JAIME MERRICK| EL UNIVERSAL
sábado 12 de julio de 2014 12:00 AM
A medida que pasa el tiempo, la sociedad venezolana ejerce una presión cada vez más fuerte en la oposición venezolana. Ya no se trata de si evaluar objetivamente la gestión de este gobierno, porque la mayoría de los venezolanos estamos de acuerdo en calificar de desastroso y dramático lo que estamos viviendo. Ante esta crisis social, económica y política que ha desatado este gobierno, los venezolanos esperamos posturas firmes de la oposición política del país. No juego a la antipolítica, pero tampoco puedo sentirme satisfecho ni orgulloso con comunicados oficiales de la Mesa de Unidad Democrática. Ni quien le hace oposición a este gobierno ni el chavista que espera una opción política distinta, pueden sentirse conformes con la oposición venezolana.
Ante la circunstancia descrita anteriormente, la oposición venezolana se encuentra dividida en dos "bloques". El primero de ellos, apuesta por cambios políticos institucionales y electorales; el segundo bloque, sostiene la posibilidad de iniciar cambios políticos a través de protestas sociales y un cambio abrupto de gobierno a través de una Asamblea Nacional Constituyente. Lo absurdo de estas dos posturas es que pretenden erigirse como excluyentes la una de la otra, cuando realmente se complementan perfectamente. Es más, cada postura depende de la otra recíprocamente.
El bloque mayoritario de la MUD se encuentra conformado por Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Henrique Capriles, quienes sostienen que todo cambio político que suceda en el país lleva implícito la vía electoral. Insisten en la renovación de los representantes del Consejo Nacional Electoral como paso necesario para iniciar importantes cambios institucionales en Venezuela. Ahora bien, lo preocupante de esta postura es que los venezolanos no observamos en la Mesa de Unidad Democrática presión por unos representantes del Consejo Nacional Electoral que garanticen la independencia de ese órgano, por ejemplo. Sí observamos, en cambio, muchos comunicados oficiales sin mayores trascendencias. ¿Acaso se pretende que con comunicados oficiales se ejerce una oposición democrática? ¿Y si el gobierno decide escoger a autoridades electorales parcializadas al PSUV? Iremos a elecciones tras elecciones. ¿Acaso quienes hoy tenemos 26 años, por ejemplo, tendremos que esperar hasta el 2019 (tendré 31 para ese entonces) a ver si "Hay un camino", y así sucesivamente? Esta es una postura tan utópica como falaz. Es utópico porque apostar por cambios políticos sin presión social también puede significar la perpetuación de un gobierno con una arquitectura institucional diseñada para la represión y el fraude, al tiempo que pudiera crear una "oposición oficial" para sus propios fines. Y es falaz, porque detrás de la apuesta por lo "institucional" también se esconde la dramática realidad de una oposición venezolana que todavía es incapaz de representar una opción política para Venezuela (quizá representen un opción electoral, coyuntural), y ahí está lo falaz. No es que no quieran ir a la calle; no, es que no pueden, porque no tienen conexión social, porque sus discursos todavía rememoran al bipartidismo de los años 80. ¿Por qué tengo que votar en el 2015 por Ismael García, Omar Barboza, o Alfonso Marquina, si ellos no representan una opción de país para esta generación de jóvenes? ¿Por qué el año que viene tendré que votar por el menos malo, y no por la mejor opción? ¿Por qué tendré que votar el año que viene por lo coyuntural, y no por una opción de país? Por eso no creo que el "tiempo de Dios es perfecto", ni la "apuesta institucional" es un acto sublime de convicción democrática.
El segundo de estos bloques, liderado por Alianza Bravo Pueblo, Voluntad Popular, María Corina Machado y Leopoldo López, quienes apuestan por el recrudecimiento de las protestas sociales iniciadas en febrero de este año, al tiempo que sugieren una Asamblea Nacional Constituyente para iniciar un verdadero cambio político en el país. "La Salida" yerra mucho más que el resto de la oposición. Primero, no es un problema constitucional lo que sucede en Venezuela, sino social. En segundo lugar, este bloque, al igual que el primero, no sólo tiene muchísimas más dificultades de tener una conexión social que le permita sostener protestas sociales indefinidamente, sino que detrás de su planteamiento no se vislumbra una opción de país expresado en planteamientos políticos y económicos. Se juega más con el inmediatismo y la frustración de muchos venezolanos, que con la sensatez y la mesura. ¿Protesta? ¿Para quedarme en la avenida Francisco de Miranda o en la autopista Prados del Este? ¿Para escuchar a la "Venezuela decente"? ¿O para ver cómo se "martiriza" un luchador por la libertad? Para mí, La Salida, tal cual ha sido planteada, no es un camino.
