MIGUEL SANMARTÍN| EL UNIVERSAL
sábado 12 de julio de 2014 12:00 AM
Termina el tiempo reglamentario para el escapismo, camarita. Y no habrá prórroga ni penales. Mañana, tras disputarse en el Maracaná, de Río de Janeiro, el partido entre Alemania y Argentina que proclamará al campeón del Mundial de Fútbol Brasil-2014, los venezolanos -amantes de este deporte y mayoritariamente "torcedores" de la eliminada "canarinha"- dejarán de solazarse con regates, chutes, paradas y de "ligar" a sus equipos preferidos para asentar sus pies -sin botines- sobre la tierra.
El partido de la vida y de las angustias que les tocará disputar a partir del lunes no será del mismo calibre e intensidad que los encuentros celebrados en el marco del torneo brasileño. Pero sí tendrán una similitud con aquellos: las protestas callejeras.
Eliminada la selección de Neymar como antes había sido dado de baja -por lesión- el propio jugador, máxima estrella de su equipo, la "torcida" dejó las gradas y se instaló en plazas y avenidas. Allí desató su furia. Una mezcla de desencanto y frustración por el fracaso de su venerada "verdeamarela" y, en simultáneo, el rebrote (contenido por el evento) de la indignación ciudadana debido a los problemas sociales que hoy aquejan a Brasil atribuidos, en gran parte, al gasto de más de 60 millardos de dólares en la organización y obras para dicha competencia deportiva.
A partir del lunes sin la distracción de los partidos del Mundial, sin los debates motivados por alguna acción de campo espectacular y zanjado el dilema sobre el posible mejor jugador del torneo, el venezolano volverá a centrar su atención en los problemas cotidianos. A los que se venían arrastrando relacionados con la escasez, la inflación, la inseguridad, los apagones, el mal funcionamiento de hospitales, de escuelas, del transporte público y al mal estado de las vías, se suma la ola de desempleo que amenaza con convertirse en un tsunami.
En efecto, además de las dificultades arrastradas derivadas de las expropiaciones, controles, intervencionismo, fiscalizaciones, multas, decomiso de mercancía, corrupción, ausentismo laboral, insuficiente oferta de mano de obra especializada y multiplicidad de impuestos, entre otras, también la falta de materia prima, repuestos, maquinaria y bienes terminados dificulta cada vez más la capacidad operativa de empresas y comercios.
La suma de estos males ha causado el cierre de empresas del sector automotriz y alimentos, entre otras, algunas de forma temporal y otras definitivamente, lo que está lanzando a los trabajadores a la calle. Éstos, a través de sus sindicatos, están presionando al Gobierno para que agilice la entrega de divisas para importar. El desempleo, transitorio o permanente, agrega un peligroso combustible al malestar social que es evidente.
El partido de la vida y de las angustias que les tocará disputar a partir del lunes no será del mismo calibre e intensidad que los encuentros celebrados en el marco del torneo brasileño. Pero sí tendrán una similitud con aquellos: las protestas callejeras.
Eliminada la selección de Neymar como antes había sido dado de baja -por lesión- el propio jugador, máxima estrella de su equipo, la "torcida" dejó las gradas y se instaló en plazas y avenidas. Allí desató su furia. Una mezcla de desencanto y frustración por el fracaso de su venerada "verdeamarela" y, en simultáneo, el rebrote (contenido por el evento) de la indignación ciudadana debido a los problemas sociales que hoy aquejan a Brasil atribuidos, en gran parte, al gasto de más de 60 millardos de dólares en la organización y obras para dicha competencia deportiva.
A partir del lunes sin la distracción de los partidos del Mundial, sin los debates motivados por alguna acción de campo espectacular y zanjado el dilema sobre el posible mejor jugador del torneo, el venezolano volverá a centrar su atención en los problemas cotidianos. A los que se venían arrastrando relacionados con la escasez, la inflación, la inseguridad, los apagones, el mal funcionamiento de hospitales, de escuelas, del transporte público y al mal estado de las vías, se suma la ola de desempleo que amenaza con convertirse en un tsunami.
En efecto, además de las dificultades arrastradas derivadas de las expropiaciones, controles, intervencionismo, fiscalizaciones, multas, decomiso de mercancía, corrupción, ausentismo laboral, insuficiente oferta de mano de obra especializada y multiplicidad de impuestos, entre otras, también la falta de materia prima, repuestos, maquinaria y bienes terminados dificulta cada vez más la capacidad operativa de empresas y comercios.
La suma de estos males ha causado el cierre de empresas del sector automotriz y alimentos, entre otras, algunas de forma temporal y otras definitivamente, lo que está lanzando a los trabajadores a la calle. Éstos, a través de sus sindicatos, están presionando al Gobierno para que agilice la entrega de divisas para importar. El desempleo, transitorio o permanente, agrega un peligroso combustible al malestar social que es evidente.
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