Thursday, November 24, 2016

De repente, el camino desapareció

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CARLOS BLANCO

Hasta hace pocas semanas estaba claro –presuntamente– el rumbo: establecimiento de la responsabilidad política de Maduro, el “juicio político”, con miras a iniciar su proceso de destitución; diálogo exclusivamente alrededor del referéndum revocatorio en 2016; libertad de los presos políticos; apertura del canal humanitario, y respeto sin concesiones a la Asamblea Nacional. En fin, tal como lo dijo Julio Borges desde la tribuna de oradores de la AN, se iniciaba “la rebelión”. La guinda era la marcha a Miraflores del 3 de noviembre.
Debe notarse, al menos como curiosidad histórica, que este paquete de propuestas fueron asumidas o planteadas por los jefes de la MUD y no solo por “los radicales”; y fueron compartidas por todos los sectores, moderados y radicales, dialogantes y dialogados, desde el exclusivo G-4 hasta el plebeyo G-15 de la MUD.
Ese programa estaba en armonía con la unidad de los partidos, con la oferta electoral del 6-D cuando se eligió la Asamblea Nacional y con el hirviente estado de ánimo del pueblo opositor. Pero un buen día, inspirados por Samper, Zapatero y el Vaticano, los tres partidos que controlan la MUD decidieron suspender lo que habían promovido: el juicio político y la marcha. Iniciativas que habían concitado el apoyo, al parecer, generalizado (quien esto escribe debe decir que no consideró apropiado el impromptu con el que se convocó la marcha, pero todos los partidos la asumieron por un ratico).
Resulta que este viraje de los tres jefes de la MUD no fue ni discutido ni asumido por el pueblo opositor ni por su multivariada representación. Sustituyeron el plan acordado por un fulano “diálogo” y, como resultado, quedaron, unos, desconcertados y, otros, empeñados en el plan original destinado a promover la destitución de Maduro como eje de la política. Para este propósito, la consulta electoral debía ser el centro de cualquier acción. Pero –¡oh, sorpresa!– el tema electoral desapareció envuelto en el ventarrón dialógico.
No fue un cambio menor. No fue una rabieta de los gladiadores del teclado, ni de los biliosos y enfurecidos radicales: fue una alteración inconsulta, antidemocrática y antiunitaria de un programa que costó mucho hilvanar entre todos.
¿Podrá rehacerse la unidad? Es difícil, porque ahora la forma en la cual varios de los dueños de la MUD han encontrado para hacer control de daños es decir “yo no fui”, y la exigencia que hacen los demás partidos del plan abandonado es vista como impropia.
A pesar de los pesares, la unidad más amplia e inclusiva sigue siendo indispensable.

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