Caracas, 11 de mayo. Noticias24) - Mientras las celebridades de la música y el cine derrochan arrogancia, los poetas, escritores y pintores de este tiempo quieren ser o parecer cada vez más humildes.
Es la banalidad que suprime poco a poco a la cultura, pero también la actitud silenciosa de los artistas que no quieren alzar la voz para evitar la crítica del resto de los intelectuales.
No siempre fue así. Hubo un tiempo en el que un pintor decía: “Soy uno de los más grandes genios que ha parido la humanidad“. Salvador Dalí era un artista total, y lo sabía, o quizá de tanto decirlo terminó convenciéndose a sí mismo y a los demás. Pero no importa.
Video: Entrevista para el programa “A Fondo” / Youtube
Durante ese mismo tiempo, un poeta le respondió a un noble europeo: “Príncipes hay muchos, Neruda uno solo“.
Los intelectuales del pasado estaban convencidos de su propia genialidad tanto como hoy lo están Justin Biebier o Lady Gaga.
Cuando Salvador Dalí hizo su última aparición pública en 1989, se esperaba una reflexión, un arrepentimiento, pero el español vindicó la prédica de su personalísimo diciendo que Picasso, Einstein y él mismo habían sido los más grandes genios de ese siglo XX que vivía su ocaso, y que nunca morirían porque la humanidad los necesitaba.
Salvador Domènec Felip Dalí i Domènech era el nombre completo de quien nació un día como hoy en 1904. Su personalidad podía ser considerada atorrante, pues estaba entregado a un narcisismo casi total, pero muy pocos –aunque los hubo– se atrevieron a negar su capacidad artística.
Video: Entrevista para el programa “A Fondo” / Youtube
Todo tiene un motivo. El hermano mayor de Salvador, también llamado Salvador, había muerto tres años antes del nacimiento del pintor. Sus padres lo bautizaron con el mismo nombre quizá con la idea involuntaria de que sustituyera al hijo anterior. Por eso el segundo Salvador se empeñó desde pequeño en posicionar su personalidad a todo costo.
En 1934 fue expulsado del movimiento surrealista por su condición de apolítico y respondió: “Yo soy el surrealismo”.
Dalí se convirtió en el más famoso representante del surrealismo en la pintura. Sin embargo, su estilo trascendía del óleo e impregnaba el ambiente a su paso. Un bigote con estiradas puntas, un traje de buzo de vez en cuando, un rolls royce rosado lleno de girasoles, la mirada penetrante y desorbitada, y actitudes inesperadas para cada acción de la vida completaban la estampa de artista que hasta para caminar desarrollaba su obra.
En 1934 fue expulsado del movimiento surrealista por su negativa al compromiso social y a la política a través de la expresión plástica. Dalí respondió al veredicto: “Yo soy el surrealismo“.
Pablo Neruda, Federico García Lorca y Salvador Dalí fueron una noche al teatro. Los dos primeros pidieron a Dalí que comprara los boletos. Muchos minutos después, el hombre de bigotes puntiagudo volvió con el papel moneda en sus manos y diciendo: “No sé usar el dinero”.
Dalí fue un artista total a expensas de un desconocimiento inducido sobre el funcionamiento del mundo real. Tal vez un genio pierde tiempo en la cola de un banco o enredándose con trámites administrativos. Nunca supo nada de la vida, pero le sirvió.
Video: Entrevista para el programa “A Fondo” / Youtube
El reloj doblado de “La persistencia de la memoria“, los caballos con patas gigantes, los comerciales de televisión, que lo hicieron parte de la cultura popular, su infinito amor por Gala y cada respiración de sus pulmones fueron y son arte o un buen intento de serlo.
Salvador Dalí fue uno de esos personajes que pasó por el mundo de los vivos y lo maleó como un casabe mojado, para mejorarlo y legar algo trascendente que nos dio felicidad.
Néstor Luis González
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