaña e Irlanda y emperador de la India, y el zar Nicolás II de
Rusia eran primos entre ellos, además de parientes cercanos de la
legendaria reina Victoria, figura primordial en el desarrollo del
Imperio británico.
Más
allá de sus títulos oficiales, entre sí se carteaban y también
procuraban coincidir en eventos reales y en los suntuosos balnearios
veraniegos del Viejo Continente. La correspondencia que se
intercambiaron reflejó esa familiaridad, así como la cercanía que unió a
Willy, Georgie y Nicky, sus nombres en el círculo privado.
Coincidiendo con el centenario del estallido de la Gran Guerra, la historiadora Miranda Carter, en una excepcional obra, Three Royal Cousins and The Road to World War I, arroja
nuevas luces sobre el trasfondo del conflicto. También, de manera
detallada, el libro traza la comedia de errores que contribuyeron al
estallido de la Gran Guerra, como suele ser identificada esa dolorosa
etapa del quehacer mundial. El libro es, para los interesados, una
lectura amena con información actualizada.
El
asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono
imperial austro-húngaro, y su esposa, Sofía, el 28 de junio de 1914,
ocurrió con ocasión de una visita oficial a Sarajevo. La pompa
ceremonial dio oportunidad a un perturbado serbio de 19 años, Gavril
Princip, para disparar a quemarropa contra la pareja real. Cabe señalar
que el heredero imperial no gozaba de simpatías en Viena,
particularmente de su tío, el emperador Francisco José.
Escalada hacia la guerra. En
todo caso, el suceso fue visto inicialmente por los primos reinantes
como inconsecuente y carente de interés general. No obstante, la maraña
de tratados que unía a las grandes y menores potencias europeas generó
una escalada de poses y pronunciamientos que, un mes después,
desembocaron en la guerra.
Añadimos
al relato histórico que hubo un hecho trascendental no sopesado por el
káiser ni su equipo de gobierno. Los cálculos estratégicos de los
decisores germanos fallaron al no anticipar que la decadente Gran
Bretaña contaba con un socio silencioso pero poderoso, capaz de definir
el desenlace del conflicto europeo: Estados Unidos.
Cuando
Estados Unidos se involucró de lleno en la guerra, con inmensos costos
políticos para el presidente Woodrow Wilson, se materializó el paso que
eventualmente cambiaría el sistema internacional imperante. Hasta
entonces prevalecía el modelo del equilibrio del poder que pretendía
preservar la paz europea mediante alianzas y contraalianzas bajo la
batuta de Gran Bretaña, el gran decisor. Esta posición privilegiada
respondía al rango del poderío inglés, comprobado por su producción
industrial y otros indicadores socioeconómicos.
Error repetido. Debemos
también destacar que el Imperio germano crecía y ambicionaba reemplazar
a Gran Bretaña como líder del sistema. El error del káiser fue repetido
por Hitler cuando el Tercer Reich nazi declaró la guerra contra
Inglaterra, con similares resultados desastrosos. El socio
norteamericano volcó la suerte de la Segunda Guerra Mundial y, en
colaboración con Inglaterra y, en esta ocasión, con el concurso de la
Unión Soviética, pasó a liderar el orden internacional que emergió de la
guerra. Por su parte, la Unión Soviética estableció una alianza para
“proteger” a sus satélites en Europa Central y Oriental.
Finalmente,
en la secuencia de eventos que culminaron en la Primera Guerra Mundial,
las decisiones cruciales no fueron tomadas exclusivamente por los
monarcas, sino mayormente por otros actores, en particular los
dirigentes políticos y los altos mandos militares. Este curso de los
acontecimientos sembró el camino futuro hacia la democracia.
Ambassador Jaime Daremblum is a Hudson Institute Senior Fellow and directs the Center for Latin American Studies.
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