Milagros Socorro
26 Mayo, 2012
En las dos primeras, Poleo se equivoca. En este momento, previo al inicio de la campaña electoral, no contamos con encuestas confiables. Lo que sí tenemos es la alharaca de un candidato oficialista reducido a su lecho de enfermo, (muy hábil en el uso de los medios de comunicación y en la manipulación de la opinión pública), que ha logrado crear la sensación de que está muy activo… en algo. Resulta curioso que Poleo, que conoce a Chávez como si lo hubiera parido, caiga en este juego.
Va desencaminado también al calificar de equivocada la estrategia de Capriles, sin decir, por cierto, cuál es. La verdad es que la táctica de Capriles ha consistido en recorrer el país sin descanso, buscando votos casa por casa; contactando a la gente sin mediaciones y, desde luego, sin televisión. Es lo que le tocaba hacer. No solo porque no cuenta con recursos para invertir en los medios, en su mayoría confiscados por el régimen o reducidos a la autocensura, sino porque es lo que corresponde, dado que se enfrenta a un candidato ultraconocido. En estos meses previos a la campaña, Capriles no debía hacer otra cosa que ir a buscar al electorado, mirarlo a la cara y demostrar que es confiable para enrumbar el país a otro destino.
En esta determinación el comando de Capriles coincide, por cierto, con el propio Pole, quien, en su columna Péndulo del 17 de agosto de 2007, afirmó, con toda razón: “al chavismo hay que hablarle. Al civil y al militar”. La estrategia de Capriles, en esta etapa, consiste en hablarle al chavismo cara a cara. De allí que haya empleados los últimos meses en internarse en los territorios habitados por el llamado sector E, que es donde Chávez tiene el grueso de su votación.
Con respecto al “contrato tácito de Chávez con las mayorías desatendidas”, el mismo Poleo se encarga de estigmatizarlo, con gran propiedad, por lo demás: se trata de un contrato “ inmoral, de africanización” (Poleo dixit), que consiste en repartir dádivas en las porciones justas para que el desatendido regrese mañana por el reposte.
Poelo afirma, además, que Capriles “ignora que en Venezuela el voto es emocional y que en todas partes la gente vota por la esperanza”. Como si fuera esta la primera elección en la que participa el gobernador de Miranda y ex acalde de Baruta… Poleo está consciente de que Capriles sabe eso perfectamente. Lo sabe cualquiera. Pero lo dice por provocar, por mover el cotarro. Y lo logró. Con lo que le hizo un favor al país, necesitado de entrar ya en una dinámica distinta a la del horror cotidiano.
Esto último es lo que deben comprender tanto el candidato como su jefe de campaña, Armando Briquet, que se permitieron respuestas de poca monta a Poleo, un inmenso periodista y Falstaff particular.
Mal le quedó a Capriles hablar de “vieja política”, cuando en la MUD concurren organizaciones de todas las vetas geológicas y cuando él mismo cuenta con valiosos aliados que no son, precisamente, carajitos.
Al día siguiente de esta innecesaria boutade de Capriles, Poleo se equivocó dos veces. 1) cuando dijo que “la oposición marcha hacia el desastre con esa campaña boba”. Y 2) cuando se las echó de tener “50 años diciéndole a este país de qué mal se va a morir, sin pelarme”.
La verdad es que se ha pelado muchas veces, lo que, naturalmente, no rasguña su formidable entidad de reportero y analista.
En fin, el punto es que Poleo, aún equivocado, puede decir lo que le venga en gana. Y, para decirlo en un lenguaje que le es muy cónsono, quiero verle la cara al macho que se lo va a impedir.
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