Editorial de El Nacional
El nuevo
defensor del pueblo estrenó el cargo con un gesto de humanidad que prometía
mayores ejecutorias. Conmovido por la desaparición de un perrita en el
aeropuerto debido a descuidos de una línea aérea, quiso ayudar a los afligidos
propietarios. Movió los resortes de su oficina para el encuentro de la mascota,
amenazó a la aerolínea y secó las lágrimas de los niños que sufrían la ausencia
del entrañable animalito.
Fue una
conducta prometedora. Si así se preocupa el defensor del pueblo por el drama de
una parentela desconsolada ante la falta de una compañía del reino animal, ¿qué
no hará cuando deba cuidar a los seres humanos, a los ciudadanos de la
república cuyos representantes lo elevaron al cargo? Así se comentaba en la
calle, en medio de una aspiciosa expectativa. Como su antecesora en el puesto
se había marchado con más pena que gloria, el humanitario arrumaque se
convertía en anunció de un trabajo capaz de enaltecer el oficio para el que fue
seleccionado. Sin embargo, el gozo se fue al pozo.
Perdonarán
los lectores si desde aquí se le concede mayor importancia a las personas que a
las mascotas de las personas, pero resulta que ahora no se trata de la
desaparición de una perrita sino de la resolución 008610 del Ministerio de la
Defensa, mediante la cual se autoriza a los miembros de la FANB la posibilidad
de usar armas de fuego con balas de verdad contra las manifestaciones que
ocurran contra el gobierno. De acuerdo con el contenido de la resolución, queda
en manos de los represores la alternativa de conducir la represión hasta sus
últimas consecuencias. Es decir, los mismos que han demostrado evidente saña
frente a anteriores manifestaciones, podrán decidir en adelante si le disparan
o no a los manifestantes con sus armas de fuego debidamente municionadas. Es
decir, los mismos bárbaros de la víspera tomarán decisiones que pueden provocar
la desaparición física de quienes ellos consideren como trastornadores del
orden público. Es decir, se publica una resolución que contraviene la
Constitución Nacional para dejar al capricho de unos verdugos, o de unos
individuos presionados por las circunstancias, el destino de sus futuras
víctimas.
No solo
conocemos al nuevo defensor del pueblo por su compasión hacia una perrita, sino
también por el papel que asumió en tiempos juveniles en luchas por los derechos
humanos. Entonces se ocupó de la suerte de los presos y de la denuncia de
numerosos atropellos, hasta el punto de que muchos llegaron a considerarlo como
un generoso adalid de los perseguidos. Si a esto se agrega que también las
musas acompañaron al enfático paladín, hasta convertirlo en un híbrido de
campeador y rapsoda, le venía como anillo al dedo la función a la que ahora ha
accedido. Pero, ¿el gozo se fue de veras al pozo?
Estas son horas en las que, pese
a la gravedad del asunto, el defensor del pueblo no ha comunicado su opinión
sobre la resolución 008610 del Ministerio de la Defensa. Hizo unos tuiteos
deshilachados sobre el tema, pero nada más. Le está sacando el cuerpo a la
jeringa, se está haciendo el musiú. Quizá se esté recuperando de su batalla por
la perrita perdida, o el gobierno lo puso en el nuevo cargo porque perdió los
juveniles arrestos.
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