En Zapata hay una caracterología del poder: el acumulador, el fanfarrón, el desdeñoso, el cínico, el descarado, el ambicioso, el infatuado, el brutal, el represor, el machista, el corrupto, el demagogo, el iletrado enriquecido, y muchos más. Los Zapatazos son una larga y profusa vitrina de las conductas de los poderosos venezolanos.
Por
Ricardo Avila.-
Si hay que decirlo en una frase, propongo esta: lo que
Zapata ha hecho a lo largo de 50 años, es radiografiar al poder. Ha
penetrado en los gestos y expresiones públicas de los poderosos, para
mostrar sus perversiones y debilidades, sus intenciones y manías. Lo que
con frecuencia permanecía oculto del poder venezolano –no solo del
poder venezolano sino también de algunos poderes planetarios-, dejó de
estarlo: Pedro León Zapata (1929) lo ha ventilado con inobjetable
disciplina, día a día, a lo largo de 50 años, en los 18 mil 250
Zapatazos acumulados hasta hoy, que arrancaron el 21 de enero de 1965.
Hay un hecho que no debería pasar
desapercibido en este aniversario: no debe haber en la historia del
periodismo venezolano otra voz que, desde un mismo espacio, en un mismo
medio de comunicación, haya logrado mantenerse durante 50 años
expresándose a sus anchas. Se ha producido, y es algo que habría que
estudiar y que seguramente está anclado en la personalidad de Pedro León
Zapata, una condición de cautela y buenos oficios, que le ha permitido
convivir en buenos términos con caracteres tan disímiles y opuestos como
los de Úslar Pietri y Miguel Henrique Otero, Ramón J. Velázquez y
Alfredo Peña, José Ramón Medina y Alberto Quirós Corradi.
A Zapata habrá que reconocerle habilidades,
fuera de lo común, para la diplomacia en las intrincadas y peligrosas
selvas internas de El Nacional, comparables a sus altos dones como
dibujante. Basta con recordar que libros suyos, en distintas épocas, han
tenido textos introductorios de Rómulo Betancourt y José Vicente
Rangel, para que sea notorio su carácter plural y ciudadano.
A
Zapata, hombre poliédrico, se le puede valorar como pintor, humorista,
dibujante, caricaturista, editor (“El Sádico Ilustrado” se fundó en
1978), conversador de estirpe, hombre de la radio (¿recuerda alguien
cuando Zapata, en 1977, hacía el programa “Kung-fu de noticias”?), autor
de varios libros, hombre de variopintas facetas en el teatro, profesor
universitario y periodista. Pero todas estas vertientes, a fin de
cuentas, concurren a un caudal mayor, el más destacado en su obra: la de
crítico del poder.
Hacia finales de 1986 y a lo largo de 1987,
Pedro León Zapata fue protagonista de lo que hoy luce como una charada:
se anunció como candidato presidencial para las elecciones de 1988. En
aquellos años, junto a Graterolacho (fallecido en 2010), Zapata conducía
el programa “Rueda Libre”. Un día, lo que apareció como un disparate
durante un programa cualquiera, comenzó a tomar cuerpo. Muchos fueron,
incluyendo a algunas figuras hoy en el poder, los que se tomaron aquella
jugarreta en serio. Algún día, cuando se escriba una biografía de
Zapata con todo el rigor que el género exige, quizás pueda contestarse a
la pregunta de cuánto de simple humorada y cuánto de secreto deseo,
había en aquel Zapata que, finalmente, no llegó a convertirse en
candidato presidencial.
A lo largo de sus distintas épocas, desde
aquellas piezas de líneas firmes y minuciosas que fueron características
de sus primeros años, y que avanzaron hacia las composiciones más
complejas que aparecieron a comienzos de los años 80, lo que se ha
persistido y se profundizado, como una especie de sello-Zapata, es su
estudio tipológico del poder. En Zapata, y esto es vital para comprender
su obra, hay una caracterología del poder: el acumulador, el fanfarrón,
el desdeñoso, el cínico, el descarado, el ambicioso, el infatuado, el
brutal, el represor, el machista, el corrupto, el demagogo, el iletrado
enriquecido, y muchos más. Los Zapatazos son una larga y profusa vitrina
de las conductas de los poderosos venezolanos.
Lo extraordinario de la obra de Pedro León
Zapata, es que desde ese espacio de privilegio que ha erigido en El
Nacional, ha contribuido a forjar toda una rama de la cultura política
venezolana, que toma distancia del poderoso, lo despoja de sus falsos
ropajes, lo exhibe en sus apetitos y desmanes. En pocas palabras: vuelve
al hombre del poder, un sujeto sospechoso. Los 18 mil 250 Zapatazos son
radiografías que interrogan nuestra credulidad. Caricaturas que nos
recuerdan que todo poder siempre tiene algo de magnético y de perverso a
un mismo tiempo.
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