ROBERTO GIUSTI| EL UNIVERSAL
lunes 4 de noviembre de 2013 12:00 AM
Hace un par de semanas el rector de la Universidad Católica Andrés Bello, José Virtuoso (s.j), generó un debate sobre la confiabilidad del Consejo Nacional Electoral, al dar a conocer los resultados de una encuesta (Delphos. Félix Seijas hijo) según la cual el organismo electoral venezolano es visto, por una parte importante de la población, como un jugador más, antes que como árbitro confiable y creíble de las elecciones se celebran en el país.
Advertía Virtuoso que buena parte de los encuestados consideraba que las decisiones adoptadas por el CNE no son independientes sino que "están condicionadas políticamente. Y aunque dejaba constancia de que "no nos corresponde juzgar lo acertado o no de tal percepción en la opinión pública," llamaba la atención sobre la necesidad de "advertir responsablemente sobre los graves peligros que de esta percepción pueden originarse"
Ahora Benigno Alarcón, directo del Centro de Estudios Políticos de la UCAB, anuncia la celebración del Congreso Internacional sobre Buenas Prácticas electorales para el Fortalecimiento de la Democracia, (4 y 5 de noviembre), donde tanto representantes del oficialismo, como de la oposición y del CNE, analizarán, junto con expertos nacionales e internacionales (provenientes de EEUU, México, Perú y Guatemala) las conclusiones del estudio de opinión y la forma de devolverle la credibilidad al CNE.
Para Alarcón uno de los problemas a discutirse, sobre la base de los resultados de la encuesta, es cómo la polarización reinante en el país está afectando, incluso, al poder electoral: "Hay un CNE al cual una parte del electorado no ve como el fiel de la balanza, sino como un jugador político más. Pero hay otro observado positivamente por los electores localizados en la zona del oficialismo."
No obstante las coincidencias que también revela el estudio, gente reconoce, en su mayoría, que el CNE no es imparcial: "Cuando preguntas sobre ese tema encuentras que solo 31.2% de los electores lo considera confiable e imparcial, pero 25.2% te reconoce que es "algo imparcial", 19.9% que "poco" y 21.3% que "nada. Hay, por otra parte, 23.8% de electores de oposición que le dan la mínima calificación al CNE. Cuando hablas de independencia y autonomía, 44% dice que es autónomo e independiente, pero 43% sostiene que no lo es y 11% que lo es parcialmente. Números malos porque cuando tienes un país polarizado como este, necesitas que el CNE, como factor de ponderación, tenga la confianza sólida de los electores".
-¿Eso significa que se está cerrando la vía electoral?
-No necesariamente, porque la gente, a pesar de su reticencia ante el CNE, se niega a renunciar a sus derechos y está dispuesta a defenderlos yendo a las urnas. Y eso lo demuestra no solo el nivel de participación registrado en abril pasado, sino el hecho de que cuando le preguntas a los encuestados si van a votar en las municipales, el mejor cálculo, al menos al que yo apostaría, se ubica en 70%. Cifra que luce como la más plausible luego de comparar las diferentes encuestas, incluso esta de la que hablamos, aun bajo las circunstancias que estamos analizando.
-Si crees que el CNE no es confiable ni imparcial, ¿por qué habrías de votar?
-A mi juicio la gente no renuncia a la posibilidad de la vía electoral pero puede no aceptar los resultados y eso es tremendamente peligroso. Si analizas procesos de otros países donde las elecciones eran muy cuestionadas, como el Chile de Pinochet, encuentras que nadie creía que el proceso electoral era justo. Pero la gente votó. Lo que sí puede ocurrir es que la gente no acepte los resultados aunque sean ciertos y afloren las dudas, un poco lo ocurrido el 14 y el 15 de abril. Eso lo hemos visto en países como en Egipto, en el Perú de Fujimori, en México.
-Allí la gente votó y hubo cambios de gobierno. Eso no ha ocurrido aquí.
-Puede pasar que en el mediano plazo la gente decida no votar, pero hoy por hoy lo que está planteado es la participación. Y tengo la percepción que va a tratar de meter más goles para que sea imposible negarle el resultado. Y si se lo niegan las cosas pueden complicarse.
-¿De qué manera pueden complicarse?
-Se pueden complicar con la salida de la gente a la calle. Ese es el escenario en el cual pudiéramos estar montados.
-En un año tan cercano como 2011, tú planteabas tres posibles escenarios: ruptura, reforma o "ruptforma" (negociar la transición entre las dos partes cuando la oposición va ganando terreno y el gobierno va perdiéndolo). Y añadías que, en aquel momento lo que se imponía era la tercera de esas salidas, porque el Gobierno disponía de suficiente margen de gobernabilidad y tenía el poder económico para sostenerse. ¿A estas alturas crees que está sucediendo lo mismo?
