Editorial El Nacional
Cuando salgamos de Maduro y el chavismo —que ya comienza a fosilizarse— pase a ser objeto de análisis históricos y de malos recuerdos para quienes han sido víctimas de su sistemática violación de los derechos humanos, esta Feria Internacional del Libro del Caribe se convertirá en uno de los eventos culturales más atractivos de la región.
En esta apreciación coinciden los participantes en la fiesta neoespartana del libro que en esta, su segunda edición, ha visto duplicarse el número de expositores y participantes. Sí, lo que en Margarita ha sucedido desde el 25 de febrero y habrá de culminar con un homenaje a Luz Machado con motivo del centenario de su nacimiento, es un acontecimiento que concita entusiasmo y optimismo.
Entusiasmo, porque a pesar de las carencias y dificultades que impiden a la industria editorial publicar con la debida regularidad, y de los altos precios de los libros, la gran afluencia de visitantes pareciera justificar la frase que lo define —“Leer tiene sentido”—; y optimismo, porque desde ya los organizadores prefiguran un crecimiento exponencial de la feria.
Durante estos últimos seis días, dos invitados del exterior —el puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá y el colombiano Juan Felipe Córdoba Restrepo— y casi un centenar de destacados escritores venezolanos han expresado sus pareceres y hablado de sus obras ante un auditorio expectante que les ha tributado el homenaje de sus aplausos en los diversos foros y conversatorios que han colmado una programación de la cual es imprescindible destacar el premio otorgado a Elisa Lerner, un galardón, que se entregó por vez primera, concebido para “reconocer la obra literaria de insignes escritores venezolanos que han dejado su huella en las letras nacionales”.
Este festival de las letras, contra viento y marea, se avizora como institución democrática de la cual puede ser partícipe todo aquel que defienda el derecho de expresarse libremente; una institución incluyente que no pone condiciones ni prerrequisitos a los creadores, ni les exige una enajenante sumisión a ideas caducas, esas que uniforman de mediocridad los panfletos que, a precio de gallina flaca, ofrecen las editoriales y librerías oficiales para propagar el evangelio rojo.
Hace un año este espacio saludaba la iniciativa de la Universidad de Margarita, patrocinante y promotora de la feria, como la concreción de un proyecto que ambicionaba convertirse no sólo en “ineludible cita para quienes, dentro y fuera de Venezuela, conviven en el mágico mundo de los libros”, sino como un valor cultural agregado a la oferta turística de la isla.
Como el régimen de puerto libre ha sido severamente golpeado por el gobierno central —en represalia por el comportamiento del electorado isleño— y que el gobernador Mata está caído precisamente de la mata y no mueve un dedo en defensa de la reivindicación más relevante de la región, celebremos entonces que hoy, en su segunda edición, Filcar tiene sentido y futuro.
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