Friday, November 2, 2012

Llorar sobre la leche derramada

En: http://www.eluniversal.com/opinion/121102/llorar-sobre-la-leche-derramada

RICARDO GIL OTAIZA |  EL UNIVERSAL
viernes 2 de noviembre de 2012  12:00 AM
Nuestra cotidianidad se ha transformado en el fastidio de lo mismo, en el tole-tole del fraude, en el pase interminable de cadenas, artículos, mensajitos, informes, estudios, chismes y ensalmes (que prometen lo imposible por absurdo). Pero de eso vivimos; con eso nos alimentamos en el día a día. Nos quedamos paralizados en el 7-O y no estamos de cara al presente, y menos al futuro. Nos desmontan el país a cada instante y ante eso no reaccionamos con la contundencia requerida. Nos llevan de manera acelerada a un Estado comunal, el cual rechazamos en un referéndum y contraviene de manera flagrante nuestra Carta Magna, y estamos como si nada. ¿Harán algo nuestros diputados (aunque sea simple alharaca), las universidades, la sociedad organizada, las ONGs, los empresarios, la Iglesia y las fuerzas vivas de la nación, frente a este pretendido desmantelamiento institucional?

Perdimos nuestra capacidad de reacción para quedarnos en la abstracción de lo imponderable. No bajamos a la realidad de un país trastocado en lo profundo, hundido en las urgencias, mientras que lo medular es dejado de lado en una suerte de ruleta rusa que podría dar su golpe certero en cualquier momento. Nuestra clase política se haya petrificada, estupefacta frente a su propia en inconmovible estupidez, pendiente de mantener su cuota de poder, mientras el país se cae a pedazos. ¿Qué hacemos ante lo que luce inminente? ¿Cómo reaccionamos frente a las embestidas de un régimen dividido en sus entrañas, pero que lleva todavía una fuerte carga de oxígeno en sus venas?

La sociedad aparenta seguir con su ritmo habitual, pero muy dentro está enferma de desesperanza, inmóvil por el miedo, quebrantada en sus bases ontológicas. Las elecciones regionales lucen a estas alturas como "crónicas de muertes anunciadas" y ante ello damos la espalda, huimos, nos apartamos, para que los ramalazos por venir no nos dañen, no destruyan ese halo de sueño que aún reposa en el inconsciente, y que de alguna manera nos hace articular acciones sin orden ni concierto, moviéndonos en un largo laberinto de inconsistencias. Estamos como barco a la deriva en medio del mar agitado, que amenaza con borrar todo vestigio de salvación.

Urge la reflexión acompañada de acción: el reconcentrar nuestras fuerzas para reorientar el rumbo y así hallar un norte en el que sea posible volver a ser país; reconquistar nuestra condición de ciudadanos con poder de decisión, y que a nuestras manos regrese el futuro: nuestro futuro, hoy conculcado por la peores manos. Estamos en la obligación de despertar de la modorra del 7-O y emprender el camino que nos lleve a comprender lo poco práctico que resulta a estas alturas llorar sobre la leche derramada, a no ser que queramos detenernos en el tiempo mientras pasa por encima de nosotros la cruda realidad.

No podemos entregar sin más a un país que nos pertenece a todos, y no a una parcialidad que se arroga ser la dueña de nuestras vidas. La historia nos cuenta cómo muchas naciones lograron salir de la oscuridad gracias al esfuerzo mancomunado, y que lo aparentemente imbatible e indestructible puede ser vencido con la persistencia y el coraje de hombres y mujeres dispuestos a luchar por sus ideales democráticos.

Nuestra más cercana prueba de fuego es este 16-D y podríamos revertir (si así nos lo proponemos) un triunfo cantado desde las desmesuras de un poder que no ha tenido la dignidad de respetar las más elementales reglas de juego. Las llamadas migraciones electorales y las imposiciones antinómicas de los candidatos del oficialismo (en contra de los deseos y aspiraciones de las propias regiones), son retos que tenemos por delante para así mostrar al mundo lo que es capaz de hacer una nación asqueada frente a sus propias circunstancias.

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