El insulto presidencial a la memoria de Kluiverth Roa pudo haberse evitado si el presidente en su niñez hubiese aprendido a respetar al otro, a ser útil, trabajar en equipo y ser digno de confianza, servicial, amable, cortés y bondadoso, como lo exige la Ley Scout. Pero la secta de izquierda a la que pertenece lo que ordenó fue realizar un tiro de gracia moral.
Por
Elizabeth Fuentes @fuenteseliz.-
Un pequeño acto cotidiano, un hecho minúsculo, un detalle, pudo haber alterado la historia de un país, la vida de sus ciudadanos, el destino de un jovencito de catorce años que aspiraba a ser basquetbolista profesional, pero no pudo porque lo último que vio en su vida fue a un policía furibundo que lo apuntaba a la cabeza con una escopeta enorme. Y no pudo Kluiverth Roa llegar a basquetbolista porque, entre otras muchas razones, el presidente Nicolás Maduro nunca fue boy scout.
Porque si Nicolás Maduro hubiese sido boy scout, como Kluiverth, seguramente sabría al menos encender una hoguera en un paseo a la playa (ser útil ), abrir una trocha en el camino (trabajar en equipo), limpiar la maleza (distinguir entre el bien y el mal) y lograr sus metas solito, sin Hugo Chávez ni el presupuesto de todo el país como escalera. Y aunque el respeto a la vida y a la memoria de los muertos no está entre los lemas ni slogans ni los códigos al aire libre de cualquier joven explorador, posiblemente el niño Nicolas habría aprendido por la vía del ejemplo algo que solamente se adquiere en eso que las abuelitas llaman ” educación de hogar”. Y es que frente al cadáver de un muchachito asesinado por el gobierno que él dirige, ante la familia que deja sin consuelo, en las narices de los padres que tanto sacrificio les ha debido costar educar a Kluiverth durante sus catorce años de vida -precisamente los catorce años más oscuros que hayamos conocido en la historia del país- , lo mínimo que ha debido hacer el presidente era guardar silencio como señal de respeto. O llorar como una Magdalena, con la misma desolación que le vimos el presunto día en que falleció Hugo Chávez, su padrino político, dejando por cierto a Venezuela en estado de coma.
Pero la torpeza de elefante en una cristalería que suele exhibir el mandatario, ésta vez no respetó cualquier mínimo principio de decencia y, pisoteando el dolor de la familia, insultando la indignación generalizada frente a semejante barbarie, no se le ocurrió otro tiro de gracia que asegurar que el joven asesinado “pertenecía a una secta de derecha”, como si eso justificara su ajusticiamiento, con la misma convicción que utilizan los encapuchados del KKK.
Y ocurre, señor Maduro, que bastaba con abrir Wikipedia -suponemos que usted sabe de qué se trata-, para averiguar que en Venezuela la Organización Mundial del Movimiento Scout comenzó a funcionar en 1937 y hoy congrega a 16.513 miembros. Y que está presente hasta en los países más dictatoriales y represivos, esos que son tan amigos de su gobierno, como Rusia o China, donde los jóvenes participan a gran escala blandiendo todos los principios éticos de la organización. Por ejemplo, en su Código al Aire Libre, prometen que “haré todo lo posible para ser limpio en mi comportamiento al aire libre, tener cuidado con el fuego, ser considerado con el exterior, y estar concienciado en la conservación del medio ambiente”. Y en su Juramento no se habla de batallas ni de muerte, sino de “cumplir con mi deber hacia Dios y mi país; Obedecer la Ley Scout para ayudar a los demás en todo momento; para mantenerme físicamente fuerte, mentalmente despierto y moralmente recto”. Algo que no aparece, por cierto, en ninguna proclama del Psuv. Porque mientras en la Ley Scout se invita a sus miembros a ser “dignos de confianza, leal, servicial, amable, cortés, bondadoso, obediente, alegre, ahorrativo, valiente, limpio y reverente” en la secta de izquierda donde usted está inscrito se practica la discriminación sin vergüenza alguna, se destruye el medio ambiente para favorecer a los amigos, usted viaja con sus hijos y nietos a cuenta de todos nosotros, está permitido robar sin disimulo y se castiga con cárcel o un tiro en la nuca a quienes no comulguen con ella.
Seguramente por eso no lloró usted frente a la imagen de los muchachitos boys scouts haciendo guardia de honor alrededor del ataúd de Kluiverth, como hicimos la mayoría de los venezolanos, cuando imaginamos que todos esos muchachitos han debido estar en alguna excursión, subiendo una montaña o cocinando en una hoguera. Seguramente usted no lloró porque era más conveniente a sus intereses asesinarlo moralmente, otra de las leyes que se cumple a cabalidad en su exquisita secta de izquierda, esa que le permite llevarse a sus hermanas, hijos y sus nietos a pasear a Rusia y a China en colitas de PDVSA, a alojarse en hoteles cinco estrellas y rumbearse los dineros de todos los venezolanos, familia Roa incluida, mientras los padres de Kluiverth seguramente se las vieron negras para poder cancelar su ataúd y los gastos funerarios que su gobierno le causó.
