En: http://www.lapatilla.com/site/2012/05/10/orlando-viera-blanco-el-estancamiento-de-la-candidatura-de-capriles/
Orlando Viera-Blanco
I.- DE LO MORAL, ESPIRITUAL Y PRODUCTIVO.
Decir que por redundante, la grave crisis moral venezolana no merece mayor ahondamiento, comporta precisamente una posición cómoda e inmoral. Aunque en política la responsabilidad del poder se concentra en los resultados por lo que lo ético no pareciera importar (postura pragmática del jurista Bobbio), es la fenomenología del espíritu humano lo que conduce a la verdad (Hegel) y donde reposa el rescate del eslabón perdido.
Para clásicos como el jurista de Turín, Santo Tomás, los actos de responsabilidad política deben venir bañados de moralidad, para comportar legitimidad y valor ciudadano en la ciudad.
Es la tesis central que comparte Aristóteles en su obra ETICA NICOMAQUEA. Y a partir de la lógica del bien común que se basa en el sentido común, es de donde surgen la propuestas para darle solución a los problemas que impiden la convivencia ciudadana.
Entonces debemos identificar cuáles son esos antivalores históricos y recurrentes, que nos han convertido en una sociedad galbana y anárquica, no sólo en los últimos 14 años de Chávez, sino en los últimos dos siglos.
Lo primero es el caudillaje impertérrito, el deleite por los hombres de poder y la concentración en el Taita, de la máxima y única autoridad. Lo segundo, años más tarde, la rémora petrolera. Y lo tercero, el clientelismo igualitario e improductivo, generador de una sociedad asfixiantemente parasitaria.
Cuáles han sido en la práctica las consecuencias de los citados antivalores: i.- El culto a la personalidad del hombre de poder. ii.- La pérdida del sentido de la productividad y la eficiencia devenida del bacanal rentista u y iii.- La castración de todo sentido laborioso e industrioso, de una sociedad que resuelve su destino con la frase, denme lo que me toca.
Cada uno de aquellas consecuencias comportan graves y atávicas desviaciones morales.
Con relación al mesianismo caudillesco, el hombre de poder se transforma en un supra-humano, en un súper hombre, imbatible, irreprochable e incontenible, que en medio de sus egos, subyuga a los ciudadanos a sus designios y caprichos.
En éste sentido desde Bolívar hasta nuestros días, pocos han sido la excepción. En el capítulo de la pérdida del sentido de productividad, no hemos transformado en una sociedad irreverente, reaccionaria, aderechada, galbana, que justifica la mediocridad y la falta de competitividad, a la “irresponsabilidad” de un súper Estado redentor y monopolizador del poder económico, con el cual no puedo competir.
La castración de lo laborioso e industrial, pasa por la anulación de nuestro poder creativo, permutado por nuestra ansiedad de recibir un pedazo fácil de la torta.
En conclusión generamos lo que Karl Deutsch llama el aprendizaje patológico a contrapelo del aprendizaje creativo (Aníbal Romero, el Nacional 02-02-2011), que conduce “a la radicalización de los errores, agravándolos en vez de enmendarlos…El despotismo ruso lo ilustra con claridad”. Y agregaríamos: la degeneración del pacto de punto fijo, representada en la revolución bolivariana (pacto lineal con la izquierda resentida), representa la nuestra reincidencia patológica.
II.- De la “cultura del yo” a la cultura del bien común. El ejemplo del Perú.
Vengo de Perú. Una país que en tan sólo diez años, se reencontró asimismo, redimiendo el pasado de una conquista brutal y reivindicando su espiritualidad creativa, nacida de sus antepasados incas.
Perú recuperó en sentido de lo público, de la participación real y productiva, a través de un proceso de inclusión de las comunidades indígenas.
Perú es hoy día un pueblo liberal, que ha incorporado a los indígenas a la propiedad privada, que ha puesto en la educación, la llave de la calidad de vida, que ha recuperado la confianza de los inversionistas a través de la recuperación de la confianza del los peruanos, bajo el lema, Perú es para los ciudadanos no para El Estado, esto es, no para los políticos no para el poder.
La única forma de lograrlo fue crear una sociedad de individuos realmente libres, reconociendo en cada uno de ellos, su capacidad productiva, creativa y comercial. El mercado no es un pecado predijo social-justiciero John Rawls.
El pasado no puede seguir siendo un obstáculo, y la propiedad privada, satanás (Rousseau y el discurso de la desigualdad). El capitalismo bien entendido, como el mejor modelo de producción de bienes y servicios, ha sabido convivir con la institucionalidad democrática y el respeto a la ley. El empuje turístico es impresionante, a la par del bursátil y el inmobiliario. La igualdad la han logrado a partir del reconocimiento de cada quién a aspirar un espacio de producción, de propiedad y de participación en los asuntos públicos.
