Antonio Sánchez García
6 Julio, 2014
A Eleonora BruzualSi María Corina Machado quisiera comprar la gaceta hípica de San Juan de los Morros y Marcel Granier, El Tinterillo, de Tucupita, la Procuraduría General de la República y la Contraloría solicitarían que los fondos de dichos adquirentes fueran investigados por el FMI, la Bolsa de valores de Hong Kong, el FBI, Scotland Yard, la Nueva Trova Cubana, el Foro de Sao Paulo, La Iglesia Pentecostés de Barbacoa, los Enanitos Cantores de Turgua y el Hipódromo de Machurucuto. Sus cuentas serían congeladas. Sus nombres, enviados a las listas de Interpol, y por si las moscas ambos serían detenidos, sus bienes confiscados y las propiedades que les van quedando expropiadas ipso facto y sin derecho a réplica.
Pero asómbrese querido lector que al día de hoy, aún no se sabe qué grupo venezolano usó una organización fantasma de nombre digno del The Economist para comprar el periódico de mayor circulación nacional, del que en un santiamén fueran despedidos decenas de periodistas, por el delito de exigir contar la verdad de lo que acaban de ver y querían reportear; Globovisión hace como si fuera la recogidita de algún portentoso enriquecido en tiempo récord y El Universal asoma bufetes londinenses como los del Dr. Van Helsing y los brocker encargados por el Conde Drácula para realizar inversiones inmobiliarias en la City para que Bram Stoker escribiese la famosa novela del mismo nombre – Drácula – que lo hiciera famoso en todo el planeta.
Me pregunto, obviamente, ¿qué pensara el candidato Capriles de todas estas movidas? ¿Qué dirán Borges y Ramos Allup ante la ingeniosa estratagema de los misteriosos compradores fantasmas de estas tristes tierras para permitirle al Dr. Mata jubilarse él y su descendencia hasta la quinta generación con suculentos montos de intereses cancelados escrupulosa y quincenalmente para que jamás tenga que quejarse por la falta de divisas para comprar papel tualé, aceite de oliva, leche en polvo y harina pan. Que los ricos también comen arepas y luego suelen ir al baño, así se hayan criado en los Estates y parlen un español macarrónico, como se lo sacaba en cara a cada rato el muertito.
Nada sorprendente: sigue la huella de los otros ricachones mediáticos que a la hora de sentir una leve presión con olor a imprenta del Departamento del Tesoro norteamericano no dudan ni un segundo. Cómo olvidar lo que un día no tan lejano me dijera el más decente de todos ellos, que antes que lamer dólares por los pasillos de Miraflores prefirió le arrebataran malamente lo suyo: “ya verás, caro amigo, cuán cobarde puede ser la godarria empresarial…”
Lo recuerdo y confirmo a cada paso.
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