Monday, May 14, 2012

Qué queda del país y hacia dónde vamos?

En: http://www.eluniversal.com/opinion/120514/que-queda-del-pais-y-hacia-donde-vamos

MIGUEL BAHACHILLE M. |  EL UNIVERSAL
lunes 14 de mayo de 2012  04:40 PM
No puede pasarse por alto cómo las diarias y recónditas discusiones entre oficialistas ante las prolongadas ausencias del Presidente, reveladas a veces por vías nebulosas, está impidiendo demarcar a los herederos cuáles serán en lo sucesivo los objetivos, formas de distribución del poder, y el empleo de los medios dentro y fuera del país. Anarquía total. Por su parte la jurisprudencia y los tribunales se han desentendido del trance institucional generado por las faltas del Presidente en razón de la subordinación del TSJ al jefe desde al inicio de este vago proceso. Pero no es el único pecado. Los instrumentos de la justicia se declaran tácitamente impotentes ante nuevos tipos de delitos como el secuestro express y la multiplicación de armas de fuego entre reclusos y los llamados colectivos. Funestamente las mismas entidades públicas se sienten subyugadas por amenazas y el chantaje como por ejemplo la sumisión ante los presos de La Planta. En otras palabras, la ley capitulada cuando se trata de proteger vidas y bienes particulares.

El acato a las instituciones, imprescindible en cualquier sociedad civilizada, ha pasado a un segundo plano y se ha convertido en un esbozo, por demás anárquico, en pro de una causa arcaica por cierto ya execrada desde hace décadas por casi todos los países del mundo. Así la brecha entre la ley y el actual contexto social, entre reglamentos y la realidad, se ha hecho cada vez más profunda. Cuanto más fuertemente se ata el régimen al patrón autoritario, tanto más se incrementan los conflictos y se estimula el caos. Por ejemplo las penurias y el retraso cultural de la escuela ante el avance del mundo moderno reflejan el más fehaciente modelo de bancarrota educativo del país.

El Gobierno es hoy el centro de la crítica pública porque rechaza la contribución de la conciencia mayoritaria en los conflictos más álgidos. El régimen, comandado por un presidente visiblemente mermado, se deja guiar por objetivos radicales que no se corresponden con las necesidades sociales más profundas y demandadas por el mundo, como la educación y salud. Brasil lo asimiló bien y ha entendido que es indispensable ampliar su infraestructura para seguir creciendo a un ritmo aún mayor que el actual. En virtud de ello ha instituido programas para ampliar el conocimiento técnico en el exterior de más de 100.000 jóvenes y así viabilizar la ampliación de la subestructura requerida. Entretanto las escuelas públicas en Venezuela hasta de agua carecen. No sabemos cuántos niños abandonan el sistema escolar y con qué frecuencia. Apenas conocemos, por la nómina, el número de profesores que desertan. ¿Alguien está al tanto de los planes educativos para nuestros jóvenes en el plazo de 5 o 10 años?

El caso de la escuela se repite en el resto de las instituciones. En regímenes autocráticos las metas, por estar orientadas en una sola dirección, no solo se hacen utópicas sino perniciosas. ¿Cómo puede llevarse a cabo el progreso en nuestro país si las entidades públicas actuando bajo presión y por las relaciones cambiantes del jefe reaccionan cada vez con más intolerancia, endurecidas, y en muchos aspectos despóticas? El régimen, como todos los absolutismos, gasta su tiempo rebuscando identificaciones a través de slogans para convencer a la mayoría que lo logrado hasta hoy es lo bueno y que por tanto hay que continuarlo para mañana.

Tenemos que liberarnos de esta utopía destructiva y concretar planes para las difíciles tareas del futuro. Debemos erradicar la costumbre de valorar entelequias y avocarnos a investigar los crecientes conflictos para poder entenderlos. La elección del nuevo presidente en octubre significa mucho más que un simple sufragio; simboliza el inicio de una etapa para restaurar las instituciones así como a la dignidad secuestrada, sobre todo, de los más pobres.

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