En: http://www.lapatilla.com/site/2012/06/15/carlos-julio-penaloza-habra-intencion-de-fraude/
Carlos Julio Peñaloza
Una antigua paradoja plantea: “¿Qué pasaría si una fuerza irresistible chocara contra un objeto inamovible?”. Esa pregunta nos la hacemos los venezolanos ante las candidaturas de Capriles y Chávez. ¿Es Capriles indetenible o es Chávez inamovible? Como diría Carlos Andrés, no son ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario.
Usando la lógica podríamos decir que si Capriles es una potencia imparable, entonces no puede existir un Chávez inamovible…. Desde un punto de vista semántico, si existe un objeto inamovible es imposible que exista una fuerza indetenible, y viceversa. Físicamente no puede haber fuerzas irresistibles ni objetos inamovibles, porque ambos tendrían masa e inercia infinita, lo cual es absurdo. A final de cuentas y de acuerdo a la Lógica, a la Semántica y a la Física, el objeto inamovible y la fuerza irresistible son objetos inexistentes. Chávez y Capriles no son ni inamovibles ni irresistibles. Luego, en las elecciones de octubre uno será removido o el otro será resistido.
Ese combate entre Chávez y Capriles es suma cero; es decir, el ganador se llevará todo aunque su triunfo sea por una diferencia mínima. Dada la importancia de lo que está en juego, la imparcialidad y transparencia del árbitro es un factor capital. Un referí sesgado potencia la probabilidad de fraude y puede hacer saltar la chispa de una guerra.
El fraude es una posibilidad siempre presente entre seres humanos. Las elecciones no son entre ángeles y querubines, sino entre grupos con intereses e ideologías contrapuestas. El comunismo es la antitesis de la democracia. En las condiciones actuales, para el 7-O la probabilidad de fraude no es descartable. El árbitro no es confiable y los resultados tienen una importancia vital para las partes. Todos estamos jugando a Rosalinda. Para evitar la escalada del conflicto es necesario negociar y ser flexible.
En el bando de la Oposición hay una ingenua resistencia hasta a pronunciar la palabra “fraude”. Se dice que su sola mención ocasionaría una alta abstención electoral perjudicando a Capriles. Explotando esa inhibición, Chávez exige impúdicamente que su contrario acepte de antemano, a priori, los resultados de los comicios del 7-O, sin por su parte aceptar condiciones elementales como la de un árbitro electoral equilibrado y la inspección de los puntos cruciales del proceso electoral.
Tanta cautela de la Oposición sería aceptable si Chávez no dominara, como domina, al CNE, al igual que todos los poderes. La suspicacia sube de punto porque Chávez no acepta la fiscalización de ciertas áreas cruciales para la transparencia electoral. Entre estas áreas vedadas por el Presidente están la depuración del REP, la totalización nacional y el proceso de selección aleatoria de las mesas electorales a ser auditadas. El acceso a estas áreas debería ser punto de honor para Capriles. La Oposición debe exigir con seriedad y energía acceso y capacidad de supervisión de estos puntos fundamentales.
No es que necesariamente habrá fraude, sino que la falta de fiscalización crea las condiciones para que un timo monstruoso se produzca. Chávez no tiene ningún argumento legal, ético o moral para negarse a esta inspección. La única razón para hacerlo sería que quien prohíbe la inspección abrigue una intención fraudulenta. Capriles no tiene ningún argumento para no presentar este requerimiento mínimo.
Los seres humanos inventaron el voto para evitar la guerra. Los resultados del voto deben ser aceptados siempre y cuando la elección haya sido limpia y transparente. Para ello el árbitro debe ser imparcial. Esto nos lleva a una elemental pregunta: ¿Es imparcial nuestro CNE? Con 4 rectores de Chávez y uno de la Oposición, la respuesta no puede ser afirmativa.
De no haber garantías suficientes para comprobar la decisión final, el nocaut anunciado por Chávez quien lo recibiría sería su ya bastante golpeada credibilidad, y los demonios de la guerra quedarían en libertad.
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