Alberto Quirós Corradi
Robert Lynd
dijo “Muchos de nosotros creemos que debemos intentar lograr la felicidad
de otros, siempre y cuando puedan ser felices con lo que tenga nuestra
aprobación”. La cita nos viene a la mente al enterarnos del anuncio de la
creación del Vice Ministerio Para la Suprema Felicidad del Pueblo Venezolano.
Este régimen y su concepto de la felicidad calza muy bien en la definición de
Lynd. El Socialismo del Siglo XXI nos hará felices. Las Misiones nos harán
felices. Los insultos al Imperio nos harán felices. Los groseros atentados
contra el lenguaje nos harán felices. La memoria de Chávez nos hará felices. La
destrucción de la productividad nos hará felices. La inflación y el
desabastecimiento nos hará felices. La falta de medicamentos y la ruina
hospitalaria nos hará felices. La educación y la adulteración de la historia
nos hará felices. Los presos inocentes nos hará felices. La pena ajena que nos
dan los discursos de Maduro nos hará felices.
En resumen, el
régimen cree estar feliz por el saqueo que le ha hecho al país y por la
destrucción de los valores morales, porque robar y matar ya no es malo. Porque
están inflados de billetes verdes. Porque viven lujosamente de la riqueza mal
obtenida como nunca soñaron. Por eso creen que la felicidad temporal de la cual
gozan la pueden decretar para que los demás también la disfruten. No se puede.
Peor aún, sospecho que aunque con todo el poder y el dinero, muchos de ellos,
especialmente Maduro, no son felices. No lo son por las graves consecuencias y
castigos que sufrirán cuando pierdan el poder. El miedo a tener que enfrentar a
sus desmanes y a sus víctimas, algo no muy lejano, les impide disfrutar de lo
mal habido. Alguna vez hasta pensarán que eran más felices cuando no les pesaba
tanto el miedo y lo poco de consciencia que les queda. Sería interesante que
los boliburgueses se preguntaran algún día si son felices y sospecho que
tendrían la respuesta que dio John Stuart Mill “Pregúntate si eres feliz
y dejarás de serlo”.
La mentira
mayor de este régimen es creer que le ha traído la felicidad a los pobres y a
los excluidos de ayer que aun lo siguen siendo. El país pudiera ser feliz si
los miles de millones de dólares que ha recibido hubieran creado fuentes de
trabajo para que ese sector de la sociedad obtuviera sueldos dignos por su
esfuerzo y que para mal comer no tuviera que ponerse una franela roja y asistir
como borregos a las marchas y a inauguraciones mentirosas, para oír insultos y
descalificaciones a la otra mitad del país.
Nadie pueda
estar feliz en Venezuela. Los que reciben dadivas y viven sin trabajar porque
sienten lo indigno del ser mantenidos y quieren producir. Los ricos porque
temen que le confisquen sus bienes y la clase media porque sus aspiraciones de
tener mayor calidad de vida ha sido secuestrada por quienes han demostrado ser
sus enemigos.
La creación
del Vice Ministerio de la Suprema Felicidad es otra estupidez de este régimen
que ha probado, más de una vez, no tener sentido del ridículo.
La felicidad
es un estado de ánimo que puede desarrollarse por varios incentivos. No hay una
receta única y si la hubiera no sería otra que tener la libertad de hacer lo
que a uno le provoque. Por eso, es mentira que pueda haber pueblos felices bajo
gobiernos dictatoriales o ineficientes o ignorantes. La combinación de los tres
defectos, como en Venezuela, es la suma de la infelicidad.
Yo tenía en mi
oficina un letrero que sirve de mensaje a Maduro: “Aquí todos traen la
felicidad. Unos cuando llegan. Otros cuando se van”.
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