“Hacer una buena acción diaria”, es el slogan de los scouts. Por eso, si usted, Nicolás Maduro, hubiese sido scout, habría renunciado ayer y le habría enviado una copia a la mamá de Kluiverth, muerto de la vergüenza.
Un pequeño acto cotidiano, un hecho minúsculo, un detalle, pudo haber alterado la historia de un país, la vida de sus ciudadanos, el destino de un jovencito de catorce años que aspiraba a ser basquetbolista profesional, pero no pudo porque lo último que vio en su vida fue a un policía furibundo que lo apuntaba a la cabeza con una escopeta enorme. Y no pudo Kluiverth Roa llegar a basquetbolista porque, entre otras muchas razones, el presidente Nicolás Maduro nunca fue boy scout.
Porque si Nicolás Maduro hubiese sido boy scout, como Kluiverth, seguramente sabría al menos encender una hoguera en un paseo a la playa (ser útil ), abrir una trocha en el camino (trabajar en equipo), limpiar la maleza (distinguir entre el bien y el mal) y lograr sus metas solito, sin Hugo Chávez ni el presupuesto de todo el país como escalera. Y aunque el respeto a la vida y a la memoria de los muertos no está entre los lemas ni slogans ni los códigos al aire libre de cualquier joven explorador, posiblemente el niño Nicolas habría aprendido por la vía del ejemplo algo que solamente se adquiere en eso que las abuelitas llaman ” educación de hogar”. Y es que frente al cadáver de un muchachito asesinado por el gobierno que él dirige, ante la familia que deja sin consuelo, en las narices de los padres que tanto sacrificio les ha debido costar educar a Kluiverth durante sus catorce años de vida -precisamente los catorce años más oscuros que hayamos conocido en la historia del país- , lo mínimo que ha debido hacer el presidente era guardar silencio como señal de respeto. O llorar como una Magdalena, con la misma desolación que le vimos el presunto día en que falleció Hugo Chávez, su padrino político, dejando por cierto a Venezuela en estado de coma.
Pero la torpeza de elefante en una cristalería que suele exhibir el mandatario, ésta vez no respetó cualquier mínimo principio de decencia y, pisoteando el dolor de la familia, insultando la indignación generalizada frente a semejante barbarie, no se le ocurrió otro tiro de gracia que asegurar que el joven asesinado “pertenecía a una secta de derecha”, como si eso justificara su ajusticiamiento, con la misma convicción que utilizan los encapuchados del KKK.
Y ocurre, señor Maduro, que bastaba con abrir Wikipedia -suponemos que usted sabe de qué se trata-, para averiguar que en Venezuela la Organización Mundial del Movimiento Scout comenzó a funcionar en 1937 y hoy congrega a 16.513 miembros. Y que está presente hasta en los países más dictatoriales y represivos, esos que son tan amigos de su gobierno, como Rusia o China, donde los jóvenes participan a gran escala blandiendo todos los principios éticos de la organización. Por ejemplo, en su Código al Aire Libre, prometen que “haré todo lo posible para ser limpio en mi comportamiento al aire libre, tener cuidado con el fuego, ser considerado con el exterior, y estar concienciado en la conservación del medio ambiente”. Y en su Juramento no se habla de batallas ni de muerte, sino de “cumplir con mi deber hacia Dios y mi país; Obedecer la Ley Scout para ayudar a los demás en todo momento; para mantenerme físicamente fuerte, mentalmente despierto y moralmente recto”. Algo que no aparece, por cierto, en ninguna proclama del Psuv. Porque mientras en la Ley Scout se invita a sus miembros a ser “dignos de confianza, leal, servicial, amable, cortés, bondadoso, obediente, alegre, ahorrativo, valiente, limpio y reverente” en la secta de izquierda donde usted está inscrito se practica la discriminación sin vergüenza alguna, se destruye el medio ambiente para favorecer a los amigos, usted viaja con sus hijos y nietos a cuenta de todos nosotros, está permitido robar sin disimulo y se castiga con cárcel o un tiro en la nuca a quienes no comulguen con ella.
Seguramente por eso no lloró usted frente a la imagen de los muchachitos boys scouts haciendo guardia de honor alrededor del ataúd de Kluiverth, como hicimos la mayoría de los venezolanos, cuando imaginamos que todos esos muchachitos han debido estar en alguna excursión, subiendo una montaña o cocinando en una hoguera. Seguramente usted no lloró porque era más conveniente a sus intereses asesinarlo moralmente, otra de las leyes que se cumple a cabalidad en su exquisita secta de izquierda, esa que le permite llevarse a sus hermanas, hijos y sus nietos a pasear a Rusia y a China en colitas de PDVSA, a alojarse en hoteles cinco estrellas y rumbearse los dineros de todos los venezolanos, familia Roa incluida, mientras los padres de Kluiverth seguramente se las vieron negras para poder cancelar su ataúd y los gastos funerarios que su gobierno le causó.
“Hacer una buena acción diaria”, es el slogan de los scouts. Por eso, si usted, Nicolás Maduro, hubiese sido scout, habría renunciado ayer y le habría enviado una copia a la mamá de Kluiverth, muerto de la vergüenza.
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