Insultos, declaraciones obscenas, ácidas acusaciones y el récord de impopularidad de unos candidatos presidenciales: los estadounidenses están hartos y esperan con impaciencia el fin de una campaña que, a menudo, ha tomado forma de “reality show”.
“Es una tortura, estamos traumatizados”, comenta Moira Hahn, una abogada de 64 años. “Me sentiré contenta cuanto todo haya terminado. Cada día es peor que el anterior: más vulgar, más violento, más polarizado”.
A escasos días de la elección del 8 de noviembre, Clinton se trasladó a Pensilvania (noreste) con el fin de imbuirse de historia nacional en Mount Vernon, la residencia de George Washington, el primer presidente de Estados Unidos, situada a una hora de la capital que lleva su nombre.
La gente acude de todas partes del país a descubrir la antigua plantación con espléndidas vistas sobre el río Potomac.
“Esta elección nos da vergüenza”, confía Nancy Murphy, 58 años, profesora en Maryland (noreste). “Habitualmente nos gusta hablar de la elección para enseñar a nuestros alumnos cómo es un proceso democrático, pero esta vez ya no hablamos. Es demasiado molesto, sobre todo con los niños”.
“Ya no puedo más, estoy harta de las publicidades electorales, del negativismo, no sé nada de los programas de los candidatos, que pasan su tiempo criticándose”, señala.
Delante del cuadro de Washington (1732-1799) y de su esposa Martha, un pequeño grupo jura la bandera. Aquí, la historia presidencial se respeta.
– “¿Dónde están los verdaderos candidatos?” –
Los visitantes, tanto los partidarios de la demócrata Hillary Clinton como los del republicano Donald Trump, manifiestan abiertamente su hartazgo.
Muchos lamentan la falta de dignidad en la campaña, su violencia, la carencia de visión y de informaciones.
“Nunca vi algo así”, dice David Long, un pastor septuagenario que votó esta misma mañana de martes por anticipado y se siente aliviado.
“Esta campaña es demasiado larga”, dice Dom, un músico en traje de época que se mezcla en la conversación, sobre la carrera hacia Casa Blanca que comenzó en 2015.
No quiere votar por Clinton ni por Trump. Está preocupado. “Si un partido gana, el otro va a ser absolutamente irrespetuoso”.
Susan Marek, de 63 años, llegada de Texas (sur) con tres amigas del colegio para descubrir los sitios históricos de Washington, ya votó y también se dice aliviada.
“No me gusta el lenguaje utilizado por unos y por otros, Y los medios de comunicación están todos contra Trump, me parece injusto”, declara.
Algunos visitantes dicen haberse desprendido de su revista favorita (“sólo hablaba de la elección”) o admiten que ya no ven la televisión para intentar alejarse de la campaña.
En los jardines de los alrededores, los carteles electorales son tomados como ejemplo de la variedad de estos comicios.
“Son todos horribles. Estamos arruinados”, pintó alguien en uno de ellos para expresar su cansancio.
El agotamiento también ha dado pie a otro tipo de manifestaciones artísticas. En internet se pueden comprar camisetas con la leyenda “No es gracioso. ¿Dónde están los verdaderos candidatos a la elección presidencial?”
“No sé cómo llegamos hasta acá. Es como una enfermedad espantosa”, dice Moira Hahn, quien teme que en un país tan dividido Clinton no pueda hacer nada si es electa.
Lori Misemer (54), que trabaja en una gran empresa inversora en Misuri (centro), es una de las pocas que no muestra preocupación.
“Todavía tenemos un hermoso futuro. Hay mucha incertidumbre, pero apoyaremos a nuestro nuevo presidente, sea quien sea”, aclara.
Gilbert Luiz, de 23 años, que vota en Nevada (oeste), pretende aprender mucho de esta campaña.
“Es como una señal de alarma que los estadounidenses precisábamos. La gente va a prestar más atención e invertir más tiempo y energía en elegir a sus candidatos. Es como una lección para la próxima vez”, afirma.
AFP
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