-El Gobierno enfrenta dos grandes dificultades: una es la suerte del presidente Hugo Chávez y la otra es la caída de los recursos económicos. Eso lo coloca en una situación tremendamente complicada. Cuando las cosas se presentan de esa manera lo que ocurre con gobiernos de las características que tiene el venezolano, es que nos coloquemos ante una encrucijada. Una de esas dos vías es que el Gobierno termine democratizándose o al menos negociando con la oposición para demostrar, a pesar de los indicadores internacionales, que apuntan a todo lo contrario, que vivimos en democracia. La otra opción es la tendencia a radicalizarse.
-¿Cuál vía, crees, está tomando el Gobierno?
-El que pareciera estar imponiéndose es el segundo de los escenarios porque el Gobierno se cree capaz de mantener el poder por los recursos que le puedan quedar, algunas otras herramientas y por el uso de la represión si fuera necesario. El problema es que el Gobierno se puede ver obligado a incrementar los niveles de represión si la gente no acepta los resultados.
-¿Cómo puede o debe reaccionar la oposición ante ese escenario?
-Lo que hemos visto es que la oposición no apuesta a vías que no sean las democráticas y electorales. Entonces eso define el espacio de negociación entre ambas partes y este no puede ser otro sino las condiciones electorales. Eso ocurrió en México, cuando el PRI descubrió que no podía mantenerse indefinidamente en el poder y decidió sentarse a negociar. Y lo primero fue acordarse sobre el control del organismos electoral bajo reglas de juego que garantizaran la imparcialidad, con la designación de expertos en la materias y personajes respetados por ambas partes. Así se logró iniciar un proceso de transición pacífica.
-Cuando negocias como gobierno y aceptas un organismo electoral imparcial, ante resultados adversos de unas elecciones, estás reconociendo que de ahí en adelante, como ocurrió en México, vas a perder el poder y eso es lo que parece que se niega a aceptar el oficialismo.
-Entonces, si la gente no acepta los resultados, hay que prepararse para lo que viene: la represión. Si refuerzas la capacidad del árbitro (CNE) para que las partes opuestas acepten los resultados, es evidente, que corres el riesgo de perder el poder. A menos que juegues con un árbitro sin credibilidad, corras el albur de que la gente no acepte los resultados y la cosas ocurran de otra manera.
-No hay una tercera salida?
-La otra es que la gente se acostumbre a que el Gobierno mande indefinidamente.
Advertía Virtuoso que buena parte de los encuestados consideraba que las decisiones adoptadas por el CNE no son independientes sino que "están condicionadas políticamente. Y aunque dejaba constancia de que "no nos corresponde juzgar lo acertado o no de tal percepción en la opinión pública," llamaba la atención sobre la necesidad de "advertir responsablemente sobre los graves peligros que de esta percepción pueden originarse"
Ahora Benigno Alarcón, directo del Centro de Estudios Políticos de la UCAB, anuncia la celebración del Congreso Internacional sobre Buenas Prácticas electorales para el Fortalecimiento de la Democracia, (4 y 5 de noviembre), donde tanto representantes del oficialismo, como de la oposición y del CNE, analizarán, junto con expertos nacionales e internacionales (provenientes de EEUU, México, Perú y Guatemala) las conclusiones del estudio de opinión y la forma de devolverle la credibilidad al CNE.
Para Alarcón uno de los problemas a discutirse, sobre la base de los resultados de la encuesta, es cómo la polarización reinante en el país está afectando, incluso, al poder electoral: "Hay un CNE al cual una parte del electorado no ve como el fiel de la balanza, sino como un jugador político más. Pero hay otro observado positivamente por los electores localizados en la zona del oficialismo."
No obstante las coincidencias que también revela el estudio, gente reconoce, en su mayoría, que el CNE no es imparcial: "Cuando preguntas sobre ese tema encuentras que solo 31.2% de los electores lo considera confiable e imparcial, pero 25.2% te reconoce que es "algo imparcial", 19.9% que "poco" y 21.3% que "nada. Hay, por otra parte, 23.8% de electores de oposición que le dan la mínima calificación al CNE. Cuando hablas de independencia y autonomía, 44% dice que es autónomo e independiente, pero 43% sostiene que no lo es y 11% que lo es parcialmente. Números malos porque cuando tienes un país polarizado como este, necesitas que el CNE, como factor de ponderación, tenga la confianza sólida de los electores".
-¿Eso significa que se está cerrando la vía electoral?
