Fausto Masó
1 Junio, 2013
Capriles brindó con champán en Bogotá, al comprobar la verdad que había aprendido Chávez: nada mejor en política que la suerte y la torpeza de los enemigos. A Capriles lo acusaban los radicales de la oposición de no dar el paso decisivo, organizar la movilización hacia Miraflores, jugárselo todo a una sola carta, y en esas circunstancias Diosdado, Jaua y Maduro transformaron un viaje rutinario en noticia mundial.
Venezuela anda a la búsqueda de dólares, mientras que Colombia produce 1 millón de barriles diarios de petróleo y ha firmado un tratado de libre comercio con Estados Unidos y otro ahora con los países del Pacífico: México, Perú, Chile, y algunos de Centroamérica, un bloque comercial que desafiará el proteccionismo de Mercosur, abierto a las inversiones, con un poder económico similar al de Brasil.
El estilo de Chávez no le cuadra a Maduro. Chávez, además de la grosería, permitía que Santos lo llamase su nuevo mejor amigo y ayudaba a intentar pacificar a las FARC. Santos juzga a Maduro un segundón.
Maduro embistió con los ojos cerrados; como respuesta, un ministro colombiano le recordaba a Miraflores que si no pagaba Colombia no enviaría comida hacia Venezuela.
Diosdado y Jaua poseen su propia agenda, no apuestan por que Maduro termine su mandato aunque los tres sepan que cualquier división del chavismo les costaría el poder, representan una trinidad forzosa y mal avenida.
Santos busca su reelección en lucha con Uribe, un enfrentamiento que divide a Colombia. Uribe quiere acabar con el proceso de paz con las FARC y acusa a Santos de ser un instrumento del chavismo, cosa que la pelea con Maduro contradice.
¡A Maduro le inocularon el virus de la bobería! Deja de lado los intereses reales de Venezuela, que lleva 14 años guiada únicamente por un proyecto político. Colombia será tan próspera como México o Panamá, y progresará mucho si supera la guerra con las FARC.
Venezuela carece de un plan de crecimiento. Santos tiene una estrategia económica y política exitosa. A Maduro la realidad petrolera le baja los humos con los empresarios y con las multinacionales; ha firmado tres acuerdos con empresas chinas, francesas y norteamericanas; modificó la política petrolera de intransigencia de Chávez. Todas las bravuconerías no disimularán la realidad, el giro hacia la derecha que tanto critican los radicales chavistas.
Y el colmo de las desgracias, el falso dramatismo de Jaua, Maduro y Diosdado Ocariz lo contesta con un chiste, dice que regresará de Bogotá con las maletas cargadas de papel higiénico. Dios mío, ¡qué torpeza! Maduro cambia la política económica de Chávez, pero habla como Robespierre, sólo que por alguna extraña razón le aguantan, igual que a Chávez, todas las majaderías fuera de Venezuela. Quizá lo hagan porque saben el fin de la historia. Venezuela, en vez de convertirse en una potencia, se arruina aceleradamente.
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