Raúl Sánz Machado
Agosto pasado marcó el 116º aniversario del feliz día en
que vio la luz en tierra cumanesa, un venezolano de postín, orador
político metido a humorista, llamado Andrés Eloy Blanco, curtido en cárceles y
exilios, aunque inmune a odios y resentimientos, como consta en su inspirada
pluma poética, de honda y afortunada sensibilidad. Mediando la
cincuentena, presidió la Asamblea Nacional Constituyente de julio del 1947 y en
tal virtud firmó la Ley Constitucional, promulgada el 5 de julio por la Junta
Revolucionaria presidida por Rómulo Betancourt y refrendada por sus ministros,
entre quienes figuraban, Raul Leoni, Carlos Morales, Juan Pablo Pérez Alfonzo,
Carlos Delgado Chalbaud, Manuel Pérez Guerrero, Luis Beltrán
Prieto y Eduardo Mendoza Goiticoa, gente de buen hacer y proceder.
A la habilidad política del Diputado Blanco, se unió desde la tribuna
parlamentaria un fino matiz humorístico que para algunos se tradujo en sonrisas
y para otros en dolor de cabeza, como ocurrió con una dama
parlamentaria de oposición, quien en cierta ocasión pidió la palabra con aires
de trifulca. Andrés Eloy, solícito, se la concedió: “Tiene la
palabra, Señorita…” La respuesta aireada, no tardó: “Señorita no, Presidente… Diputada…! A lo que el agudo
parlamentario se excusó con elegante intención: “Dispense Diputada, yo creí
que usted era señorita…!
En otra ocasión, el novel parlamentario copeyano Edecio La Riva Araujo
usó y abusó de su derecho de palabra, para hacer objeciones al
proyecto constitucional que se debatía. Andrés Eloy, con disimulada impaciencia
trataba de abreviar el debate advirtiéndole: “Hay una comisión de estilo,
Diputado…” Inutil. Edecio insistía en sus protestas en el caldeado ambiente
con mayoría adeca, hasta que Andrés Eloy, tocó la campanilla y se
acabó el debate. Ante las insistentes protestas de Edecio, el
Presidente lo interrumpió: “No hay cosas que hagan más ruido que un Ford
viejo y un diputado nuevo”. El futuro Senador y líder verde no le quedó más
remedio que reír y se sentó en su curul sin más interrupciones.
Refiere el acucioso historiador y recopilador de la obra de Andrés Eloy
Blanco, José Rivas Rivas, que en los ardores
parlamentarios entre adecos y copeyanos, en la Asamblea de 1946,
extrañaba la presencia de un fogoso orador de la tolda verde, mas “café que
leche”; de nuevo se puso de manifiesto, el ingenio humorístico del poeta
parlamentario en una ocurrente coplilla que circuló en la cámara, que
decía: “Cosas que no son de
ley / siempre resultan un fiasco /
mujer orinando en frasco / y negro inscrito en
Copei”
Y así era este insigne cumanés que supo entretejer el sentimiento y el
Ser nacional con las altas investiduras con las que sirvió a la República. Su
partida en mala hora, dejó un hondo vacío en los cálidos testimonios profesados
por amigos. Ya, antes, el sentimiento materno se había hecho palabra: “Madre, si me matan, / ábreme la herida,
ciérrame los ojos / y tráeme un pobre hombre de algún pobre
pueblo / y esa pobre mano por la que me matan, /
pónmela en la herida por la que me muero”. En el acto
del traslado de sus restos al Panteón Nacional, quedaron las palabras vibrantes
de su fraternal Miguel Otero Silva: “Así no
hubieras escrito tus versos, tiene tu esqueleto el derecho a ser sembrado en
este bosque de significativos mármoles”. Ya el poeta había
expresado alguna vez: “No hay que llorar la muerte del viajero, hay que
llorar la muerte de un camino”.
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