Editorial El Nacional
Ayer en Quito, Ecuador, el secretario general de Unasur y ex presidente de Colombia, Ernesto Samper, expresó a través de su cuenta de Twitter (retransmitida por la agenciaEfe) que el diálogo en Venezuela era más urgente que nunca porque, luego de la aprobación de la ley de amnistía “promovida por la oposición y rechazada por el gobierno, era inminente un choque de trenes” en el país.
Desde luego que el ex presidente Samper debe estar suficientemente informado sobre los próximos pasos del gobierno de Nicolás Maduro para expresarse de esa forma tan rotunda. Por lo demás, su propio cargo en Unasur lo obliga a ser prudente y equilibrado al abordar temas tan peliagudos como la reciente aprobación de la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional.
De manera que no está de más que, desde la Asamblea Nacional aquí en Caracas, se le pida a Samper que amplíe sus palabras para llegar al fondo real de su advertencia, que aunque ella sea pública deja en el aire muchas interrogantes.
Siendo como es un político de amplia trayectoria y experiencia, Samper no se arriesgaría a dar a conocer su preocupación por una vía tan personal si a sus oídos no hubiera llegado algo suficientemente sustancial como para prender las alarmas de esa forma. Agréguese a ello que al final de su corto texto Samper dice que “Unasur recoge la solicitud del papa Francisco por la paz y reitera su propuesta de diálogo institucional”. Vaya, vaya.
Nunca la oposición venezolana se hubiera imaginado que una ley aprobada hace pocos días por la Asamblea Nacional recorriera un trayecto tan largo para llegar hasta Quito, Ecuador, sede de Unasur, y de paso tocar a las puertas del Vaticano, valga decir, a la residencia del papa Francisco.
De forma que si ocurre el anunciado “choque de trenes” que tanto preocupa a Ernesto Samper, pues será un descarrilamiento de talla internacional, con la consecuencia nefasta para Maduro de que saldrán a la escena periodística mundial tantos trapos sucios que los bolivarianos no quieren airear porque la opinión pública internacional se iría en vómito.
Al gobierno de Maduro le preocupa que salgan en libertad los presos políticos pues considera que son culpables de hechos de violencia que deben ser castigados. El problema es que cuando se den a conocer mundialmente más detalles sobre la farsa judicial, promovida y cometida por jueces y fiscales que actuaron con la venia del propio gobierno, los excrementos que salgan al aire no caerán sobre la oposición, como algunos piensan, sino sobre las propias cabezas de los militares que actuaron con alevosía y exceso de fuerza en los actos de represión, contraviniendo todas la normas que aconsejan los organismos internacionales, entre ellos la ONU y la OEA.
No quedará fuera el propio Maduro, pues ante las cámaras mostró un proyectil que calificó como “idéntico” a los que causaron la muerte de dos manifestantes. Con ello violó el secreto sumarial pues le está impedido a un funcionario que revele las pruebas de una investigación en curso.
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