ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 6 de noviembre de 2012 12:00 AM
Paradojas de la política, el presidente de un país pequeño (geográficamente hablando) como Venezuela dispone de un poder económico, político y militar, no sólo como nunca jamás imaginó tener ninguno de sus predecesores, sino, incluso, superior (guardando las distancias en todos los órdenes) al de los jefes de Estado de los países más poderosos del mundo, incluyendo EEUU.
El dato no resulta meramente anecdótico, ni mucho menos una curiosidad histórica desdeñable si consideramos, además, que en el mundo, a estas alturas ni tan ancho ni tan ajeno, han existido y existen toda laya de dictaduras, dictablandas, dictadores y dictadorzuelos, para no hablar de las democracias tuteladas, relativas, imperfectas y/o precarias.
Pero si nos detenemos un momento y colocamos en la balanza los poderes de un presidente como Obama, hoy pujando por unas centésimas para lograr la reelección, y otro como Chávez (que ya lo logró, aunque sin muchos pujos pero sí mucha trampa), observaremos cómo el de aquí ha logrado fundir en un solo movimiento al Estado-Gobierno-Partido y no sólo para ganar elecciones, sino como una política permanente que reduce a la nada (si bien progresivamente) los preceptos democráticos esenciales. Huelga afirmar, entonces, que ni Obama, posiblemente el hombre más poderoso del mundo, puede hacer en Estados Unidos lo que hace Chávez en Venezuela.
Queda, sin embargo, una interrogante: ¿no hubo en el pasado dictadores que lograron imponerse por encima de las instituciones a las cuales controlaban aún más férreamente que el nuestro de hoy en día? Efectivamente y quizás Juan Vicente Gómez resulte el ejemplo patente de concentración de poderes en una sola persona, máxime si tomamos en cuenta que fue el artífice del centralismo como hecho político concreto.
Pero la diferencia no está sólo en los tiempos, sino en el pequeño detalle de la renta petrolera. Nunca pudo el déspota de La Mulera manejar la increíble cantidad de recursos provenientes de la renta petrolera, ni tampoco le pasó por la cabeza someter el país sobre la base del sufragio universal, entre otras razones, porque no era necesario.
En Chávez confluyen todos esos factores que lo convierten en el presidente con mayor margen de discrecionalidad y por tanto, en esa misma proporción, en el responsable fundamental de lo que es el país. Algunos podrían considerar como positivo el balance. Allá ellos. Quienes pensamos lo contrario sabemos (el desastre está a la vista) que un gobierno como ese (liberado de cualquier tipo de atadura institucional y con la impunidad como norma) no puede ofrecer un resultado distinto.
El dato no resulta meramente anecdótico, ni mucho menos una curiosidad histórica desdeñable si consideramos, además, que en el mundo, a estas alturas ni tan ancho ni tan ajeno, han existido y existen toda laya de dictaduras, dictablandas, dictadores y dictadorzuelos, para no hablar de las democracias tuteladas, relativas, imperfectas y/o precarias.
Pero si nos detenemos un momento y colocamos en la balanza los poderes de un presidente como Obama, hoy pujando por unas centésimas para lograr la reelección, y otro como Chávez (que ya lo logró, aunque sin muchos pujos pero sí mucha trampa), observaremos cómo el de aquí ha logrado fundir en un solo movimiento al Estado-Gobierno-Partido y no sólo para ganar elecciones, sino como una política permanente que reduce a la nada (si bien progresivamente) los preceptos democráticos esenciales. Huelga afirmar, entonces, que ni Obama, posiblemente el hombre más poderoso del mundo, puede hacer en Estados Unidos lo que hace Chávez en Venezuela.
Queda, sin embargo, una interrogante: ¿no hubo en el pasado dictadores que lograron imponerse por encima de las instituciones a las cuales controlaban aún más férreamente que el nuestro de hoy en día? Efectivamente y quizás Juan Vicente Gómez resulte el ejemplo patente de concentración de poderes en una sola persona, máxime si tomamos en cuenta que fue el artífice del centralismo como hecho político concreto.
Pero la diferencia no está sólo en los tiempos, sino en el pequeño detalle de la renta petrolera. Nunca pudo el déspota de La Mulera manejar la increíble cantidad de recursos provenientes de la renta petrolera, ni tampoco le pasó por la cabeza someter el país sobre la base del sufragio universal, entre otras razones, porque no era necesario.
En Chávez confluyen todos esos factores que lo convierten en el presidente con mayor margen de discrecionalidad y por tanto, en esa misma proporción, en el responsable fundamental de lo que es el país. Algunos podrían considerar como positivo el balance. Allá ellos. Quienes pensamos lo contrario sabemos (el desastre está a la vista) que un gobierno como ese (liberado de cualquier tipo de atadura institucional y con la impunidad como norma) no puede ofrecer un resultado distinto.
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