En: http://www.lapatilla.com/site/2012/05/15/jose-vicente-carrasquero-el-discursito-i/
José Vicente Carrasquero
Por aquello de lo disociado, es normal que por estos tiempos electorales el gobierno y sus seguidores comiencen a manejar un discursito según el cual la oposición anda en planes que buscan desestabilizar, crear zozobra, generar miedo, promover una invasión del imperio, desatar violencia y pare usted de contar.
Uno tiene que preguntarse por qué el gobierno insiste en esta práctica que lo deja ante los ojos del mundo como una institución venida a menos e incapaz de manejar los problemas de la sociedad que son de su competencia.
Es muy probable que en sus supuestamente frecuentes lecturas de textos especializados, el presidente y sus seguidores no se hayan tropezado con esa vieja máxima según la cual el Estado ostenta el monopolio de la violencia legítima. Que por lo tanto, es inadecuado para quien administra ese Estado decir a los cuatro vientos cual damisela indefensa en busca de protección que hay grupos que promocionan la violencia sin que medie acción alguna para impedirlo.
Lo cierto es que la violencia es el signo de este gobierno. Si algo ha crecido de una forma alarmante y dramática durante el siglo XXI en Venezuela son los grupos armados que retan al gobierno es diferentes ámbitos y terrenos. Podemos comenzar por esos grupos que en zonas populares de Caracas se enseñorean declarando territorios liberados. Y esto pasa a menos de dos kilómetros de palacio a vuelo de pájaro. Hemos visto al presidente hacer la finta de rechazar la existencia de estos grupos. Lo hemos visto ordenar la detención de uno de los pandilleros mayores sin tener el mismo éxito que tuvo, por ejemplo, con la jueza Afiuni.
La existencia de estos grupos es una bofetada al Estado de derecho en Venezuela. Resulta insólito que un gobierno deje que estas pandillas crezcan y se desarrollen de forma tal que en algún momento puedan poner coto a las acciones de cuerpos policiales en esos terrenos que dicen tener liberados. No vemos al presidente insultarlos o amenazarlos con la misma saña con la que lo hace contra venezolanos indefensos que se dedican a la producción o al comercio. Lo he dicho antes: aplaudiría de pie al presidente si llamara al pran que tiene en vilo a los vecinos de La Planta y lo sometiera de la misma forma que lo hizo con el representante del Provincial en cadena nacional.
Con lo de las cárceles encontramos otro triste ejemplo de instituciones en las cuales el gobierno perdió el control de la violencia. Al término de poder decir que en el sistema penitenciario venezolano existe una condición de ingobernabilidad: los reos liderados por pranes han impuesto reglas y condiciones por encima de la capacidad del gobierno de hacer cumplir lo que dicen las leyes al respecto. De ahí que las cárceles sean antros de violencia en los cuales el Estado está pintado en la pared. Y cuando digo Estado me refiero a todos los poderes implicados en esta problemática.
¿Y qué de la violencia que le toca vivir a los venezolanos 365 días al año 24 horas al día? Esa delincuencia desatada sobre la cual el gobierno no puede ejercer control alguno. Este problema se le escapo de las manos a un ministro que es capaz de decir que un ex magistrado se le fugó y no renunciar en el mismo acto. Un ministro al que vista su incapacidad lo despojaron del control de las cárceles. Un ministro que dedica parte de su tiempo a la campaña electoral mientras en cualquier rincón del país, mientras usted lee estas líneas apreciado lector, se está cometiendo algún tipo de acto delictivo.
He aquí la razón del discursito al que hacíamos mención al principio de este artículo. Un discursito dirigido a dos asuntos fundamentales: primero eludir la responsabilidad que estos incompetentes funcionarios liderados por el presidente han demostrado ante estos agobiantes problemas y segundo, establecer una agenda alternativa que ponga a la gente a hablar de cualquier cosa menos de los asuntos que le son urgentes y entre los cuales la violencia ocupa un lugar de primerísima importancia.
El discursito es una especie de cortina que se usa para esconder que no se ha hecho nada, absolutamente nada, para controlar la delincuencia. Peor que eso, trece años después ya nadie cree el intento de responsabilizar a otros, Pero, aún más grave, nadie les va a creer que tienen una propuesta nueva y diferente.
El discursito se convierte en una burda herramienta de comunicación política para que el pueblo y los medios se empantanen en una mediocre agenda alternativa que solo busca diluir las energías políticas en discusiones sin sentido que no van al centro de los problemas y sus origines.
Trece años más tarde no hay más nada que decir. Se acabaron los recursos humanos para nombrar nuevos ministros. La resolución de los problemas de la gente no es lo importante. La prioridad la tiene mantenerse en el poder a como de lugar para seguir dilapidando los dineros de los venezolanos en favorecer a otros países mientras aquí seguimos sufriendo las consecuencias de la marcha al pasado que emprendimos en 1999.
El discursito es la única herramienta que le queda a quienes se quedaron con nada para ofrecer.
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