-No necesariamente, porque la gente, a pesar de su reticencia ante el CNE, se niega a renunciar a sus derechos y está dispuesta a defenderlos yendo a las urnas. Y eso lo demuestra no solo el nivel de participación registrado en abril pasado, sino el hecho de que cuando le preguntas a los encuestados si van a votar en las municipales, el mejor cálculo, al menos al que yo apostaría, se ubica en 70%. Cifra que luce como la más plausible luego de comparar las diferentes encuestas, incluso esta de la que hablamos, aun bajo las circunstancias que estamos analizando.
-Si crees que el CNE no es confiable ni imparcial, ¿por qué habrías de votar?
-A mi juicio la gente no renuncia a la posibilidad de la vía electoral pero puede no aceptar los resultados y eso es tremendamente peligroso. Si analizas procesos de otros países donde las elecciones eran muy cuestionadas, como el Chile de Pinochet, encuentras que nadie creía que el proceso electoral era justo. Pero la gente votó. Lo que sí puede ocurrir es que la gente no acepte los resultados aunque sean ciertos y afloren las dudas, un poco lo ocurrido el 14 y el 15 de abril. Eso lo hemos visto en países como en Egipto, en el Perú de Fujimori, en México.
-Allí la gente votó y hubo cambios de gobierno. Eso no ha ocurrido aquí.
-Puede pasar que en el mediano plazo la gente decida no votar, pero hoy por hoy lo que está planteado es la participación. Y tengo la percepción que va a tratar de meter más goles para que sea imposible negarle el resultado. Y si se lo niegan las cosas pueden complicarse.
-¿De qué manera pueden complicarse?
-Se pueden complicar con la salida de la gente a la calle. Ese es el escenario en el cual pudiéramos estar montados.
-En un año tan cercano como 2011, tú planteabas tres posibles escenarios: ruptura, reforma o "ruptforma" (negociar la transición entre las dos partes cuando la oposición va ganando terreno y el gobierno va perdiéndolo). Y añadías que, en aquel momento lo que se imponía era la tercera de esas salidas, porque el Gobierno disponía de suficiente margen de gobernabilidad y tenía el poder económico para sostenerse. ¿A estas alturas crees que está sucediendo lo mismo?
-El Gobierno enfrenta dos grandes dificultades: una es la suerte del presidente Hugo Chávez y la otra es la caída de los recursos económicos. Eso lo coloca en una situación tremendamente complicada. Cuando las cosas se presentan de esa manera lo que ocurre con gobiernos de las características que tiene el venezolano, es que nos coloquemos ante una encrucijada. Una de esas dos vías es que el Gobierno termine democratizándose o al menos negociando con la oposición para demostrar, a pesar de los indicadores internacionales, que apuntan a todo lo contrario, que vivimos en democracia. La otra opción es la tendencia a radicalizarse.
-¿Cuál vía, crees, está tomando el Gobierno?
-El que pareciera estar imponiéndose es el segundo de los escenarios porque el Gobierno se cree capaz de mantener el poder por los recursos que le puedan quedar, algunas otras herramientas y por el uso de la represión si fuera necesario. El problema es que el Gobierno se puede ver obligado a incrementar los niveles de represión si la gente no acepta los resultados.
-¿Cómo puede o debe reaccionar la oposición ante ese escenario?
-Lo que hemos visto es que la oposición no apuesta a vías que no sean las democráticas y electorales. Entonces eso define el espacio de negociación entre ambas partes y este no puede ser otro sino las condiciones electorales. Eso ocurrió en México, cuando el PRI descubrió que no podía mantenerse indefinidamente en el poder y decidió sentarse a negociar. Y lo primero fue acordarse sobre el control del organismos electoral bajo reglas de juego que garantizaran la imparcialidad, con la designación de expertos en la materias y personajes respetados por ambas partes. Así se logró iniciar un proceso de transición pacífica.
-Cuando negocias como gobierno y aceptas un organismo electoral imparcial, ante resultados adversos de unas elecciones, estás reconociendo que de ahí en adelante, como ocurrió en México, vas a perder el poder y eso es lo que parece que se niega a aceptar el oficialismo.
-Entonces, si la gente no acepta los resultados, hay que prepararse para lo que viene: la represión. Si refuerzas la capacidad del árbitro (CNE) para que las partes opuestas acepten los resultados, es evidente, que corres el riesgo de perder el poder. A menos que juegues con un árbitro sin credibilidad, corras el albur de que la gente no acepte los resultados y la cosas ocurran de otra manera.
-No hay una tercera salida?
-La otra es que la gente se acostumbre a que el Gobierno mande indefinidamente.
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