Laureano Márquez
9 Noviembre, 2012
“Por Flor Amarillo y que la agarraron porque y que salió a comprar tinte para el cabello”… “¿no me digas que se tiñe el cabello?”… claro, una mujer venezolana prefiere correr el riesgo de que la atrape la policía antes que perder el “glamour” o, dicho en criollo: “antes muerta que sencilla”.
Al menos 20 fiadores de “solvencia económica y moral” se presentaron voluntariamente a poner los reales para que Rosita recuperara la libertad. Puede que alguno de ellos pretendiera la exclusiva de la comercialización del calendario 2013 “Rosita en Tocorón”, que no sería mala idea para el financiamiento del partido Podemos, de cuya dirección nacional forma parte Rosita, según nos revela su vicepresidente, en cuyos brazos, cual tálamo, salió Rosita de la cárcel. Incluso, por qué descartar una eventual candidatura de Rosita a una gobernación. Seguro estoy de que no habría que arrear a los votantes con la amenaza de perder casa, beca o trabajo y que ganaría limpiamente.
Yo me alegro de la libertad de Rosita, colega además del humor. Hay un principio jurídico que se llama “presunción de inocencia” y basta ver las fotografías con las que la prensa ha estado difundiendo su caso para determinar que, en lo que a este principio respecta, tiene razón y le cabe derecho.
Rosita ha expresado públicamente, vía twitter, su adhesión y respaldo al Presidente de la República: “…Somos la esperanza creciente. ¡Con Chávez sí PODEMOS!”, expresó. Es todo tan emblemático, que tiene razón la Defensoría cuando la emprende en contra del humor. En Venezuela el humorismo es una etapa superada, la crónica es más que suficiente.
Suerte, Rosita, bienvenida a la libertad.
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