En: http://www.lapatilla.com/site/2012/06/11/gonzalo-himiob-santome-estafa/
Gonzalo Himiob Santomé
Ruego paciencia a mis lectores. No quiero aburrirles con temas que sólo nos interesan a los abogados, ni estoy tratando de dictarles una de mis clases de Derecho Penal; sólo pretendo alertar sobre una situación que mucho me preocupa como ciudadano. Sentaré algunas bases técnicas, para desde ellas elaborar un poco sobre lo que en mi humilde percepción, podría estar a punto de consumarse mañana, cuando Hugo Chávez se inscriba como candidato oficialista a las elecciones presidenciales de octubre de este año.
La estafa es la conducta engañosa de una persona que induce al error a otra, con la intención de procurarse un provecho injusto en perjuicio ajeno. La estafa a nivel penal, requiere que el provecho injusto que persigue para sí el delincuente, sea de índole patrimonial, pero a un nivel más coloquial la gente identifica la estafa con sólo uno de sus elementos consustanciales: El engaño que persigue un beneficio injusto, cualquiera que sea su naturaleza. Si entendemos la estafa a este nivel coloquial, pero la adornamos con los elementos que en doctrina penal se hacen parte de la misma, hemos de decir que la estafa exige en primer lugar, el uso de artificios o medios capaces de engañar o de sorprender en su buena fe a las personas. El artificio no es más que un doblez o una habilidad especial, que debe ser apta para “engañar” (que no es otra cosa, según el DRAE, que “dar a la mentira apariencia de verdad”) o para “sorprender en su buena fe” a otros, lo que equivale, también según el DRAE, a “cogerles desprevenidos”, cuando éstos han depositado en nosotros su confianza.
En un segundo término, la estafa requiere que el artificio del que se sirve su autor, es decir, su “puesta en escena” sea suficiente e idónea para, como se dice en la ley, “inducirnos al error”, lo que implica que debe ser apta para hacernos partícipes de una “falsa percepción de la realidad”, que es la que motiva al final que el estafador se haga de lo que no le es suyo, en perjuicio de los demás. Al estafador no le damos lo que quiere porque lo ha tomado sin nuestro consentimiento (eso sería un hurto), ni porque nos ha obligado con violencias o amenazas a entregárselo (eso sería un robo), sino porque nos ha hecho creer, usando sus trucos, que es legítimo que se lo demos, cuando la verdad absoluta es que si no hubiese sido por sus triquiñuelas jamás le hubiésemos entregado lo que nos quita. Por último, la estafa requiere que el estafador obtenga un provecho injusto, esto es, que reciba algo que no debía recibir o algo a lo que no tenía derecho; en perjuicio ajeno, o lo que es igual, que produzca un daño en detrimento de los derechos y expectativas de sus víctimas.
Si en todo el mundo, menos en Venezuela, ya se da por cierto que la enfermedad de Chávez es muy grave, y que probablemente ésta le impida, por lo menos, ocuparse a cabalidad de la presidencia de nuestra nación si es que resulta electo, yo me pregunto: ¿Que él se postule mañana como candidato para un nuevo periodo presidencial de seis años, sin haber aclarado las cosas y a sabiendas de que podría no estar en condiciones para llegar a la elección o para continuar su mandato, no sería una estafa de proporciones inimaginables? Acá pueden darse tres escenarios, de los cuales sólo uno podría considerarse como relativamente inocuo y no supondría, en principio, un engaño de gigantescas proporciones a todo un país; y que conste que si me atrevo a aventurar y a especular, ello es por culpa del propio gobierno, que no termina de decirle a nadie las cosas con claridad.
Una primera posibilidad, quizás la única relativamente “sana”, valga la expresión, es que Chávez, como sólo a veces y muy tímidamente se dice, esté en efecto en franca recuperación del cáncer que padece, y que en consecuencia, cualquier temor sobre su futuro desempeño como presidente sea infundado. Si fuera así (y como no le deseo el mal a nadie, así espero que sea) de lo único que podríamos culparle es de no haber sido totalmente honesto, y de haberse valido de su enfermedad para generar lástima como medio de captación de votos. Esto aunque reprochable, mezquino y desleal, no sería tan grave como cualquiera de las otras dos opciones que siguen.
Un segundo escenario, aunque ya virtualmente descartado por el pueblo si damos crédito a las encuestas, apuntaría a que el presidente nunca ha estado enfermo, y a que todo el tinglado montado en torno a su dolencia no ha sido más que un perverso e inhumano experimento político, dirigido a lograr lo único que en realidad le importa: Perpetuarse en el poder. Si esto es así, no puedo imaginar un peor destino para Venezuela que el de seguir en manos de mitómanos oportunistas, que sólo velan por sus propios intereses y no piensan en las consecuencias de sus actos, lo cual sería gravísimo y debería llevarnos a todos, estemos o no con “el proceso”, a una profunda reflexión.
El tercer escenario es en mi criterio el más grave de todos. Imaginemos ahora que Chávez sí está gravemente enfermo, que él y sus cercanos lo saben, y que todo este parapeto montado para hacernos creer que está sano y que mañana puede inscribirse válidamente como candidato no es más que una “puesta en escena”, para mantenerle temporalmente en el poder, moviendo sus fichas a diestra y especialmente a siniestra, hasta que el destino inexorable venga y haga de las suyas. En esta opción, Chávez estaría recurriendo a artificios o medios capaces de engañarnos (a los opositores), o de sorprender en su buena fe (a los oficialistas) con la finalidad de inducirnos a todos, absolutamente a todos, en el error (en la falsa percepción de que “sí podrá” seguir siendo presidente), para obtener un provecho injusto (entre otros, el que se le siga teniendo como líder activo de un proyecto que le es personal, y que en consecuencia, moriría con él) en perjuicio de toda la nación, tanto de quienes tenemos derecho a aspirar a que sea otro el que rija nuestros destinos, como de quienes aún tienen fe en que Chávez siga siendo el que nos dirija.
Si esto último es lo que está pasando, no quisiera estar yo en los zapatos de quienes han apoyado y avalado esta farsa monumental. Si la muerte, como cantaba la Pancha, es en este caso verdad, y si el presidente no está apto para seguir mandando y se empeña en ello contra todo pronóstico, será contra los títeres (que no contra el titiritero, por razones obvias) que se dirigirá la rabia terrible e inmensa del pueblo, especialmente la de los chavistas, que justamente se sentirán engañados y usados a más no poder. Juegan con fuego, mas no tanto por lo que para nosotros, para quienes no creemos en Chávez significaría, sino por lo que implicaría para quienes aún, de buena fe, creen en él. Si, y el uso del condicional es deliberado, ésta última opción es la que el tiempo revela como cierta, Chávez estaría mañana estafando al país entero, pero especialmente a quienes le aman… Y no hay ira peor ni más inclemente que la que nace de haber burlado a quien más nos quiere.
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