ADOLFO R. TAYLHARDAT | EL UNIVERSAL
sábado 9 de junio de 2012 03:34 PM
Como era previsible, la 42 . Asamblea General de la OEA terminó sus trabajos, como dicen, sin pena ni gloria.
El único resultado concreto consistió en la aprobación, por consenso, de la Carta Social de las Américas, tema que tiene su origen en una propuesta elaborada e impulsada por el Grupo Parlamentario Venezolano del Parlamento Latinoamericano (período legislativo 2000 2005) sometida a la consideración del Consejo Permanente de la OEA en el 2001. Este documento tiene el mérito de estar inspirado en la Carta Democrática Interamericana al extremo de que, parafraseando a este último instrumento comienza expresando, en su artículo 1: "Los pueblos de América tienen una legítima aspiración a la justicia social y sus Gobiernos la responsabilidad de promoverla" y agrega que los pueblos de América "tienen derecho al desarrollo en un marco de solidaridad, equidad, paz, libertad, y los Estados el deber de promoverlo, con el fin de erradicar la pobreza, en particular la pobreza extrema, y alcanzar niveles de vida dignos para todas las personas".
En cambio, el tema central de la Agenda de la Asamblea que era la lucha contra el hambre quedó reducido a una resolución de contenido vago, lleno de generalidades que nada aportan como contribución al combate de este flagelo que afecta a más de 53 millones personas en nuestro continente.
El titiritero principal y sus marionetas de esa entelequia que llaman ALBA fracasaron en su intento de lograr que la Asamblea aprobara un informe sobre reformas al sistema interamericano de promoción y protección de los derechos humanos. El informe pretendía, entre otras cosas, que la CIDH modificara el procedimiento de elaboración de informes relativos a países y se estableciera que esos informes deberían ser presentados a los gobiernos afectados antes de su aprobación, lo que tornaría inútil y vana la labor de ese órgano. La Asamblea decidió aplazar la consideración de este tema por un período de seis a nueve meses a fin de disponer de tiempo para estudiarla debidamente.
En un gesto de despecho por este fracaso los "albinos" optaron por denunciar el Tratado de Rio (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca TIAR). El propio canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, caracterizó acertadamente esa decisión: "Hemos tomado la decisión de enterrar lo que creemos que está enterrado y tirar al traste lo que no sirve".
Efectivamente. el TIAR, tuvo como finalidad impedir que la Unión Soviética intentara penetrar nuestra región como parte de sus planes expansivos durante la guerra fría. Con el fin de la confrontación Este Oeste el TIAR perdió toda vigencia y lo único rescatable de ese instrumento, las reuniones de consulta de los ministros de relaciones exteriores, fue incorporado a la Carta de la OEA.
Todo esto confirma que el führer con sus propuestas de reforma de la CIDH y con su anunciada intención de retirarse de ese órgano persigue, por una parte, tener las manos libres para continuar y acentuar sus violaciones de los derechos fundamentales de los venezolanos y por la otra librarse del escrutinio que la comunidad internacional ejerce sobre el acatamiento de la normativa internacional de protección de los ciudadanos contra los abusos de sus gobernantes.
Comparto plenamente la opinión de Asdrúbal Aguiar cuando dice: "denunciar el TIAR es simplemente muchos ruidos y pocas nueces... lo que sí demuestra diplomáticamente es que (desde) la ALBA dispararon esto porque su plan de reformar la Comisión Interamericana no alcanzó el grado de consenso que perseguían".
Yo agrego: después que dispararon se encontraron que no es tan fácil salirse de la CIDH porque para ello tendrían que salirse también de la OEA, cuya Carta instituye esa institución como uno de sus órganos principales.
En el fondo, creo que ninguno de los albinos, incluso los más radicales, tiene interés en separarse de la OEA. Sobre todo los pequeños Estados caribeños que han quedado atrapados en la red de la ALBA y no comparten la actitud "anti-imperio" que mantienen sus socios más vociferantes.
El único resultado concreto consistió en la aprobación, por consenso, de la Carta Social de las Américas, tema que tiene su origen en una propuesta elaborada e impulsada por el Grupo Parlamentario Venezolano del Parlamento Latinoamericano (período legislativo 2000 2005) sometida a la consideración del Consejo Permanente de la OEA en el 2001. Este documento tiene el mérito de estar inspirado en la Carta Democrática Interamericana al extremo de que, parafraseando a este último instrumento comienza expresando, en su artículo 1: "Los pueblos de América tienen una legítima aspiración a la justicia social y sus Gobiernos la responsabilidad de promoverla" y agrega que los pueblos de América "tienen derecho al desarrollo en un marco de solidaridad, equidad, paz, libertad, y los Estados el deber de promoverlo, con el fin de erradicar la pobreza, en particular la pobreza extrema, y alcanzar niveles de vida dignos para todas las personas".
En cambio, el tema central de la Agenda de la Asamblea que era la lucha contra el hambre quedó reducido a una resolución de contenido vago, lleno de generalidades que nada aportan como contribución al combate de este flagelo que afecta a más de 53 millones personas en nuestro continente.
El titiritero principal y sus marionetas de esa entelequia que llaman ALBA fracasaron en su intento de lograr que la Asamblea aprobara un informe sobre reformas al sistema interamericano de promoción y protección de los derechos humanos. El informe pretendía, entre otras cosas, que la CIDH modificara el procedimiento de elaboración de informes relativos a países y se estableciera que esos informes deberían ser presentados a los gobiernos afectados antes de su aprobación, lo que tornaría inútil y vana la labor de ese órgano. La Asamblea decidió aplazar la consideración de este tema por un período de seis a nueve meses a fin de disponer de tiempo para estudiarla debidamente.
En un gesto de despecho por este fracaso los "albinos" optaron por denunciar el Tratado de Rio (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca TIAR). El propio canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, caracterizó acertadamente esa decisión: "Hemos tomado la decisión de enterrar lo que creemos que está enterrado y tirar al traste lo que no sirve".
Efectivamente. el TIAR, tuvo como finalidad impedir que la Unión Soviética intentara penetrar nuestra región como parte de sus planes expansivos durante la guerra fría. Con el fin de la confrontación Este Oeste el TIAR perdió toda vigencia y lo único rescatable de ese instrumento, las reuniones de consulta de los ministros de relaciones exteriores, fue incorporado a la Carta de la OEA.
Todo esto confirma que el führer con sus propuestas de reforma de la CIDH y con su anunciada intención de retirarse de ese órgano persigue, por una parte, tener las manos libres para continuar y acentuar sus violaciones de los derechos fundamentales de los venezolanos y por la otra librarse del escrutinio que la comunidad internacional ejerce sobre el acatamiento de la normativa internacional de protección de los ciudadanos contra los abusos de sus gobernantes.
Comparto plenamente la opinión de Asdrúbal Aguiar cuando dice: "denunciar el TIAR es simplemente muchos ruidos y pocas nueces... lo que sí demuestra diplomáticamente es que (desde) la ALBA dispararon esto porque su plan de reformar la Comisión Interamericana no alcanzó el grado de consenso que perseguían".
Yo agrego: después que dispararon se encontraron que no es tan fácil salirse de la CIDH porque para ello tendrían que salirse también de la OEA, cuya Carta instituye esa institución como uno de sus órganos principales.
En el fondo, creo que ninguno de los albinos, incluso los más radicales, tiene interés en separarse de la OEA. Sobre todo los pequeños Estados caribeños que han quedado atrapados en la red de la ALBA y no comparten la actitud "anti-imperio" que mantienen sus socios más vociferantes.
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