ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 3 de julio de 2012 12:00 AM
El 28 de junio del 2011 escribí esta columna que, ahora, con todo desparpajo me permito reproducir (a instancias de un amigo del Twitter), con la sola intención de ser útil y recuperar algo de nuestra elusiva memoria colectiva: "no sé si el cáncer lo está matando, sí lo tiene pero es curable o si se trata de una patraña para regresar el 5 de julio montado sobre la ola de su supuesta invulnerabilidad de superhombre, capaz de vencer la adversidad, incluso a las enfermedades incurables, con la ayuda de Dios y de los babalaos. Pero ante un país que hace agua por todos lados, un gobierno controlador que cada vez controla menos y el creciente desengaño de una población cansada de creer sin retribución, la farsa como estrategia aparece en el escenario, exacerbada hasta alcanzar las más altas cimas de lo que en su tiempo se llamó "lo real maravilloso", aunque de real solo tenga el nombre.
Se trata de un viejo truco, ahora con variantes made in Cuba, que comienza por insuflarle a los adversarios la ilusión de que el gran factótum se tambalea, se apaga como la llama de una vela y eso implica el surgimiento de una nueva realidad y la posibilidad de que la naturaleza haga lo que los hombres no lograron. Los efectos se manifiestan en estupefacción, incredulidad, asombro. ¡Oh Dios!, el hombre al final es humano y le sobrevino lo que nadie esperaba, y claro, en medio del morbo consiguiente, se instala en el inconsciente colectivo la idea de un cambio dramático en el guión del país donde el sumo protagonista ya no tiene cabida. Así, el tremendo hueco que deja es recibido con esperanza en un sector y con desaliento en el otro.
Consideraciones aparte sobre la naturaleza personalista del régimen, el país se apresta, entre dolores y expectativas de cambio, a afrontar la nueva realidad, pendiente del trágico desenlace cuando, de repente ¡Puff!, el hombre aparece como si nada, tan campante, caído del cielo, es decir de La Habana, un glorioso 5 de julio, a la cabeza de los tanques rusos, las banderas rojas, la siempre fiel soldadesca y el goce sublime de sus multitudinarios seguidores para decirnos que, una vez más, hemos vencido los hados malignos de Tánatos y aquí estoy, redivivo, listo para taparle la boca a quienes me deseaban lo peor y dispuesto, humildemente, a continuar sirviéndole a la Venezuela bolivariana, revolucionaria, siempre tras la huella de nuestro infinito padre...
En fin, el hombre transformado en semidiós, el ídolo que volvió del más allá para salvarnos y luego de ese magistral golpe lanzarse a la consolidación de su poder, patraña sublime mediante, en la escenificación de un dramón de cuarta categoría que puede convertirse en un modelo de resucitación política jamás imaginado por el más ingenioso asesor gringo en ganar elecciones.
Se trata de un viejo truco, ahora con variantes made in Cuba, que comienza por insuflarle a los adversarios la ilusión de que el gran factótum se tambalea, se apaga como la llama de una vela y eso implica el surgimiento de una nueva realidad y la posibilidad de que la naturaleza haga lo que los hombres no lograron. Los efectos se manifiestan en estupefacción, incredulidad, asombro. ¡Oh Dios!, el hombre al final es humano y le sobrevino lo que nadie esperaba, y claro, en medio del morbo consiguiente, se instala en el inconsciente colectivo la idea de un cambio dramático en el guión del país donde el sumo protagonista ya no tiene cabida. Así, el tremendo hueco que deja es recibido con esperanza en un sector y con desaliento en el otro.
Consideraciones aparte sobre la naturaleza personalista del régimen, el país se apresta, entre dolores y expectativas de cambio, a afrontar la nueva realidad, pendiente del trágico desenlace cuando, de repente ¡Puff!, el hombre aparece como si nada, tan campante, caído del cielo, es decir de La Habana, un glorioso 5 de julio, a la cabeza de los tanques rusos, las banderas rojas, la siempre fiel soldadesca y el goce sublime de sus multitudinarios seguidores para decirnos que, una vez más, hemos vencido los hados malignos de Tánatos y aquí estoy, redivivo, listo para taparle la boca a quienes me deseaban lo peor y dispuesto, humildemente, a continuar sirviéndole a la Venezuela bolivariana, revolucionaria, siempre tras la huella de nuestro infinito padre...
En fin, el hombre transformado en semidiós, el ídolo que volvió del más allá para salvarnos y luego de ese magistral golpe lanzarse a la consolidación de su poder, patraña sublime mediante, en la escenificación de un dramón de cuarta categoría que puede convertirse en un modelo de resucitación política jamás imaginado por el más ingenioso asesor gringo en ganar elecciones.
No comments:
Post a Comment