WILLIAM ANSEUME| EL UNIVERSAL
lunes 14 de julio de 2014 12:00 AM
El 29 de junio de este año, Luis Ugalde, el insigne exrector de la Universidad Católica Andrés Bello escribió su artículo Los sueños sueños son en este medio. Allí planteó una salida alternativa a las posiciones de Capriles, por un lado, y la MUD, de esperar a un eterno 2019, y la "salida" de los otros agentes democráticos: Leopoldo, María Corina y Ledezma, de enfrentamiento callejero inmediato que logre horadar definitivamente el poder gubernamental.
Ugalde expone que la solución debe venir dada por algún agente del propio gobierno, ya que maneja todos los hilos del poder, aunque malamente, y señala la causa: "... el modelo político dictatorial". Así, la apertura hacia la democracia vendría desde un chavismo reconocedor del fracaso mayúsculo de su "proceso", aceptada por la oposición, aunque sea a regañadientes. Ya que según él: "Es la hora del pragmatismo en los pasos para salvar al país".
Esa transición, no lo dudo, es indispensable en este momento. Salir de Maduro, sí, ya que le ha generado a los gobernantes una inmensa pérdida en la popularidad, pero salir del modelo castro-comunista-militarista que, ya se aprecia con meridiana claridad, carece de algún sentido.
Según el artículo del estudioso exrector estamos todos imbuidos en un sueño calderoniano: la salida, la espera y el modelo gubernamental, sólo queda hermanarnos en buenas voluntades, todos. ¿Quién sueña entonces? Si, en la estupenda entrevista que luego le hace Luis Giusti, el mismo religioso indica que el poder establecido debe plantearse "... la renuncia a un sueño absurdo e inviable. Si algo está claro es que el gobierno se niega a aceptarlo". ¿Tan convincente es el prelado que calará su voz en Miraflores, la Asamblea Nacional y los cuarteles? ¿Cómo se hará para que el gobierno renuncie a su negativa a aceptar la transición hacia la democracia de nuevo, con el diálogo impositivo al que de nuevo llama?
El sueño de Ugalde es bello y profundo, pero sueño es. ¿Cómo es la vía democrática para que Maduro deje de ser presidente y se ponga otro? ¿Electo? ¿Designado? ¿Por quién? ¿Aceptado? ¿Un gobierno de coalición gobierno-oposición? Si el propio Ugalde dice que no debe estar la oposición tomando decisiones gubernamentales en esa transición porque se vería afectada, no sería entonces una coalición.
Lamentablemente, no veo razones para tanto optimismo somnoliento, aunque valga como consejo positivo a todos los bandos. El militarismo dictatorial ha cerrado filas en Venezuela. Las parcialidades se profundizan dentro y fuera del gobierno sin unicidad alguna y hasta que los opositores no constituyamos un verdadero bloque encausado a la conquista del poder que exija el cumplimiento de las leyes, elecciones libres y todas las libertades con firmeza, la dictadura y el militarismo seguirán afianzando su poder y tomando medios, evitándonos soñar. Salir del gobierno ahorita, sin intuir siquiera por cuáles medios ni sabiendo a quién poner ni con cuál plan, es un albur semejante a los penales futbolísticos ¿nos lo jugamos a ciegas, a todo riesgo de que un milico se solidifique y nos retrotraigamos a pasados que nos esquilmen de nuevo la vida y los sueños por otro largo período? Si se apuesta a una transición que sea ésta muy breve, luego de una renuncia, en la que se llegue a un acuerdo nacional para la selección de algún independiente sacrificado que encamine prontas elecciones y de a poco reconstruyamos la democracia perdida. Lo demás es una lotería por la que jamás me atrevería a apostar con algún resultado positivo.
¿Transición? Venga. Pero con confianza y seguridad de que el rumbo es la democracia, las leyes, las elecciones: la libertad.
Ugalde expone que la solución debe venir dada por algún agente del propio gobierno, ya que maneja todos los hilos del poder, aunque malamente, y señala la causa: "... el modelo político dictatorial". Así, la apertura hacia la democracia vendría desde un chavismo reconocedor del fracaso mayúsculo de su "proceso", aceptada por la oposición, aunque sea a regañadientes. Ya que según él: "Es la hora del pragmatismo en los pasos para salvar al país".
Esa transición, no lo dudo, es indispensable en este momento. Salir de Maduro, sí, ya que le ha generado a los gobernantes una inmensa pérdida en la popularidad, pero salir del modelo castro-comunista-militarista que, ya se aprecia con meridiana claridad, carece de algún sentido.
Según el artículo del estudioso exrector estamos todos imbuidos en un sueño calderoniano: la salida, la espera y el modelo gubernamental, sólo queda hermanarnos en buenas voluntades, todos. ¿Quién sueña entonces? Si, en la estupenda entrevista que luego le hace Luis Giusti, el mismo religioso indica que el poder establecido debe plantearse "... la renuncia a un sueño absurdo e inviable. Si algo está claro es que el gobierno se niega a aceptarlo". ¿Tan convincente es el prelado que calará su voz en Miraflores, la Asamblea Nacional y los cuarteles? ¿Cómo se hará para que el gobierno renuncie a su negativa a aceptar la transición hacia la democracia de nuevo, con el diálogo impositivo al que de nuevo llama?
El sueño de Ugalde es bello y profundo, pero sueño es. ¿Cómo es la vía democrática para que Maduro deje de ser presidente y se ponga otro? ¿Electo? ¿Designado? ¿Por quién? ¿Aceptado? ¿Un gobierno de coalición gobierno-oposición? Si el propio Ugalde dice que no debe estar la oposición tomando decisiones gubernamentales en esa transición porque se vería afectada, no sería entonces una coalición.
Lamentablemente, no veo razones para tanto optimismo somnoliento, aunque valga como consejo positivo a todos los bandos. El militarismo dictatorial ha cerrado filas en Venezuela. Las parcialidades se profundizan dentro y fuera del gobierno sin unicidad alguna y hasta que los opositores no constituyamos un verdadero bloque encausado a la conquista del poder que exija el cumplimiento de las leyes, elecciones libres y todas las libertades con firmeza, la dictadura y el militarismo seguirán afianzando su poder y tomando medios, evitándonos soñar. Salir del gobierno ahorita, sin intuir siquiera por cuáles medios ni sabiendo a quién poner ni con cuál plan, es un albur semejante a los penales futbolísticos ¿nos lo jugamos a ciegas, a todo riesgo de que un milico se solidifique y nos retrotraigamos a pasados que nos esquilmen de nuevo la vida y los sueños por otro largo período? Si se apuesta a una transición que sea ésta muy breve, luego de una renuncia, en la que se llegue a un acuerdo nacional para la selección de algún independiente sacrificado que encamine prontas elecciones y de a poco reconstruyamos la democracia perdida. Lo demás es una lotería por la que jamás me atrevería a apostar con algún resultado positivo.
¿Transición? Venga. Pero con confianza y seguridad de que el rumbo es la democracia, las leyes, las elecciones: la libertad.
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