Perú es un país ganado a la modernidad, a la limpieza y al orden, valores no sólo de contenido estratégico sino profundamente éticos, que comportan un espíritu paradójicamente colectivo, centrado en el bienestar común. “Tratar bien al turista, es tratar bien al Perú” arengan los peruanos, desde lo cual se respira no sólo la preocupación POR MI, POR LA CULTURA DEL YO, sino por el conciudadano, al punto de extender ese respeto, al visitante.
Entonces lo público consiste, en participar privadamente de todo aquello que aporte bienestar, educación, seguridad y muy importante, un prístino sentido de nacionalismo. La proliferación de empresas; de indígenas organizados en colectivos para manejar los espacios turísticos; la emergencia de universidades y centros tecnológicos; la organización de los indígenas en comunidades asidas de propiedad privada y la apertura a la explotación de sectores tradicionalmente reservados al estado o grupos privilegiados (minería, transporte público, urbanismo, turismo, resguardo ecológico) han hecho del Perú, un país de primera, en tan sólo una década.
III.- Venezuela y lo público.
Otra lamentable redundancia es afirmar que en Venezuela, lo público está reservado a los políticos, que llegan al extremo de confundir ¡Estado con Gobierno!
¿Tenemos hoy en Venezuela un claro sentido de lo público? ¿Reconocen los actores políticos en general otro protagonista en la discusión de un nuevo modelo de país, que no pase por el concebido por ellos? ¿Existe una real disposición de cambio de modelaje? ¿Ha nacido realmente un movimiento liberal de vanguardia, alternativo, que respetando la participación popular en la toma de decisiones y su aporte a las soluciones de sus problemas, escuche? ¿Hay interés real de nuestros políticos, de uno y otro bando, de migrar del sistema, caudillesco, centralizado, rentista y social-parasitario de poder?
El liderazgo político venezolano sigue con sus ojos (y sus manos) puestos en el botín petrolero. No hay diferencia entre aquellos que dicen que el petróleo es del pueblo y lo exprimen en beneficio de su revolución, y aquellos que arengan duplicar su producción pero controlando celosamente ese objetivo.
En el caso de la oposición venezolana:
¿Se palpa en ella una conectividad real entre sus líderes y las bases sociales? ¿Existe una vocería real de vecinos, comités de usuarios, mesas técnicas, comunidades indígenas, gremios, que sea tomada en cuenta, no en términos de multitudes, sino en términos de delegación ciudadana? ¿Se respira cambio desde las filas de la oposición, en el sentido de proponer una sociedad realmente liberal, desprendida de la dependencia petrolera, MISIONERA y que le de participación real en lo público a la gente? ¿Por qué no plantean una nueva constituyente? ¿Por qué insisten en el proyecto país presidencialista, centralizado, jerárquico, relativizante de la propiedad privada contenido en la reglamentaria y difusa CBV del 1999? ¿Una constitución nacida del centro ideológico del Movimiento V República, es el proyecto de país de la oposición?
En éste sentido Capriles y su equipo político tienen mucho que reflexionar y avanzar.
Es necesario impulsar un gran movimiento de renovación y cambio a fondo. Como apunta el propio Noam Chomsky (El miedo a la democracia, 1992), debemos librar una dura batalla por la emergencia de “los hombres libres”, es decir, de aquellos que no se atan a una matriz de opinión e ideológica prefabricada, de manera automática y superficial, sino un ideal que de con el estado de la cuestión: la refundación de una sociedad productiva, no dependiente al Estado; creativa, pujante, que cuente con herramientas educativas y sociales conductoras de la verdadera co-participación del ciudadano en los asuntos públicos y en la autogestión resolutoria de sus necesidades.
Cuidado con el mensaje. Cómo se come eso de empleo de calidad sí se insiste en un país misionero. Cómo progresar si quien decide como redistribuir la riqueza sigue siendo una élite política, que monopoliza el poder y el control petrolero, haciendo de este recurso, el elemento esencial de sus políticas públicas (y de sus privilegios). Cómo hablar de seguridad integral y ciudadana, si no proponemos una sociedad de ciudadanos exigentes, diversificada sin ataduras al Estado. Cómo construir un país desarrollado esencialmente monoproductor. Y cómo evolucionar frente a la violencia, sin construir verdadera riqueza integral.
