En: http://www.lapatilla.com/site/2012/06/12/saul-godoy-el-camino-a-la-servidumbre/
Saúl Godoy
Este libro escrito por el economista austríaco F.A. Hayek en 1944, lo había leído hace mucho tiempo en un resumen, pero nada como esta edición completa en celebración de los 50 años de su publicación, con un interesante prólogo del economista norteamericano Milton Friedman (University of Chicago Press, 1994, Chicago). Esta obra desafía a los que todavía creen en la posibilidad de poder controlar la economía de un país por medio del autoritarismo y el centralismo; no tengo la menor duda que nuestro ministro de Planificación y Finanzas, causante del desastre económico que sufre nuestro país, el ingeniero Jorge A. Giordani C., lo ha leído en algún momento, aunque parece, no lo entendió.
Hayek advierte de los peligros que se corren cuando los gobiernos transitan por las sendas del colectivismo, que impulsan la existencia de grandes aparatos estatales, de “gobiernos fuertes” cuya primera misión es matar la libertad y los valores del individualismo.
El colectivismo se opone al libre mercado; en el primero, el Estado se hace dueño de la economía; en el segundo, los individuos son libres de perseguir sus propios emprendimientos y objetivos. Muchos colectivistas piensan que los males sociales son producto del manejo de “hombres malvados” y que sólo los “buenos hombres” (los socialistas) manejando el poder, pueden corregir todos los problemas; no se les pasa por la cabeza, aparte de toda la emoción y la egolatría de que son capaces, que los buenos hombres, en posiciones de poder, pueden también generar condiciones infernales para la sociedad.
La planificación centralizada, esa que el experto Giordani se tragó completica del comunismo más recalcitrante sin dudas ni críticas, es la que hoy en día controla la actividad económica de producción privada, llena de regulaciones y multas para mantener contento a un supuesto “pueblo”, ajustando precios, limitando existencias en los almacenes, dictaminando sobre los tipos de productos, tiempos de entrega, distribución, reposiciones y un largo etc. Todo esto sin ser el productor, el dueño de las fábricas ni el que arriesga su capital para tal actividad, él solito, desde su oficina, rodeado de un grupo de “genios” que en su mayoría jamás han producido nada, intoxicados de marxismo, pretende regular la producción de todo lo que consumimos los venezolanos, desde el papel toilette, pasando por la harina y los huevos, hasta llegar a los vehículos, ropa, medicinas, colegios, estacionamientos… todo.
Y en lo público, quiere controlar y planificar no sólo a la industria petrolera, las empresas básicas de Guayana, las de servicio público, los bancos, la moneda, los programas de transferencias gubernamentales, tratando de extraernos de los bolsillos más impuestos para poder entregarles ayuda a otros, no solo venezolanos, sino países extranjeros, en el nombre de la igualdad y para erradicar la pobreza. No es de extrañar que el país se esté cayendo a pedazos, que no haya luz, que el agua salga podrida de las llaves, que los puentes se caigan con la lluvia, que se incendien las instalaciones petroleras, que vivamos con una escasez de productos básicos, que la inflación acabe con nuestra capacidad de ahorro y los hospitales estén en huelga permanente.
En El Camino a la Servidumbre, Hayek explica de manera razonada y paso por paso, porqué es una tarea imposible tratar de controlar todas las variables que juegan en el mercado; él estudió las economías de su tiempo, sobre todo la de la Rusia estalinista y la de la Alemania de Hitler, pero podemos extrapolar sus ideas a una economía no tan grande y compleja como la venezolana, cuáles son las tendencias que afectan qué productos, cómo los precios varían constantemente dependiendo de otros factores que están en otras áreas, cómo influencias tan aleatorias como la confianza, producen escasez o sobreofertas en el mercado; es por ello que los precios de los productos en una economía de libre mercado se autorregulan, cambian cuando es necesario, a la baja o al alza, pero los precios regulados por una economía centralizada, calculados por necesidades políticas, carecen de información válida y hacen que los mercados queden ciegos y finalmente se derrumben.
Sólo el mercado y en libertad, con muchos individuos involucrados en todas estas actividades, cuidando sus negocios, haciendo posible que la actividad sea productiva, compitiendo, siempre mejorando sus productos, estando al día en los adelantos y sucesos que afectan sus servicios y la oferta en general, es como una economía prospera y crece generando empleo, mejores condiciones de vida para más personas.
Pero en las economías planificadas siempre falta algo, es inevitable dejar por fuera de los cuadros y los números los imponderables, que son al final los que hacen un esfuerzo fútil planificar las grandes economías, cuando no son los productores, son los consumidores; cuando no son los precios de las materias primas, son las condiciones de financiamiento; cuando se tienen controlados los procesos fabriles, salta la liebre en los mercados internacionales, y así, el esquema más perfecto siempre deja afuera las causas que hacen inviables los presupuestos y los planes de la nación.
Ante tal fracaso nuestro ministro de Planificación y Finanzas justifica su errada política diciendo: “…el Gobierno ha venido implementando una serie de mecanismos, principalmente las Misiones, con el objetivo de lograr un proceso de inclusión social masivo, intenso y acelerado, financiado por la renta petrolera, lo que ha permitido y permite avanzar en la satisfacción de necesidades tan fundamentales como las de identidad, alimentación, salud, educación, vivienda y empleo.”
Si usted cree que esto se ha logrado, felicitaciones, vote por Chávez el 7 de octubre y siéntese a esperar a ver si le toca algo en esta gran lotería del colectivismo, si no, entonces recupere su libertad de emprendimiento y de escoger lo que usted quiere, no lo que gente tan inepta como Giordani, quiere.
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