La oposición venezolana se decanta por dos posturas, y la supervivencia de la Mesa de Unidad Democrática, depende de mucho más en la coincidencia de sus puntos de vista que en sus diferencias. Ni La Salida ni El tiempo de Dios. Por el bien del país deberían reconocerse.
Ante la circunstancia descrita anteriormente, la oposición venezolana se encuentra dividida en dos "bloques". El primero de ellos, apuesta por cambios políticos institucionales y electorales; el segundo bloque, sostiene la posibilidad de iniciar cambios políticos a través de protestas sociales y un cambio abrupto de gobierno a través de una Asamblea Nacional Constituyente. Lo absurdo de estas dos posturas es que pretenden erigirse como excluyentes la una de la otra, cuando realmente se complementan perfectamente. Es más, cada postura depende de la otra recíprocamente.
El bloque mayoritario de la MUD se encuentra conformado por Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Henrique Capriles, quienes sostienen que todo cambio político que suceda en el país lleva implícito la vía electoral. Insisten en la renovación de los representantes del Consejo Nacional Electoral como paso necesario para iniciar importantes cambios institucionales en Venezuela. Ahora bien, lo preocupante de esta postura es que los venezolanos no observamos en la Mesa de Unidad Democrática presión por unos representantes del Consejo Nacional Electoral que garanticen la independencia de ese órgano, por ejemplo. Sí observamos, en cambio, muchos comunicados oficiales sin mayores trascendencias. ¿Acaso se pretende que con comunicados oficiales se ejerce una oposición democrática? ¿Y si el gobierno decide escoger a autoridades electorales parcializadas al PSUV? Iremos a elecciones tras elecciones. ¿Acaso quienes hoy tenemos 26 años, por ejemplo, tendremos que esperar hasta el 2019 (tendré 31 para ese entonces) a ver si "Hay un camino", y así sucesivamente? Esta es una postura tan utópica como falaz. Es utópico porque apostar por cambios políticos sin presión social también puede significar la perpetuación de un gobierno con una arquitectura institucional diseñada para la represión y el fraude, al tiempo que pudiera crear una "oposición oficial" para sus propios fines. Y es falaz, porque detrás de la apuesta por lo "institucional" también se esconde la dramática realidad de una oposición venezolana que todavía es incapaz de representar una opción política para Venezuela (quizá representen un opción electoral, coyuntural), y ahí está lo falaz. No es que no quieran ir a la calle; no, es que no pueden, porque no tienen conexión social, porque sus discursos todavía rememoran al bipartidismo de los años 80. ¿Por qué tengo que votar en el 2015 por Ismael García, Omar Barboza, o Alfonso Marquina, si ellos no representan una opción de país para esta generación de jóvenes? ¿Por qué el año que viene tendré que votar por el menos malo, y no por la mejor opción? ¿Por qué tendré que votar el año que viene por lo coyuntural, y no por una opción de país? Por eso no creo que el "tiempo de Dios es perfecto", ni la "apuesta institucional" es un acto sublime de convicción democrática.
El segundo de estos bloques, liderado por Alianza Bravo Pueblo, Voluntad Popular, María Corina Machado y Leopoldo López, quienes apuestan por el recrudecimiento de las protestas sociales iniciadas en febrero de este año, al tiempo que sugieren una Asamblea Nacional Constituyente para iniciar un verdadero cambio político en el país. "La Salida" yerra mucho más que el resto de la oposición. Primero, no es un problema constitucional lo que sucede en Venezuela, sino social. En segundo lugar, este bloque, al igual que el primero, no sólo tiene muchísimas más dificultades de tener una conexión social que le permita sostener protestas sociales indefinidamente, sino que detrás de su planteamiento no se vislumbra una opción de país expresado en planteamientos políticos y económicos. Se juega más con el inmediatismo y la frustración de muchos venezolanos, que con la sensatez y la mesura. ¿Protesta? ¿Para quedarme en la avenida Francisco de Miranda o en la autopista Prados del Este? ¿Para escuchar a la "Venezuela decente"? ¿O para ver cómo se "martiriza" un luchador por la libertad? Para mí, La Salida, tal cual ha sido planteada, no es un camino.
La oposición venezolana se decanta por dos posturas, y la supervivencia de la Mesa de Unidad Democrática, depende de mucho más en la coincidencia de sus puntos de vista que en sus diferencias. Ni La Salida ni El tiempo de Dios. Por el bien del país deberían reconocerse.
No comments:
Post a Comment