JOSÉ ANTONIO GIL YEPES
| EL UNIVERSAL
lunes 23 de febrero de 2015 12:00 AM
Según el Índice de Percepción de Corrupción
publicado anualmente por Transparency International, Venezuela es
percibida como uno de los países más corruptos del mundo, ocupando el
puesto 168 entre los 176 países medidos; con el agravante de que tenemos
varias décadas en la cola.
En un clásico sobre las causas de la corrupción, Controlling Corruption, Robert Klitgaard sostiene que el nivel de corrupción en una sociedad es producto de la concentración del poder, y los efectos de la concentración del poder que explican la corrupción son: El Monopolio en la oferta de un servicio o bien determinado (por ejemplo, del petróleo). La Discrecionalidad con la que puedan actuar los oferentes de dichos servicios o bienes (por ejemplo, los cambios de partidas presupuestarias y donaciones no presupuestadas). Y la ausencia de rendición de cuentas (por ejemplo, se cambian las partidas presupuestarias o se hacen donaciones improvisadas y no hay cuestionamiento alguno). Esta fórmula implica que la corrupción no es un rasgo cultural, sino un producto estructural de una sociedad no pluralista.
Por su parte, las causas de dicha concentración del poder político, en Venezuela, eran y siguen siendo: Presidencialismo, Centralismo, Estatismo, Partidismo, Populismo y Rentismo Petrolero. Por lo tanto, para que se reduzca la corrupción y para lograr un país más próspero y democrático, sería necesario reducir esas causales de la concentración del poder, a través de la independencia de poderes, descentralización, profundización de la propiedad privada, despartidización o tecnocratización de las instituciones (incluyendo a la FANB), el empleo bien remunerado como principal política social, en vez del subsidio, y el regreso a una política petrolera que incremente la producción en vez de los precios. Al único que intentó desmontar este enorme modelo de negocio, Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno, le costó la cabeza en manos de sus excompañeros. Pregunto: ¿Quién reivindica hoy el desmontaje de estas seis fuentes de corrupción, pobreza e inestabilidad política?
jagilyepes@gmail.com
En un clásico sobre las causas de la corrupción, Controlling Corruption, Robert Klitgaard sostiene que el nivel de corrupción en una sociedad es producto de la concentración del poder, y los efectos de la concentración del poder que explican la corrupción son: El Monopolio en la oferta de un servicio o bien determinado (por ejemplo, del petróleo). La Discrecionalidad con la que puedan actuar los oferentes de dichos servicios o bienes (por ejemplo, los cambios de partidas presupuestarias y donaciones no presupuestadas). Y la ausencia de rendición de cuentas (por ejemplo, se cambian las partidas presupuestarias o se hacen donaciones improvisadas y no hay cuestionamiento alguno). Esta fórmula implica que la corrupción no es un rasgo cultural, sino un producto estructural de una sociedad no pluralista.
Por su parte, las causas de dicha concentración del poder político, en Venezuela, eran y siguen siendo: Presidencialismo, Centralismo, Estatismo, Partidismo, Populismo y Rentismo Petrolero. Por lo tanto, para que se reduzca la corrupción y para lograr un país más próspero y democrático, sería necesario reducir esas causales de la concentración del poder, a través de la independencia de poderes, descentralización, profundización de la propiedad privada, despartidización o tecnocratización de las instituciones (incluyendo a la FANB), el empleo bien remunerado como principal política social, en vez del subsidio, y el regreso a una política petrolera que incremente la producción en vez de los precios. Al único que intentó desmontar este enorme modelo de negocio, Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno, le costó la cabeza en manos de sus excompañeros. Pregunto: ¿Quién reivindica hoy el desmontaje de estas seis fuentes de corrupción, pobreza e inestabilidad política?
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