La inclusión no está en el reparto de dádivas. La inclusión está en la incorporación del ciudadano a la actividad productiva.
Al tiempo de escribir estas notas, Capriles ha insistido con su propaganda de “relegalización de las misiones.”.
¿Comporta ello un verdadero esfuerzo por construir una oferta política diferente, no a Chávez, sino a lo que ha sido nuestra historia republicana? ¿Apostar a la reafirmación de un país misionero, es construir una oferta eficiente, novedosa, moderna, competitiva, liberal y productiva? ¿No es ésto una vulgar reedición del país clientelar, que nos ha llevado una mendicidad colectiva deplorable? ¿Hasta cuándo el Estado rentista, repartito, redentor y monopolizador de los deberes frente a los débiles, de seguir siendo el padre, hijo y espíritu santo de la miseria?
El discurso político centrado en techo para todos, en el trigal de misiones lisonjeras, en la repotenciación de la burocracia, alimentado en la producción petrolera, y poco en nuestras habilidades, en nuestros talentos; en fin, en nuestro potencial turístico, humano, industrial, ¿ comporta una solución real? ¿Es esto progreso?
Es esto futuro o por el contrario, un salto continuo al pasado que en todo caso alude a un presente de espiritualidad subyugante
IV.- Venezuela está al filo de una gran encrucijada. El estancamiento.
Todo modelo de poder hegemónico y decimonónico (culto a la personalidad, reparto, estatismo, clientelismo, alienación a matrices populistas), tendrá su quiebre y su final, sí se ofrecen los componentes ideales de una sociedad convivencial. Y para lograrlo es necesario construir un liderazgo valiente, frontal y renovador, a contrapelo de lo que nos ha llevado adónde hemos llegado.
Nada diferencia a la ruta de la empanada, los gallineros verticales o la endógena lucha de clases, de las misiones, la oferta millonaria de viviendas o de empleos. Para tener techo, comida, seguridad y estabilidad, es necesario asumir el desafío de decir: sólo trabajando y acabando con el igualitarismo utópico, saldremos adelante. Y el pueblo lo quiere así cuando dice “no me den trabajo, ¡sino déjennos trabajar! Entonces ofrecer un país que seguirá emborrachado de largas colas buscando un vaso de leche, una bolsa de comida, una aspirina o un ordenador que desnude la ideología de turno, es seguir patinando en la miseria y en la limosna.
El pensador de Pensilvania (Chomsky) alertaba de la existencia de grupos de interés que gravitan entorno a la opinión pública, para construir matrices de opinión que preserven los privilegios de los gobernantes. ¿Deja vu?
Cuidado Henrique. No se deje llevar por asesores (por cierto externos) que venden la idea, de que el pueblo lo que clama, es que le den y que le resuelvan. Ya ha sido suficiente del maniqueísmo redentor. Esto no ni sincero ni progresista, en un país no sólo cansado de que lo traten como borregos, sino que huele a mucha distancia, cuando está en presencia un mismo musiú con diferente cachimbo. Y ante ello la gente decide por el viejo conocido que malo por conocer, por lo que poco o nada podrá Usted, captar aquellos decepcionados o indecisos, que poco observan en su oferta política, algo diferente, distinto, incluso audaz, por lo cual no perciben, una nueva esperanza, un nuevo amanecer.
El estancamiento de la candidatura de Capriles no es por casualidad, ni siquiera por falta de esfuerzo (el casa por casa es encomiable) o de imagen. Es porque los esfuerzos reinciden y cabalgan en un modelo desgastado, atípico en el mundo moderno; moralmente inadecuado por inaplicable e inconsistente por ineficiente y alienante. La candidatura está estancada, porque no le pide cuentas al Presidente de su verdadero cuadro de salud. Porque estando a merced de una ola de violencia, no la anticipa y la ataja, exigiendo sucesión y transición sí fuese el caso. Porque siendo el máximo representante de la oposición, no exige-indeclinablemente-libertad a los presos políticos. Porque no le dice con soltura y con contundencia al Presidente Chávez, no somos nosotros quiénes estamos montados en una agenda de goles o contragolpes y mucho menos los involucrados con el narco-estado.
Porque la reconciliación no puede ser un fin en sí mismo, si antes no se habla de justicia.
Ese modelo candidato Capriles –el populismo redentor que Usted insiste en aferrarse- no es otra cosa que una segunda, tercera, cuarta y quinta parte, con igual número de Repúblicas, que nos llevó a lo que tenemos hoy. Y piense Usted que si segundas partes nunca fueron buenas, que queda para una seguidilla de muchas más…
Salud venezolanos.
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